Han transcurrido más de tres décadas desde que Enrique García dejó de ser oficial operativo de la entonces Dirección General de Inteligencia de Cuba (DGI) y desertó en Quito, Ecuador.
Por estos días, a sus 64 años de edad, 34 vividos en Estados Unidos, García ha sido de los analistas más consultados en programas radiales y televisivos de Miami en torno al caso de la exagente de la DGI en EEUU, Ana Belén Montes, excarcelada la semana pasada tras cumplir 22 de los 25 años de prisión a que fue sentenciada en 2002 por espiar a favor de La Habana.
“Sin lugar a dudas, Montes ha sido el golpe más grande que ha recibido la inteligencia cubana en su historia”, dijo García sobre la captura y condena de la llamada "Reina de Cuba" en una entrevista con Radio Televisión Martí.
Nacida en una base militar estadounidense en Alemania, pero de padres puertorriqueños, la exanalista principal de temas cubanos en la Agencia de Inteligencia Militar de EEUU (DIA, en inglés fue liberada el pasado viernes, 6 de enero, y no el domingo 8, como había anunciado el Buró Federal de Prisiones.
Para García, existe una coincidencia histórica muy peculiar ligada a aquella fría mañana en Quito cuando sin equipaje, con 160 dólares en el bolsillo, ocultos en su cintura el revólver colt 38 de reglamento y una pistola calibre 45 que le había regalado el que fuera Ministro del Interior José Abrahantes, aparcó su auto con placa diplomática y se dirigió a una casa de seguridad de la Agencia Central de Inteligencia (CIA). Había desertado el agente Walter, el aparente representante empresarial con categoría de diplomático de la Embajada de Cuba en Ecuador.
“Mi exfiltración la realizó la CIA el 8 de enero de 1989, que coincidentemente fue también un domingo, como había sido anunciada la libertad de Montes", dijo García, quien tras desertar en Quito viajó a una base en Centroamérica, y de ahí a otra instalación militar en el territorio estadounidense, una operación que fue coordinada y ejecutada por la CIA.
“Los servicios cubanos son, fueron y siguen siendo una amenaza a la seguridad nacional de EEUU. Trabajan intensamente, yo tuve prueba de ello, y el caso de Montes lo demuestra. Y es que la primera misión que tiene cada agente de estos es indicar que se recluten más agentes”, dijo.
Con vehemencia aclara que no fue la CIA la que se acercó a él, sino que fue él quien contactó a la inteligencia estadounidense. Y en ese contexto remarcó que sus relaciones con el personal del Departamento de EEUU y Canadá en la DGI le permitieron acceder a piezas suficientes de información para conocer, en sentido general, la penetración y el trabajo perpetrado por los servicios cubanos de inteligencia en EEUU.
“Tuve referencia del caso de dos jóvenes universitarias que habían sido reclutadas, conocí la fecha de por lo menos uno de sus viajes a La Habana para entrenamiento. Vi documentos altamente secretos con membretes del Departamento de Estado de EEUU que el matrimonio Myers (Walter Kendall Myers y su esposa, Gwendolyn Steingraber Myers) entregó a la DGI y eran de tal valor que, cuando llegaban al centro de análisis en La Habana, eran procesados en la noche y madrugada. En la mañana, el jefe de la inteligencia salía con un maletín a despachar con Fidel Castro sin pasar por el ministro del Interior”, indicó el exoficial, graduado con honores de la escuela de Inteligencia de la KGB, en Moscú.
Asimismo, recordó que lo anteriormente relatado no sucedió en un día. “Era permanente, y puse en conocimiento de la comunidad de inteligencia de EEUU la penetración de la DGI en altas esferas del gobierno norteamericano, como en la cancillería”.
En 2009, Walter Kendall Myers, exempleado del Departamento de Estado, y su esposa, Gwendolyn Steingraber Myers, fueron acusados y condenados tras confesar que actuaban como espías de la DGI, nombrada así hasta 1989, en que cambió a Dirección de Inteligencia, DI.
Por otro lado, García dijo haber participado en la investigación inicial sobre Montes, y que en reiteradas oportunidades estuvo muy cercano al equipo que abrió la pesquisa.
“Yo no puedo decir en términos precisos que fui yo el que pasó a la CIA las primeras informaciones sobre el trabajo de Montes, pero sí puedo asegurar que encendí las alarmas de su caso y el de otros”, aseguró.
Hoy, en Miami, aún le queda el difuso recuerdo del momento que ingresó a la DGI, con apenas 17 años. Era el más joven de un grupo convocado a un parquecito de la barriada de Nuevo Vedado. Eso sí, no olvida las palabras pronunciadas en el acto de juramentación por el oficial de selección de cuadros de la DGI.
“Dijo una frase interesante: ustedes han sido reclutados por la Dirección de inteligencia, el órgano más secreto del Ministerio del Interior. De ahora en adelante, todo lo que ustedes harán en su vida será ilegal”, repitió con pesar.
En la conversación con Radio Televisión Martí mencionó algunos de los lineamientos que aparecen en los manuales de reclutamiento, como las motivaciones políticas e ideológicas, la moral psicológica, entiéndase chantaje, o el dinero, aspecto que se combinan en muchos de los casos con el estudio que realizan los oficiales expertos en agentura.
“En el reclutamiento no solo participa el oficial que entrevista, y que se relaciona con los potenciales agentes. Participan cinco o seis personas. Incluso, el reclutado no tiene idea de la cantidad de gente que lo está estudiando, y se analizan las características personales. Todo lo que se habla en la entrevista lo aprueba un jefe de centro, un oficial operativo, y lo prueba un jefe de sección, un jefe de departamento”, reveló García.
Después de su liberación, Montes viajó a Puerto Rico, donde se halla junto a familia, según ha transcendido en los medios. En una declaración divulgada por su abogada pidió discreción y se manifestó en contra de lo que llama bloqueo estadounidense a Cuba.
“Personas como Montes, lo que deberían primero hacer es la tarea, y ver realmente qué cosa es Cuba, y la última prueba que pueden hacer es irse a vivir a Cuba tres meses como cubano de a pie, o sea, con una jabita de comida; que vea como sufre un pueblo que no puede expresarse”, señaló García.
Algunos entendidos se aventuran a asegurar que, a estas alturas, La Habana ya debió enviar por sus canales un mensaje a Montes y familia.
“Estamos entrando en el campo especulativo, pero creo que Puerto Rico es un lugar muy conveniente para ella. La inmensa mayoría del pueblo puertorriqueño está orgulloso, está muy feliz de ser un Estado libre asociado de EEUU. Pero esa minoría izquierdista es amiga de Cuba, actúa como peón, y hay un flujo de puertorriqueños yendo y viniendo de la isla sistemáticamente”, opinó.
Pero, ¿quién fue el oficial que reclutó a Montes?
García maneja el nombre de Mario Monzón Barata, apodado Aquiles, ya fallecido, oficial operativo de la DGI en los primeros años de la década de 1980 y jefe de centro con fachada de Segundo Secretario en la Misión Permanente de Cuba ante Naciones Unidas en Nueva York.
“El ministro del Interior mandó a comprar unos aparatos electrónicos muy sofisticados en EEUU y Monzón y otro oficial del centro participaron en la transacción. Washington detectó que se había violado el embargo y los expulsó de Naciones Unidas ”, comentó.
El hecho ocurrió en 1982 y el Departamento de Estado identificó al segundo expulsado como el attaché, José Rodríguez. La Cancillería indicó entonces en un comunicado que el Buró Federal de Investigaciones determinó que Monzón era oficial de la DGI y había estado cometiendo actividades de espionaje.
Según García, Monzón fue uno de los jefes más premiados de la DGI por dirigir el reclutamiento de Montes desde La Habana.
“Todo sugiere que dirigió el reclutamiento de Montes desde la sede de la DGI cuando ella estudiaba en la universidad. Por eso, fue el más premiado. Y sí, ese nombre es importante en relación al caso”, concluyó.
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