Este ha sido un año atípico en la Feria del Libro, al menos en la capital, antes que se traslade a las provincias. No se percibe el mismo embullo de otros años. Es como si la feria hubiese perdido su encanto.
"Prefiero ir al Pabellón Cuba (una de las su-sedes), porque es más cerca de mi casa que El Morro-Cabaña. Ya mi nieta compró a su antojo. Ese es mi regalo por su cumpleaños y ya la complací: no hay dinero ni tiempo para ir tan lejos", expresa un hombre acompañado de una niña, cuya bolsa transparenta varios libros infantiles.
La gran sede capitalina que comprende a las fortalezas coloniales del Morro y La Cabaña se convierte en lugar de difícil acceso. Solo los ómnibus que salen del Prado llegan hasta allí.
Los fuertes y fríos vientos que azotan el occidente del país por estos días y los repentinos chubascos también han conspirado contra la Feria.
"Es lo de todos los años, lo mejor lo venden muy caro o en horarios en que no puedes estar en el lanzamiento del libro. Me encantan las novelas policiacas pero nunca en mi vida he podido comprar en una Feria una de Daniel Chavarría o de Leonardo Padura, siempre tengo que esperar a que alguien me las preste", señala una aficionada a la lectura.
En general, las librerías se ven surtidas, pero no así las billeteras y monederos. La mayoría de las personas no pueden pagar los precios de los libros, los cuales en ocasiones no están acordes con la calidad del papel y la encuadernación.
"No queda más remedio que leer y releer lo mismo que tenemos en la casa. Hay que comer, vestirse, hay que remendar zapatos, hay que vivir a como se pueda", resume una madre para quien es quimérico irse de Feria y satisfacer sus gustos literarios y los de su prole.
Publicado por Aimée Cabrera en Primavera Digital el 28 de febrero de 2013.
"Prefiero ir al Pabellón Cuba (una de las su-sedes), porque es más cerca de mi casa que El Morro-Cabaña. Ya mi nieta compró a su antojo. Ese es mi regalo por su cumpleaños y ya la complací: no hay dinero ni tiempo para ir tan lejos", expresa un hombre acompañado de una niña, cuya bolsa transparenta varios libros infantiles.
La gran sede capitalina que comprende a las fortalezas coloniales del Morro y La Cabaña se convierte en lugar de difícil acceso. Solo los ómnibus que salen del Prado llegan hasta allí.
Los fuertes y fríos vientos que azotan el occidente del país por estos días y los repentinos chubascos también han conspirado contra la Feria.
"Es lo de todos los años, lo mejor lo venden muy caro o en horarios en que no puedes estar en el lanzamiento del libro. Me encantan las novelas policiacas pero nunca en mi vida he podido comprar en una Feria una de Daniel Chavarría o de Leonardo Padura, siempre tengo que esperar a que alguien me las preste", señala una aficionada a la lectura.
En general, las librerías se ven surtidas, pero no así las billeteras y monederos. La mayoría de las personas no pueden pagar los precios de los libros, los cuales en ocasiones no están acordes con la calidad del papel y la encuadernación.
"No queda más remedio que leer y releer lo mismo que tenemos en la casa. Hay que comer, vestirse, hay que remendar zapatos, hay que vivir a como se pueda", resume una madre para quien es quimérico irse de Feria y satisfacer sus gustos literarios y los de su prole.
Publicado por Aimée Cabrera en Primavera Digital el 28 de febrero de 2013.