Ya las vacaciones de diciembre a enero finalizaron. Algunos ucranianos las pasaron en casa, otros en Bukovel (estación de esquí en Ucrania), otros en las trincheras y otros en Europa o más allá, en tierras más exóticas, incluida Cuba.
Hace poco leí los gritos entusiastas de una señora - ¡ah, arena caliente!, ¡ah, sol!, ¡ah, mar! - y te dabas cuenta de que la señora, sin salir del hotel y de la playa, no entendía dónde estaba.
Me explico: actualmente se están realizando juicios políticos en varias ciudades de Cuba. Las autoridades están reprimiendo a los participantes de las manifestaciones de julio del año pasado. La pobreza, la injusticia social y la incapacidad de las autoridades para hacer frente a la pandemia del COVID-19 llevaron a las personas a las calles.
Las protestas más grandes en más de sesenta años de dictadura comunista fueron brutalmente reprimidas. Y ahora sus participantes están siendo juzgados.
Según la organización pública Justicia11J (Justicia 11 de julio - la fecha de las protestas), 1.377 personas, incluidos muchos menores de edad, fueron procesados en virtud del artículo sobre actividades subversivas.
Los juicios tienen lugar en salas llenas de policías y funcionarios del partido comunista. Al mismo tiempo, las sentencias dictadas por los fiscales son impresionantes: para muchos acusados son 20 o 30 años de prisión.
Dato interesante: el 26 de julio de 1953, Fidel Castro encabezó no una manifestación pacífica, sino un ataque armado al cuartel militar Moncada para provocar un levantamiento popular. El ataque fracasó, sus participantes fueron juzgados. En el juicio, a Castro se le dio la oportunidad de pronunciar su conocido alegato "La historia me Absolverá" y fue condenado a 15 años de cárcel, pero 22 meses después fue amnistiado y liberado, tras lo cual abandonó el país.
De hecho, la "dictadura sangrienta" de Batista no puede competir con el régimen comunista de Castro.
Y ahora sobre Ucrania y Rusia. Incluso en la época soviética, Cuba fue utilizada por Moscú como un bastión en oposición a los Estados Unidos y Occidente en general. Me refiero no solo al poderoso centro de inteligencia electrónica en la Base de Lourdes, primero soviético, después ruso, ni al uso de tropas cubanas con armamento soviético en África (el famoso informe de Gabriel García Márquez "Cuba en Angola").
Las relaciones entre los dos regímenes -Moscú y La Habana- están despejadas hoy, y por una buena razón. En 2014, Rusia “perdonó” a Cuba 31.700 millones de dólares de deuda con la ex Unión Soviética. Para el régimen comunista, incapaz de hacer una transformación económica, que ponga al país en primer plano, este ha sido un regalo en el que trabaja con ahínco.
Cuba es uno de los pocos estados que vota unánimemente con Rusia en todas las resoluciones de la Asamblea General de la ONU sobre Crimea, tanto en lo que se refiere a su militarización por parte de la potencia ocupante, como en lo que respecta a la violación de los derechos del pueblo tártaro de Crimea.
Recientemente, han surgido nuevos matices relacionados con Ucrania en esta relación. Porque las amenazas del Kremlin de desplegar un contingente militar en Cuba, traducidas del lenguaje moscovita al humano, pueden interpretarse como la propuesta a Washington de una especie de trueque: Cuba está cerca de ti y Ucrania está cerca de nosotros, cambiemos. Al mismo tiempo, es un indicio de que "podemos repetir" la Crisis del Caribe (denominada Crisis de Octubre por los cubanos y Crisis de los Misiles por los estadounidenses) que tuvo lugar hace sesenta años.
En el mismo contexto, a mi juicio, debe considerarse la reciente declaración realizada en el parlamento y apoyada por diputados del heredero de los hermanos Castro, el presidente Miguel Díaz-Canel, de que Cuba próximamente solicitará su ingreso en la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC).
En pocas palabras, es hora de que las autoridades ucranianas y las organizaciones públicas ucranianas decidan. Y, antes que nada, entiendan que el gobierno cubano y el pueblo cubano son conceptos diferentes.
Las autoridades ucranianas deben condenar la represión en Cuba, sumarse a aquellas democracias del mundo que ya lo han hecho. Lo mismo se aplica a las organizaciones públicas (no cuento con el Partido Comunista de Ucrania, semiprohibido).
Desafortunadamente, no encontré ninguna mención de los juicios en Cuba en el sitio web del Ministerio de Relaciones Exteriores de Ucrania ni en nuestra embajada en La Habana.
Recientemente, hemos escuchado que las autoridades ucranianas tienen la intención de nombrar un embajador en Cuba, un puesto vacante desde 2014. Simplemente no puedes hacer eso. Aumentar el nivel de representación significaría hacer la vista gorda tanto a la represión como al apoyo a las aspiraciones agresivas del régimen cubano.
[Artículo publicado originalmente en el sitio digital ucraniano Obozrovatel.com. Su autor, Sergio Borschevsky, es un exdiplomático ucraniano, escritor, traductor, miembro de la Junta Directiva de la Asociación de Escritores de Ucrania y Presidente de la Alianza de Traductores de Kyiv]