Daniel Rabinovich ha muerto este viernes, y por eso el mundo es hoy mucho menos alegre, comenta el diario El País sobre el fallecimiento de uno de los pilares del grupo humorístico Les Luthiers. Llevaba algunos meses postrado por una enfermedad cardiaca, y sus compañeros de grupo ya habían previsto hacer sin él su nueva gira por España, en octubre; pero nadie esperaba un final tan abrupto. Tenía 71 años y había nacido en Buenos Aires.
Notario de formación (escribano, en el español de Argentina) y percusionista y bolerista de afición, no había concebido su vida de otra forma que como miembro de Les Luthiers, el grupo de humor musical (o de música humorística) más querido en todo el ámbito del idioma español.
Sus monólogos disparatados y llenos de juegos de palabras quedarán guardados para siempre en las vitrinas de lo mejor del arte escénico, y también sus gestos de histriónica elegancia o sus canciones melodiosas de formalidad irreprochable y de letras hilarantes.
Para quienes le conocieron fuera del escenario, Daniel Rabinovich será sobre todo el ejemplo de la amistad pura. Alguien que lo daba todo sin esperar nada, que escuchaba sin juzgar y que siempre tenía una alegría para cualquier tristeza. Alguien capaz de telefonear al minuto de concluir la semifinal Madrid-Juventus para compartir la derrota con otro merengón como él y confiar vivamente en la próxima temporada. Aunque ya estuviera enfermo de preocupar, escribe El País.
Mientras estudiaba en la universidad a los dieciocho años, conoció a Gerardo Masana y los demás futuros integrantes de Les Luthiers. Comenzaron a realizar presentaciones en distintos lugares con el nombre artístico I Musicisti. Luego, se separaron y en 1967 los principales miembros (Rabinovich, Masana, Marcos Mundstock y Jorge Maronna) fundaron Les Luthiers. Al principio, cantaban y tocaban la guitarra y el latín (parodia del violín), aunque rápidamente fueron ganando protagonismo actoral.
Maronna propone el nombre que significa en francés (y también en el español de la jerga musical) 'constructor de instrumentos de cuerda'. La palabra procede del provenzal luth, 'cuerda', y por extensión equivale a 'instrumento de cuerda' (de ahí en español "laúd"). El constructor de instrumentos de cuerda es por tanto un 'luthier'.