Niurka Lasalle vende maní en las calles de Centro Habana. Prefiere las zonas del Parque Central, la calle Reina, el Paseo del Prado y el parque de La Fraternidad. En todos los casos, áreas fuertemente vigiladas por los cuerpos represivos gubernamentales.
Ella tiene licencia como vendedora, aun así, se cuida de ser sorprendida pues el papel que utiliza para hacer sus cucuruchos es de procedencia ilegal.
“Ya no lo sacan en la tienda. Esas son gentes que vienen aquí y nos proponen el papel cuando nos ven vendiendo el maní. Lo traen picadito y todo”, confesó Lasalle.
“Al principio lo vendían en la tienda, a 20 o 40 pesos el millar, según el tipo de papel que fuera, pero desde hace años se perdió”, agregó Martha, otra manisera quien pidió omitir su apellido.
Otro tanto sucede con las servilletas, y demás insumos de papel que necesitan las paladares. Según explica Sergio, quien también pidió omitir sus apellidos para proteger su negocio.
“A veces pasan seis meses y no aparecen las servilletas. Da pena decirlo, pero a veces hemos tenido que sustituirla con papel sanitario, y cuando el papel sanitario se pierde, entonces imagínate tú”, expresó Sergio. “Eso sí, cuando sacan, compro un camión”, este emprendedor alude también al acaparamiento como solución alternativa a la escasez.
La población en general también se ve afectada por la escasez de papel.
“Ya ni compro el periódico, porque la noticia es la misma siempre (…). Para burocracia si hay bastante”, dijo Marino Gutiérrez, jubilado que explicó que el problema del papel no afecta la propaganda gubernamental.
El control de la producción está a cargo de la Unión de Empresas del Papel en Cuba, a la cual pertenecen la Papelera Pulpa Cuba SA, el Combinado de Papeles Blancos de Jatibonico, ambas en la provincia de Sancti Spíritus, así como la Unidad Empresarial de Base Papelera Damují Sergio González López, en Cienfuegos. Se conoce que existen plantas, además, en el pueblo de Calabazar y en la provincia Matanzas.
Según el Anuario de la Oficina Nacional de Estadística e Información (ONEI) actualizado hasta 2016, en ese año se produjeron 31 300 toneladas de papel y productos derivados, que representó un 9,5% de los volúmenes correspondientes al año 1989, antes de que la economía cubana sufriera la debacle total.
Aunque el nivel de importaciones de este rubro no aparece publicado en anuario alguno, se conoce que sea cual sea su índice, ni este ni la producción interna satisfacen las necesidades del país.
Las causas de la crisis actual del papel se remontan al propio triunfo insurgente de 1959, cuando comenzaron las reformas que acabaron con algunas de las más importantes plantas papeleras del país, como la del Husillo (totalmente devastada), y la de Puentes Grandes, convertida en la ENCOMED (Empresa Comercializadora y Distribuidora de Medicamentos).
“Dos mil millones de cartuchos se hacían allí”, dijo Antonio Panizo, ingeniero químico que trabajó en ambas.
Según Panizo, Puentes Grandes (antigua Papelera Cubana SA) era la mayor del país y producía todo el papel cartucho que se consumía.
Para 1959, el grueso de las empresas papeleras en Cuba era controlado por dos ciudadanos españoles radicados en la Isla, Jesús Azqueta Aranguena y Rafael Palacios Arce, cuyos patrimonios millonarios no se limitaban a la industria del papel, según afirma Guillermo Jiménez Soler en su libro Las Empresas de Cuba 1958.
El triunfo fidelista trajo la nacionalización de todas las grandes empresas, y con ello la ruina de empresarios como Azqueta, de quien afirman antiguos trabajadores se quitó la vida, decepcionado al ver como su imperio del papel era reducido a escombros.