Casi convertido en chatarra, el destartalado Moskvitch ruso que el cubano Eloy Font condujo por 25 años tiene nuevo dueño y circula por La Habana. Como ese vehículo, un tercio de los autos que rueda en Cuba lo hace con fallas mecánicas y por vías destrozadas. Y esa mezcla es más peligrosa que fuego y gasolina.
El pasado año, hasta el mes de noviembre, hubo más de 10.000 accidentes de tránsito que dejaron 688 fallecidos y más de 7.000 heridos en una isla de 11.1 millones de habitantes.
La nación caribeña registra una baja tasa de mortalidad vial (7.8 por 100.000 habitantes), la mitad del promedio mundial (17.4) e incluso menor que la cifra para Europa (9.3), según datos de 2013 de la Organización Mundial de la Salud. Sin embargo, pocos países como Cuba incluyen entre los principales factores de riesgo la falta de mantenimiento de vehículos.
"El carro cayó en una situación técnica... pues se fundió y, además, estaba muy deteriorado" en su carrocería, declaró a AFP Font, un economista retirado de 71 años.
En otro país su "carrito ruso" hubiera terminado hace tiempo como chatarra, pero en Cuba, donde un automóvil cuesta cuatro veces más que en otra parte, Font logró venderlo.
"Me vi acorralado", pues repararlo resultaba "muy costoso y corría el riesgo de (...) perder el carro y tenerlo que entregar como chatarra", se lamenta el hombre. Hoy su Moskvitch de los años 70 ha vuelto a rodar por La Habana.
El coronel Yuniel de la Rosa, de la Dirección Nacional del Tránsito, considera los desperfectos mecánicos como una de las causas de accidentes junto a las "distracciones, el no respeto al derecho de vía y el exceso de velocidad".
La isla, bajo el embargo estadounidense desde hace más de cinco décadas, tiene un limitado y envejecido parque automotor, compuesto en gran parte por vehículos de la era soviética, como el Lada y el Moskvitch.
Se estima que de los 600.000 autos que circulan, alrededor de la mitad tiene más de 30 años, según la Federación Internacional de Automovilismo (FIA).
Los cubanos conocen al Moskvitch como "monstrokovitch" por su diseño poco atractivo y los arreglos improvisados a los que son sometidos esos vehículos por la falta de repuestos.
Atracción para los turistas, también circulan los clásicos estadounidenses de los años 50, llamados popularmente "almendrones", muchos de los cuales sirven de taxis colectivos en La Habana.
Ante la ausencia de piezas de repuesto, los mecánicos cubanos, que cobran caro por su know-how, se las han ingeniado para hacer adaptaciones. El resultado: verdaderos Frankensteins rodantes.
Muchos "almendrones", por ejemplo, ocultan debajo de su carrocería potentes motores Mercedes Benz o Hyundai. "Remotorizarlos" puede costar sólo en mano de obra hasta $1.000, un lujo que muy pocos se pueden dar en una isla donde el salario promedio ronda los $20 al mes.
En una cadena estatal de tiendas, generalmente desabastecidas, los cubanos deben pagar una fortuna por los repuestos, y en un almacén como Fiat, en La Habana, un motor cuesta entre $4.000 y $8.000, el triple de su valor promedio en otro país latinoamericano.
Los que tienen dinero, y paciencia para completar los largos trámites, importan las piezas, pero el mercado negro sigue siendo el principal proveedor.
Pero para los conductores y peatones hay todavía un mal mayor en el tránsito poco congestionado de la isla: los baches sin rellenar por años. Los huecos "forman parte del patrimonio nacional", bromean algunos isleños.
Según datos oficiales, el 76% de la infraestructura vial del país está en "regular o mal" estado debido a la falta de recursos para su mantenimiento.
Hace dos años, cerca del mercado Cuatro Caminos, en La Habana, se abrió uno de estos baches.
José Rodo, vecino del lugar, vio cómo un "cocotaxi" (moto-taxi de tres ruedas) cayó en el hoyo. "Unos turistas extranjeros" salieron expulsados de ese pequeño vehículo motorizado, recuerda.
Los accidentes también son provocados por la ausencia de señales del tránsito, deterioradas o robadas, y sustituidas por otras rústicas apenas visibles en calles, por lo común mal iluminadas.
Un turista austriaco contó a AFP cómo embistió a un motociclista con el vehículo que había alquilado en Santiago de Cuba, 900 km al este de La Habana. El hombre, que enfrentó un proceso legal, alegó que nunca vio la señal de pare porque estaba pintada en la pared de un edificio.
"La realidad es que no vi la señal", admitió a AFP el turista de 72 años, que pidió no revelar su identidad y quien aseguró que fue su primer accidente en 40 años de conductor.
La prensa estadounidense informó en pasados días sobre la intención de Hollywood de filmar en Cuba otra entrega de la saga Rápido y furioso, famosa por sus coches de lujo, en perfecto estado, devorando carreteras impecables, la otra cara de la isla.