La líder birmana y ganadora del Premio Nobel de la Paz en 1991, Aung San Suu Kyi, negó las acusaciones que señalan al ejército de su país y se presentó en la Corte Internacional de Justicia.
La acusación interpuesta por Gambia, señaló actos de genocidio contra los rohinyás, una comunidad minoritaría musulmana.
Según Suu Kyi las acusaciones son engañosas y distorsionan la realidad de lo que ocurre en su país, “tengan en cuenta que esta compleja situación y el desafío a la soberanía y la seguridad en nuestro país, cuando evalúan la intención de quienes intentaron hacer frente a la rebelión. Ciertamente, en las circunstancias, el intento de genocidio no puede ser la única hipótesis".
También agregó que probablemente se pudo haber hecho uso “desproporcionado de la fuerza” pero aseguró que eso no era prueba de que se intentaba acabar con esta minoría.
La líder definió la situación que se presenta en el oeste del país, en el estado de Rakhine, como “un conflicto armado interno” y aseguró que “en su país no se toleran las violaciones a los derechos humanos”.
El término “operaciones de limpieza” fue mal interpretado, según indicó Suu Kyi, ya que esta frase “en la lengua de Myanmar significa liberación de localidades en busca de terroristas”.
Desde Agosto de 2017 miles de rohinyás se han refugiado en Bangladés huyendo de los abusos del ejército birmano y las milicias budistas, señalados de “genocidio” por investigadores de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Suu Kyi, indicó que la ONU no debe intervenir porque en Myanmar han iniciado investigaciones para aclarar estas acusaciones y “si los militares han comeditos delitos, serán procesados por la Justicia miliar”.
Abubacarr Tambadou, ministro del interior de Gambia, litigante en la demanda interpuesta en la ONU, aseguró que cuenta con el apoyo de 57 países de la Organización de la Cooperación Islámica.
Tambadou, solicitó a la Corte el cese de estos enfrentamientos, además de medidas que protejan a la comunidad rohinyás en este país.
Debido a su manera de proceder la líder birmana dejó de recibir apoyo en Oxford, Reino Unido cuando la ciudad decidió retirarle el Premio de la Libertad debido a su respuesta frente a la represión de los rohinyás.
En 2012 el reconocido Museo del Holocausto en Estados Unidos también le retiro el premio de Derechos Humanos que le había concedido, así mismo Amnistía Internacional (AI) le retiro su máxima distinción, el título de Embajadora de Conciencia, por su "vergonzosa traición a los valores que una vez defendió".
