Decenas de miles de argentinos marcharon el miércoles en silencio bajo la lluvia de Buenos Aires para pedir justicia por la misteriosa muerte de un fiscal que acusó a la presidenta Cristina Fernández de encubrir un atentado antisemita.
La multitudinaria manifestación –una de las mayores que haya enfrentado la mandataria en sus siete años de gestión– fue convocada por un grupo de fiscales y rápidamente recibió la adhesión de la oposición, en medio de la tormenta política que sacude al Gobierno desde la muerte del fiscal Alberto Nisman hace un mes.
"Es una marcha de silencio. Pero se suele decir que el silencio vale más que mil palabras. Habla de cómo se siente una gran parte del país que no comulga con las ideas del Gobierno", dijo Héctor Fiore, un jubilado de 68 años, a Reuters.
Bajo un diluvio, los manifestantes cubrieron el ancho de la Avenida de Mayo –que une el Congreso con la Casa de Gobierno– con el manto que formaban sus paraguas. Muchos llevaban como podían carteles mojados en los que pedían "Verdad" y "Justicia".
La marcha, a la que asistieron los principales referentes de la oposición aunque sin portar banderas políticas, fue duramente criticada la semana pasada por las autoridades federales, que consideraron que sólo buscó desestabilizar al Gobierno. Pero los funcionarios suavizaron sus críticas el miércoles a fin de evitar nuevos conflictos.
"Me sentiría participando si el objetivo real, de fondo, es el homenaje a Nisman (...) Yo tengo compañeros (del oficialismo) que van a estar, que me lo han dicho y no veo que cambien de manera de parecer", dijo a periodistas el secretario general de la Presidencia, Aníbal Fernández.
La llamada "Marcha del Silencio" abarcó protestas en otras ciudades de Argentina e incluso en otros países, como el vecino Chile, Estados Unidos o Israel, luego de que la convocatoria fuera difundida por diversos sitios de internet. La televisión argentina mostró a multitudes que protestaban en las principales ciudades del país, como Córdoba, Rosario y Mar del Plata.
Nisman apareció con un disparo en la cabeza en su lujoso departamento de Buenos Aires un día antes de presentar ante diputados la grave acusación que había hecho contra la presidenta Fernández y su canciller, Héctor Timerman, de encubrir un ataque antisemita de 1994 en el que murieron 85 personas.
Aunque la hipótesis más fuerte es que pudo haber sido un suicidio, no se ha descartado que fuera producto de instigación o que se tratara de un homicidio, en medio de una turbia trama que involucra a los servicios de Inteligencia, a los que el Gobierno culpó de la muerte de Nisman. Actualmente son pocos los argentinos que creen que el Fiscal se haya suicidado.
"No puede pasar una cosa así, que a un fiscal de la Nación lo maten", dijo Walter Caramesi, un argentino que esperaba el comienzo de la marcha en la Plaza de Mayo.
El Gobierno y varios expertos han señalado que la denuncia de Nisman no era consistente y que en gran parte fue guiada por un agente de Inteligencia llamado Antonio Stiuso, que estaba distanciado del Gobierno desde hacía años. La investigación continúa ahora en manos de otro fiscal.
Nisman había acusado a ciudadanos iraníes de planificar el ataque a la mutual argentina-israelita AMIA y consideró que un acuerdo de hace dos años entre Argentina e Irán para investigar el atentado –que finalmente nunca se implementó– buscaba encubrir a los verdaderos responsables del hecho.
El Gobierno ha acusado a los servicios de Inteligencia de haber impulsado la denuncia de Nisman –con el fin de derribar definitivamente el acuerdo con Irán– y promovió un cambio en la Agencia de Inteligencia, que actualmente está siendo tratado por el Congreso.
Diputados oficialistas citaron el miércoles al fiscal Gerardo Pollicita, quien quedó a cargo de la investigación de Nisman, para que explique los detalles de la denuncia, como estaba previsto que hiciera el funcionario muerto un mes atrás.