Para conocer la Cuba real nada me parece más útil que leer los reportes que hacen circular de forma periódica algunas organizaciones de la oposición cubana, como por ejemplo la Red Cubana de Comunicadores Comunitarios. Es una auténtica lástima que ese material no circule con más amplitud y que no puedan ser trabajados por medios de prensa dentro de la Isla que cuenten con recursos y acceso directo a los testimonios y los protagonistas de los hechos que regularmente se denuncian.
Entre casos recientes hay los testimonios ofrecidos en vídeo de una travesti aquejada de un tumor en la cabeza que reclamaba una atención que las autoridades no le prestan, o el caso también de una madre de familia con una hija enferma que vive en unas condiciones deplorables, en un entorno que no se corresponde con el de la versión oficial de que en la Isla los niños no están desatendidos. Eso no es cierto, y testimonios como estos lo corroboran.
Son tan solo unos pocos casos de los muchos que difunde la prensa independiente en la Isla. Son una muestra de que hay material en la Isla para nutrir el periodismo de denuncia, pero la circulación de estas informaciones a veces queda reducida a un entorno restringido, un público minoritario que no mira hacia otro lado cuando se le habla de Cuba y que tiene interés de mantenerse informado de la realidad de la Isla.
No hay mucho espacio para este tipo de informaciones. A los medios, propiedad del Estado, no les queda otra opción que ser la comparsa mediática para recoger posicionamientos políticos o lo que comunicados oficiales determinen. Los medios estatales cubanos no recorren las calles de la Isla para recoger el pulso ciudadano. Desde donde mejor puede describirse la realidad de un determinado lugar es desde la calle, solo hace falta poner el foco y pasar el espejo por allá donde el Gobierno no tiene interés que se pase.
The New York Times descubrió hace unas semanas que la transformada Cuba raulista abre cada vez una brecha más grande entre los que se benefician del capitalismo que emerge en la Isla y aquellos que no tienen acceso a sus beneficios. La desigualdad en Cuba crece y está claro que va a crecer todavía más. No es ningún secreto y se advierte desde hace tiempo que esto es así.
En Cuba habrá cada vez más ricos y esos ricos van a querer vivir bien, disfrutar de su fortuna. También empresarios sin escrúpulos, de los que viajan desde sociedades democráticas en jets privados a hacer negocios, aficionados a los habanos y a que les sirvan Moët & Chandon en esa fascinante Isla del Caribe. Toda esta gente desconoce los informes de la prensa independiente y le importan bien poco los testimonios de un travesti con tumor cerebral o de una madre desesperada porque su hija enferma no tiene acceso a una vida digna o de una familia que vive hacinada en algún barrio pobre de La Habana.
Una vez tuve oportunidad de hablar con un empresario con intereses en la Isla. Llegué a la conclusión de que a esta gente les interesan las oportunidades de negocio y poco más. "No nos interesa saber lo que pasa en Cuba, preferimos no saberlo", me dijo, en referencia a las cuestiones políticas y los Derechos Humanos.
Es el tipo de gente que ve Cuba como el lugar al que ir para fumar buenos habanos y participar en cenas de gala a las que asisten supermodelos como Paris Hilton y Naomi Campbell y donde los hijos del dictador son los anfitriones. Ya ni siquiera es necesario que se escondan. Es simplemente la imagen de una Cuba cruel y repugnante, solo apta para indolentes.