Cuando abordó el rústico bote casero junto a otros 31 cubanos el mes pasado, Miguel López Maldonado cargaba con solo 18 años y la decisión de abandonar este tranquilo pueblo de pescadores en el sureste de la isla en busca de otro futuro en Estados Unidos.
Pero el motor del bote se rompió un par de días después, dejando a la embarcación al garete por tres semanas. Uno a uno los pasajeros fueron muriendo de sed y los que sobrevivieron no tuvieron más opción que tirar los cadáveres por la borda.
Para cuando fueron localizados por la marina mexicana a unos 240 kilómetros de Puerto Progreso, en la Península de Yucatán,15 -incluyendo a López Maldonado- habían muerto. De los 17 rescatados, dos fallecieron más tarde en un hospital de México.
Los padres de Maldonado no entienden por qué su hijo decidió partir. Pero otros habitantes del pueblo aseguran que muchos jóvenes no ven futuro en la economía manejada por el Estado, que desde hace medio siglo sufre un embargo de Estados Unidos y donde las oportunidades en el sector privado son muy limitadas. "No sé si nosotros somos conformistas y nos hemos conformado con lo que tenemos (...) Desde que tenía 15 años mi hijo quería irse de Cuba, no quería vivir en este país", dijo quebrado en llanto Miguel López Vega, padre del joven, sentado en la sala de su cómoda casa mientras vecinos desfilaban en silencio.
La tragedia, el peor desastre de una embarcación cubana en dos décadas, es parte de un creciente éxodo ilegal desde el este de Cuba que podría poner a prueba las espinosas relaciones migratorias entre la isla y Estados Unidos.
Cuba dice que la política de Washington fomenta los viajes ilegales al asegurarle a los cubanos un derecho especial en sus fronteras que no es concedido a ninguna otra nacionalidad: si llegan a suelo estadounidense pueden permanecer en el país, los que son interceptados en el camino son devueltos a la isla.
Las autoridades de Estados Unidos reportaron que 14.000 cubanos llegaron sin visas hasta la frontera con México en los últimos 11 meses, la mayor cantidad en una década. El viaje desesperado que terminó mal no es un caso aislado, dicen los residentes de Manzanillo, un pueblo de casas coloniales con más de 130.000 habitantes en la provincia de Granma que vive de la pesca y de los cultivos de arroz y caña de azúcar.
Los vecinos calculan que cuatro o cinco botes con hasta 30 pasajeros parten de este estrecho infestado de tiburones en las semanas en las que el clima es favorable. Sólo en el último mes, fueron detenidos 31.000 cubanos en el mar por la guardia costera de Estados Unidos, según las autoridades de ese país.
Los viajeros más jóvenes que se treparon al desventurado bote -que tenían entre 16 y 40 años- pagaron el equivalente de entre 400 y 600 dólares cada uno por la travesía de poco más de 1.000 kilómetros. La tarifa incluía la construcción de la embarcación, el combustible y los víveres.
El aumento de cubanos haciéndose a la mar desde varios puntos del país muestra la fragilidad de las reformas económicas ordenadas por el presidente Raúl Castro para legalizar la agricultura independiente y los pequeños negocios, reconstruyendo poco a poco un sector desmantelado por la revolución cubana de 1959.
Joaquín de La Paz, mecánico de un molino de arroz que perdió a dos hijos y dos nietos en la tragedia, dijo que ellos estaban desesperados por los problemas económicos y por las pocas oportunidades en el pueblo, que alguna vez fue un puerto activo que despachaba el azúcar de campos cercanos.
De La Paz, de 62 años, contó que aunque sus hijos trabajaban, una como profesora y el otro como empleado en el Ministerio de Salud, el dinero no les alcanzaba para cubrir sus necesidades. "Los muchachos están mirando que personas que nunca han tenido ni una bicicleta se van y al año vienen y ven cómo la familia cambia", comentó sosteniendo las fotos de sus familiares fallecidos. "Y yo en 43 años de trabajo no he podido adquirir nada, lo que he podido adquirir es más tristeza y más desgracia para mi familia", sostuvo.
A último momento, una de sus nietas decidió no acompañar a su madre y a su hermano, uno de los rescatados que murieron más tarde en México. Pero De la Paz cree que ella podría partir en algún momento. "Con el tiempo no va a quedar un muchacho de estos aquí, toda esta juventud que está aquí se va también", dijo el hombre.
La esposa de De la Paz, Xiomara Milán, sollozaba junto a él al recordar cómo criaban cerdos para alimentar a la familia. Confesó que su única esperanza era que su nieto fuera devuelto para ser sepultado porque su familia no tenía dinero para repatriar el cuerpo. Familiares y vecinos dijeron que sólo la Iglesia Católica les ofreció consuelo. El Gobierno y los medios de comunicación estatales no han dicho una palabra sobre la tragedia.
Parientes dicen que la única información que recibieron vino directamente de los sobrevivientes detenidos por autoridades migratorias en México, a quienes se les permitía hacer dos llamadas a la semana a casa.
La partida de personas desde el este de Cuba es incómoda para los líderes cubanos porque la región es famosa por haber sido el punto de partida para la revolución de 1959 lanzada desde la cercana Sierra Maestra. La provincia fue bautizada por el yate "Granma" que en 1956 llevó a un grupo de 82 rebeldes liderados por Fidel Castro desde México hasta las costas cubanas para encabezar una revolución contra el dictador Fulgencio Batista.
Una conmovedora misa por las víctimas fue celebrada el viernes en la principal iglesia católica del pueblo, donde se rezaron plegarias "por todos los que se sienten con la necesidad de encontrar otro país para vivir", urgiendo a los que quieren partir a que busquen "las vías más seguras para sus vidas". Y también hubo una oración para las autoridades cubanas,"para lograr el necesario progreso material y espiritual".
Los familiares de los sobrevivientes están pidiendo a las autoridades mexicanas que no los deporten de nuevo a Cuba, y que les permitan seguir su viaje a la frontera con Estados Unidos.
Niurka Aguilar, la madre de 47 años de una de las sobrevivientes, Maylin Pérez, dijo que fue el quinto intento de su hija de 30 años de abandonar la isla. Ella esperaba reunirse con su esposo, que logró hacer el viaje y ahora vive en Texas. "Si la viran, se va a volver a ir. Lo que pido es que la dejen llegar a Estados Unidos", dijo.