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Israel, Cuba y México en el destino de Nedda de Anhalt


Una autora que pudiendo declarse ciudadana del mundo, como apunta lo políticamente corrrecto, opta en cambio por declarse ciudadana de tres países

Nedda G. de Anhalt es narradora, ensayista, entrevistadora, maestra, traductora, y crítica literaria y cinematográfica, con más de una docena de libros publicados. Nació en La Habana, Cuba y, desde 1967, es ciudadana mexicana. Realizó estudios de Derecho Civil, Diplomático y Administrativo en la Universidad de La Habana y de Literatura en el Sarah Lawrence College de Nueva York, posee una maestría en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de las Américas, en México, donde ha impartido cursos de Literatura Hispanoamericana.

Por otro lado, sus cuentos, poemas y ensayos han sido traducidos a varios idiomas, entre ellos: alemán, esperanto, hebreo, inglés, italiano, portugués, turco y zapoteco, y han aparecido publicados en varias antologías en el extranjero.

Armando de Armas realizó la siguiente entrevista a Nedda G. de Anhalt para MartiNoticias.

MN. ¿Usted es una nacida en Cuba, de origen judío, residente en México, que cursó estudios en Nueva York y viaja por el mundo?

NGA. En efecto, nací en una isla bendecida por el sol, ilustre en la grandeza de sus mambises, poetas, escritores y artistas escuchando el crecimiento del mar, mirando en la plenitud de esa hojarasca henchida de los tonos más variados de verde danzar a las lagartijas hacia arriba y hacia abajo. Así crecí, atenta también a los huecos de la arena, donde aparecían y desaparecían cangrejos diminutos, escuchando los pregones callejeros y los boleros por la radio. Fue una niñez dichosa.

Lo que desconoces es un dato muy importante de mi hoja de vida: Fui fan, fanática almendarista. En aquel entonces mis héroes fueron Roberto Ortiz, Willy Miranda, Conrado Marrero, Agapito Mayor y Fermín Guerra. Y siguen siéndolo.

En Cuba estudié primaria, bachillerato y mis primeros años de Derecho Civil, Diplomático y Administrativo en la Universidad de La Habana. Pero mi vida dio un vuelco de 180° cuando fui a los Estados Unidos al Sarah Lawrence College como estudiante transferida. Descubrí ahí que mi verdadera vocación no radicaba sólo en las leyes sino en la literatura. Y en ese College tomé la decisión más importante de mi vida; me casaría con el hombre más bueno y bello que mi corazón pudo soñar.

Nos habíamos descubierto el verano previo en unas vacaciones en México. Y con él, que sería mi esposo por más de 50 años, padre de nuestro maravilloso hijo único, realizaría viajes por todos los rincones y encrucijadas del mundo: Camboya, Tailandia, Indonesia, Japón, China, Bermudas, Barbados, Haití, Italia, Francia, Inglaterra, Brasil, Jamaica, Guatemala, Venezuela, Portugal, España, Perú, Turquía, Marruecos, Uganda, Kenia, Tanzania, Etiopía, incluidos también itinerarios a estados mexicanos como Oaxaca, Chiapas (en especial Palenque), Campeche, Guerrero, Quintana Roo, Yucatán, Estado de México, Michoacán, Zacatecas, Guanajuato, hasta Zacatlán de las Manzanas, todos sitios bellos de mi nueva patria adoptiva. Aclaro que estas travesías no se dieron sino hasta mucho después de haberse cumplido el ciclo de las vacas flacas.

En cuanto a mi religión, no me queda la menor duda de que la estrella de seis picos alumbró mi camino, pues nací de madre y padre judíos, y elegí ser judía. Esto yo lo ficcionalicé en mi cuento "Sucedió en La Habana" (A buena hora mangos verdes, editado por Rosario Hiriart, Madrid, Ed. Cocodrilo Verde, 1998, 126 p.) y, recientemente, en un extenso ensayo "A presença hebraica em Cuba", traducción del español al portugués de Fortuna Djmal (revista Morashá, San Paulo, Brasil, Año XVIII, Abril 2011, pp. 34-43). Desde que me solicitaron este último trabajo, es como si se hubiese abierto una llave de agua, pues de repente el sitio en la red Enlace judío va a publicarme la versión completa en español el próximo mes de agosto (2011) y una revista en Oaxaca hará lo propio. Además, un editor mexicano me pidió que aumentara aún más el texto, pero escrito en primera persona del singular, para su publicación. Y por último, Armando de Armas también se interesa en entrevistar a esta entrevistadora. Esto no significa que no me hayan hecho otras semblanzas, pero esas están ya sumergidas en un tiempo anterior. No sé, a veces, ciertos hechos se concatenan por el azar de modo inexplicable.

MN. ¿Considera que su periplo existencial la hace ciudadana del mundo o al menos habitante de eso que llaman aldea global?

NGA. Sí, pero no. Intentaré explicarme. Detrás del concepto "aldea global" que mencionas subyace una realidad de un "mundo" que sigue viviendo tiempos difíciles. Es decir, está igual de mal, pero ahora, de manera pasmosa, ha empeorado: se ha vuelto más peligroso, pues estamos ante naciones a punto de estallar por hartura de inhumanidad y totalitarismo. Los países que mantenían abiertos unos cuantos respiraderos para el espíritu democrático se andan desmoronando también. La memoria de ese espanto de millones de seres torturados y masacrados en el Holocausto han intentado evaporarla, y el antisemitismo, con su nuevo disfraz de anti-israelismo, ha resurgido triunfal; el horror del castrismo crónico sigue sin final; la violencia y la corrupción que se están viviendo en la actualidad en estas tierras aztecas deja perplejo hasta al más indiferente.

Observa que menciono etapas de dolor histórico sobre tres naciones, que son mis talones de Aquiles. Eso no significa que sea insensible al dolor de pueblos africanos, a los maremotos y terremotos en Indonesia y Haití, o la reciente tragedia por la que pasa Japón -un país que he visitado en cuatro ocasiones y donde cuento con amigos que no sé si aún viven, pues no han respondido a mis recientes mensajes-.

La exigencia extrema y absoluta de identificarme con el dolor ajeno y brindar ayuda forma parte del pensamiento típico judío. En ese sentido, lo ético, que ya entra en el dominio de lo meta ético, sí, obviamente, me hace sentir ciudadana de ese mundo global.

El problema para cualquier ciudadano de un país, de muchos y de todos, reside en saber combatir tanta desigualdad, hambre y falta de respeto por la vida humana. Y aunque una pueda ayudar de algún modo a suavizar esas problemáticas, nunca será suficiente.
Como dijo Virgilio Piñera en el prólogo a la poesía de Emilio Ballagas, "de vez en cuando conviene echar mano a los lugares comunes". Recurro a uno: "yo no puedo batear todas las bolas". Tengo que conformarme con lo que puedo hacer. Mi corazón y mi alma están al servicio de ese particular triángulo -que no es de Las Bermudas-, conformado por Cuba, México e Israel.

Quizá lo que mejor resuma mi sentir quedó plasmado en una colección de aforismos, Crítica apasionada (Mexicali, Baja California, México, Ediciones Los Domésticos, 1994, 52 p., p. 50):

Del Quel tel al ¿Qué tal?:
Curriculum vitae de la crítica ideal

Que haya nacido en la isla más hermosa que ojos humanos hayan visto.
Que viva, por elección, en un país que adore porque goza de una fama singular: la de no poseer un doble.

Que pertenezca a la raza de los elegidos: la que Dios escogió para el sufrimiento.
¿Qué más puedo pedir?

Un poeta colombiano rebautizó este título como Crítica Apasionedda.

MN. Usted ha cultivado los géneros del cuento, el ensayo, la crítica literaria y cinematográfica y, desde luego, la entrevista. ¿En cuál de ellos se mueve, escribe más eficaz y cómodamente?

NGA. Te aseguro que en todos esos géneros por ti mencionados y en otros más ejercidos también, como traducción, poesía, historia, crónica periodística, estoy muy lejos de sentirme cómoda o eficaz. Al revés, lo que he escrito y hecho, incluidos los cursos universitarios que impartí, lo he sentido siempre como desafíos a vencer. Los cuentos han sido mi pasión; algunos de ellos traen ecos felices de mi adolescencia. Comencé mi carrera literaria escribiendo cuentos. Tengo cuatro volúmenes de ellos publicados, y todos, incluidos los que parecen facilitos, me costaron trabajo, porque tanto el cuento como la poesía son géneros artísticos que exigen una tremenda capacidad de síntesis. Justamente este año (2011) -al menos esa fue la promesa del editor- mis cuentos van a ser reunidos en un volumen; si de esa casi centena de relatos se salvan diez, que ya es mucho pedir, me daría por bien servida. ¿Y sabes por qué diez? Porque serían los diez justos por los que Dios salvaría a la humanidad.

Admiradora que soy del séptimo arte, tengo más de 25 años de andar cubriendo los festivales de cine neoyorkinos. Pero cada vez que escribo la crónica del evento, que me da placer porque comparto información privilegiada sobre películas, conferencias de prensa y las entrevistas que hago a cineastas, créeme que sufro porque las revistas sólo te otorgan un espacio limitado, y entre las 28 películas que veo del programa oficial y las veinte y pico del programa paralelo, que siempre tiene alguna retrospectiva de algún director conocido o desconocido, más los programas de cine Avant Garde, siento que paso la vida tratando de meter el mar en una copa tequilera.

Las traducciones son otro boleto. He hecho pocas, pero siempre con entusiasmo. Pero, la verdad, la responsabilidad es enorme, porque se trata ya como de cuidar hijo ajeno. Tu cuento, tu poema puede estar cojo, manco, bizco y gago, pero es tuyo y así lo quieres. Pero traducir el texto de otro, ¡qué va!

No me siento ni eficaz ni eficiente ni cómoda ni satisfecha. Porque siempre estoy buscando cómo ampliar, cómo mejorar. Si lo fui, no es a mí a quien corresponde decirlo.

MN. ¿Ha pensado que su libro de entrevistas Dile que pienso en ella pudiera ser una suerte de país de letras que sustenta a unos espíritus desarraigados de su suelo por obra y desgracia de una dictadura marxista?

NGA. "País de letras", ¡qué definición tan hermosa para Dile que pienso en ella! Engloba fragmentos esenciales de tristezas y angustias de las vidas de mis entrevistados. Gracias. No lo había pensado precisamente así. Tu interpretación vale para el conjunto de la obra. Pero, más allá de ser una hermosa etiqueta, suprime otras situaciones y entrecruzamientos de estas vidas. En general, a los seres humanos les molesta ser categorizados, pues todos queremos ser reconocidos y aceptados por lo que somos en nuestra riqueza y complejidad. Mas una vez dicho lo anterior, si tuviera la oportunidad de preguntarles a los entrevistados qué opinan al respecto, no tengo duda de que estarían en pleno acuerdo contigo. Ese fragmento llamado "exilio" finalizó por convertirse en el todo intensamente emocional de sus vidas. El exilio cubano ha sido uno tan prolongado, desgastante… En el camino muchos han visto transcurrir sus existencias como expatriados sin poder retornar nuevamente al hogar, mientras otros se han doblegado por causa de la sobrevivencia, sin faltar algunos que se han dejado seducir por el canto de las sirenas. Por eso admiro el temple moral de seres valiosos que no han quitado el dedo del renglón, que se mantienen vigilantes en la recuperación de la memoria histórica cubana: Leovigildo Ruiz, Juan Clark, Ángel Cuadra, Ernesto Díaz Martínez, Ángel de Fana, Luis de la Paz, José Abreu, J. A. Albertini, Pedro Corzo, y más que mantienen una continuidad con el pasado de Cuba tanto como con su presente y con su futuro.

En cuanto al término empleado por ti para Cuba, "dictadura", correcto en sí porque es una forma de gobierno dominante, sin restricción jurídica, favorezco más el vocablo "tiranía". En el tirano, el poder personal es más amplio que en el dictador, porque implica un poder extraordinario para imponer el gobierno de una Estado, sin ejercer justicia alguna, como lo han venido ejerciendo los Castro. Además, el propio José Martí prefirió este término: no dijo "dictador", dijo "tirano": "del tirano di todo, di más".

MN. ¿De las personalidades que entrevista para Dile que pienso en ella, ¿cuál le impactó más?

NGA. Todas me impactaron. Cualquier vida es interesante, en especial la de mis entrevistados. Ellos constituyen la crema y nata -para honrar el lugar común que recomendaba Virgilio Piñera- de la intelectualidad cubana.

Antes de contestarte quiero aclarar algo. Tanto en la pregunta anterior como en esta, mencionas a Dile que pienso en ella (México, Ediciones La Otra Cuba, 1994, 396 p.), donde entrevisto a Justo Rodríguez Santos, Herminia del Portal, Martha Frayde, Gastón Baquero, Pacho Vives, Lorenzo García Vega, Ángel Gaztelu, Belkis Cuza Malé, Leví Marrero, Alfredo Lozano, Cristóbal Díaz y María Elena Cruz Varela. Pero tengo un libro anterior, Rojo y naranja sobre rojo (prólogo de Roberto Valero, pintura de Severo Sarduy, México, Ed. Vuelta, 1991, 280 p.), agotado desde hace años, de conversaciones con Guillermo Cabrera Infante, Lydia Cabrera, Margarita Oteiza de Castro, Severo Sarduy, Enrique Labrador Ruiz, Eloísa Lezama Lima, Reinaldo Arenas, Heberto Padilla, Eugenio Florit, José Luis Llovio-Menéndez y Carlos Franqui. En total, 22 voces singulares con un cúmulo de historias, desgarradoras la mayoría, divertidas otras, porque los cubanos somos una fraternidad a la cual le cuesta trabajo perder su sentido del humor. Comento contigo lo que en aquel entonces hice, pues a mí también me interesaba saber cuál fue la conversación que más impacto causó o interesó o gustó y si había sido o no eficaz. El abanico de respuestas que obtuve fue sorprendente. Una de mis ex alumnas en la Universidad de Las Américas contestó, sin titubear, que su entrevista favorita era la del escultor Alfredo Lozano; "la de Reinaldo Arenas" fue la respuesta de Octavio Paz; un poeta veracruzano se encantó con la de Florit, y otro poeta, con la de Baquero. Para un editor, ya fallecido, lo que reveló Belkis Cuza Malé en su entrevista, era lo mejor que él había leído en mucho tiempo sobre la historia de Cuba. El pintor peruano Fernando de Szyszlo se impactó con la entrevista de Herminia por la información desconocida que ella aportó sobre César Vallejo, y me pidió permiso para que esa entrevista se publicara en Perú (se lo di).

Un amigo me confesó que, en el aparte donde "Cheché", la esposa de Enrique Labrador Ruiz, me relata cómo fue la noche anterior a su partida de Cuba -en que ninguno de los dos durmió porque Labrador pasó la noche íntegra acariciando los libros de su biblioteca para despedirse de ellos- y la mañana siguiente cuando al salir, ya en la puerta, Labrador se echó a llorar como un niño, él, mi amigo, admitió que mientras lo leía, también lloró.
Pero en agosto de 1999 -no sé si después de la tristeza deba venir la alegría-, en una visita a Puerto Rico, organizada por Carlos Franqui y los periodistas independientes del exilio cubano, estuvieron presentes cuatro atletas y su entrenador, que habían logrado escapar de Cuba. En aquella ocasión me invitaron a que leyera un fragmento de una entrevista. Elegí unas líneas de la que hice a Justo Rodríguez Santos, porque había fallecido el 7 de abril del mismo año, a quien le llegó el libro dos días después de haber muerto. Fue una noche memorable porque leí la parte en que Justo relata su encuentro con un ajedrecista cuyo padre le vendió un abrigo a José Martí. Mira, Armando, esos atletas y el público en general se doblaban de la risa.

Por azares de la buena suerte, las dos entrevistas que más impacto tuvieron en México fueron las de Guillermo Cabrera Infante y Lydia Cabrera. La de Guillermo -que fue mi estreno como entrevistadora- cubrió la primera plana del suplemento Sábado del unomásuno, durante la gloriosa época en que lo dirigía Huberto Batis. La de Lydia, angelada por el baile de los chicherekus y las oraciones de los orishas, se publicó en el número 125 de la revista Vuelta, la mejor revista literaria de aquel entonces, dirigida por Octavio Paz. Lo único que ambas entrevistas tienen en común, a pesar de ser tan diferentes, es que al final cierran con dos frases de antología.

Me inicié entre dos Cabreras y, con el rotundo espaldarazo de dos padrinos literarios de la talla de Batis y Paz, quedé legalizada como entrevistadora.

MN. Y de esas otras personalidades que no entrevista, pero de las cuales se cuenta a veces vida y milagros, ¿cuál le impactó más?

NGA. Rauda y veloz contesto: Lino Novás Calvo. Él ha sido siempre la persona que quise conocer. Cada vez que hacía una entrevista abrigué la esperanza de que en el fragmentado exilio cubano mis pesquisas no fueran infructuosas; mas lo fueron. ¡Qué vida la suya! Fue sombrerero, chofer, boxeador, maestro, traductor, novelista, cuentista, editor y, al final de su vida, pintor con éxito. Todo lo que sus manos tocaron aglutinaría una obra creadora, potente. Leí su espléndida novela Pedro Blanco, El Negrero -por cierto, vilmente plagiada por un norteamericano- y relatos suyos deslumbradores como "La noche de Ramón Yendía". En ese cuento hay un dominio del tiempo, del espacio y del suspense de verdad magistral. Debemos estar conscientes de la suprema importancia que tuvo en Hispanoamérica su labor de traducción. Lino fue el primero en traducir obras de Faulkner, D. H. Laurence, Aldous Huxley y E. Hemingway. Mas no fue por esto y más que yo deseaba conocerlo. Aclaro, con letra de nuestro inolvidable Osvaldo Farrés: "oye la confesión de mi secreto".

José Ortega y Gasset hizo una antología con las mejores novelas cortas del mundo, e incluyó dos de Lino Novás Calvo. Yo estaba leyendo en ese libro El otro cayo, cuando de súbito me tropiezo en el relato con el apellido de mi padre (Gurwitz) y su oficio (Procurador Público, abogado), convertido por obra y gracia de Lino en un ente de ficción. Mi sorpresa fue colosal. ¿Acaso Lino conoció a mi padre? Pero si no fue así, bien sabía en qué trabajaba, pues uno de los personajes de la historia, antes de marchar al cayo, desapareció misteriosamente porque fue con un abogado para hacer su testamento. Ah, no, yo tendría que dar con ese hombre para aclarar todo esto. Pero nunca di con Lino. Era como si se hubiese eclipsado. Nadie pudo darme sus señas. Claro, cómo iban a saber ellos o yo que Lino fue víctima de embolias y que estaba recluido en una especie de hogar-hospital donde escribió cuentos inéditos y se reveló como un pintor sensacional.

Durante el mes de julio de 1992, en Nueva York, visité en varias ocasiones a ese poeta de "amaranto y luna" que fue Justo Rodríguez Santos, para concretar nuestra entrevista. A Justo formulé mi pregunta de rigor: ¿Sabes el paradero de Lino Novás Calvo? Con asombro me enteré que tanto Justo como su esposa Antonia conocían a Herminia del Portal, la viuda de Lino. Así fue como di con ella. Cuando fui a visitarla en su hogar neoyorkino, me encontré ante una mujer menuda, aparentemente frágil, mas era una gigante de fortaleza espiritual, cultura y sabiduría. Y sobre todo, muy simpática. Ella me abrió su corazón, contando todo lo que quiso. Fue tanto, porque Herminia había conocido a César y Georgette Vallejo, a Elsa Triolet y Aragón, Maggie y Alejo Carpentier, Neruda, Gide, Malraux, Eugenio D'Ors, a María ("Cheché") y Enrique Labrador Ruiz, a la periodista Emma Pérez, Carlos Montenegro, al pintor Carlos Enríquez, Dulce María Loynáz, Nicolás Guillén, Lydia Cabrera, Amelia Peláez, Zenobia y Juan Ramón Jiménez y muchos más, de los cuales hablamos. ¿La verdad? Olvidé preguntar a Herminia si Lino conoció a mi padre.

¿Otro personaje que hubiera querido entrevistar? Virgilio Piñera. Si reconocemos que en la poesía hispanoamericana existen poemas imperecederos como Piedra de Sol de Octavio Paz, Coloquio de los Centauros de Rubén Darío, Altazor de Vicente Huidobro, En tiempos difíciles de Heberto Padilla, Muerte sin fin de José Gorostiza, pensemos en esa larga pausa visionaria que constituye el poema La isla en peso de Virgilio Piñera.

Y conste que no me extiendo en el esplendor de su dramaturgia, novelística y cuentística que marca grandes momentos de nuestra literatura. Virgilio fue genial, un adelantado a su tiempo.

Pero si Lino fue un imposible para mí, Virgilio era otro, porque vivía en Cuba. Después del entierro de mi padre, yo no he regresado ni regresaré, al paso acelerado que va tomando esta carrera monárquica de dedazos castristas. Han convertido a la isla en negocio familiar. ¿Te das cuenta de que los militares, ahora travestidos de civiles, son una galaxia de ricachones que han sido adoptados por la cúpula del poder como parientes muy cercanos?

MN. ¿Qué tenía esa isla que hombres no nacidos en ella, como Alejo Carpentier, Lino Novás Calvo, Carlos Montenegro o Ángel Gaztelu, se aplatanaban en la misma y se alzaban a la cumbre no sólo ya en la isla sino en el mundo?

NGA. La mejor explicación la dio Leví Marrero en nuestra entrevista "La Historia. Antes y ahora" (Dile que pienso en ella). Es una respuesta certera, aunque refulgente de magia: "Cuba te enamora". No sólo les pasó a ellos, sino a mi madre y a mi padre. La isla los enamoró y ellos le correspondieron.

Es un hecho; Cuba es una isla que inspira y exalta. Incluso ahora, escachada y abolida como está, aún fascina. Un verso de Reinaldo Arenas pudiera explicar este sinsentido: "Que el más sórdido horror tiene su encanto". Mira que he escuchado personas que han llegado horrorizados de la "degeneresencia" que impera en Cuba. Pero a la vez les impresiona ese pueblo devorado por unas ansias de vivir que crepitan deseos de libertad.

Para quitarse de encima la garra de España, el pueblo cubano tuvo que librar una cruenta guerra que duró treinta años. No sé cuánto tiempo más será requerido para sacudirse esta canalla domadora. Cito una vez más a Reinaldo, porque antes de morir sentenció por escrito la libertad de Cuba. Leví Marrero aseguró que Cuba renacerá. Ha sucedido antes y sucederá también ahora.

Pero no sé, hay días en que a una no la domina el optimismo, sino un realismo cuajado de resquemores. El veredicto de Cronos, ¿cuál será?

MN. ¿Qué cree usted que predomina en el devenir del hombre: destino o libre albedrío?

NGA. Esta es una interrogante compleja y, agregaría, la más difícil del cuestionario, pues intenta satisfacer una preocupación universal. Yo no soy el ser que conoce la respuesta. Y como si esto no fuera suficiente, es necesario tomar en cuenta el tema de la religión. Entonces, ya somos tres metidos en el escritorio. La discusión se va a empantanar y nos absorbería todo el tiempo. Pensé reducir esta supuesta dialéctica de la libertad o el libre albedrío y del determinismo o destino con la imagen de una vaca amarrada al árbol con un cordel, pero me pareció simplista y esquemática. Las cosas son mucho más complicadas.
¿Te interesa saber sólo mi punto de vista al respecto? Elijo tus propias palabras: libre albedrío y destino. Te respondo: para que el nacer, vivir y morir se cumplan, es necesario la existencia y práctica del libre albedrío. Es decir, uno presupone al otro, como el día a la noche. No son conceptos antitéticos, sino complementarios. Quizá pudiera demostrarlo con un ejemplo que ocurrió durante mi infancia y que planteo de prisa y corriendo desde la primera pregunta que me haces.

En Cuba, durante mi niñez, mis mejores amiguitas fueron dos hermanas católicas. Como se dice en México, las tres éramos "uña y mugre". Un día, ellas vinieron con esta propuesta: yo debía convertirme al catolicismo. De no hacerlo, al momento de mi muerte, como no estaba bautizada, no podría ir al cielo y ya no estaríamos juntas. No debía yo preocuparme por el proceso de conversión porque ellas y su sacerdote lo habían arreglado ya. Sería en la pequeña iglesia cercana al parque en el barrio de Santo Suárez, donde vivíamos. ¿El único requisito? No decirles nada a mis padres. En efecto, guardé el secreto, pues no era mi intención traicionarlas. Pero, a la vez, estaba en pleno tormento, porque ocultar el secreto significaba traicionarlos a ellos. El día marcado lo recuerdo con tal claridad como si estuviera ahí mismo dando vueltas a ese parque y dialogando con mi conciencia. ¿El resultado? No fui a la cita y las dejé plantadas.

El Premio Nobel de la Paz 1986 Elie Wiesel tiene una definición para el judaísmo interesante. Él afirma que para ser judío no basta haber nacido de padres judíos, sino que hay que elegir serlo (subrayado mío).

Entonces, con el sentir de Wiesel, sí, yo ejercí mi potestad de elección. En ese día, que marcó el rumbo de mi existencia, definitivamente elegí ser judía. Pero, Armando, yo no puedo ser tan arrogante para pensar que, a los nueve años, ya sabía quién era y quién quería ser. Creo, pues he meditado sobre esta ceremonia de decisiones, que D--s, como ser abstracto de mi religión, estuvo conmigo para ayudarme a elegir de modo idóneo que mi destino, como hebrea, cubana y mexicana, continuara fluyendo.







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