Los periodistas independientes Freyser Martínez y Henry Constantin de La Hora de Cuba, describen la forma en que los cubanos celebran el fin de año en medio de las carencias y vicisitudes.
Celebrar el año nuevo es una tradición en todo el mundo. Cada país tiene su particular manera de festejarlo, y en Cuba las tradiciones de la mesa son las protagonistas: el ritual del cerdo asado, la yuca con o sin mojo, las ensaladas, el congrí...Pero también las familias, los reencuentros y las añoranzas de los que no están…
Desde que llega diciembre comienzan los cubanos a hacer planes para reunirse con los seres queridos que vienen de otras provincias, otros países o incluso desde dentro de la misma ciudad. El reto de adentrarse en la tormenta de horas tensas y hasta días, para conseguir los ansiados pasajes del reencuentro: para quienes vienen del exterior el desafío de los exorbitantes precios de las aerolíneas, y para los que se mueven por el interior de la isla la habitual desesperación ante el transporte estatal, matizado este año por el adjetivo “coyuntural”.
"La venta de los pasajes en tren u ómnibus, que antes del período de la “coyuntura” anunciado por Díaz-Canel el pasado septiembre, solía empezar dos meses antes de la fecha, se redujo a reservar dentro del mismo mes. Fueron canceladas salidas de ómnibus y, sin mucha información, el estado decidió vender los pasajes de diciembre unos días antes de este mes. De modo que cuando muchas familias ajenas a esta decisión se acercaron a las agencias de venta, sufrieron la decepción: ya para el día dos se había agotado toda posibilidad de reservar asientos en fin de año.
Otro fenómeno es el de las personas que, conociendo ya que viven en un país de magos, han salido a las calles, como hormigas, a comprar los productos necesarios para los festejos. El estado ofrece y descarta como una especie de prestidigitador, los víveres. La gente tiene que adivinar dónde han “sacado” refrescos, jugos, cerveza de producción nacional, turrones, carne…
Los cubanos en la isla no han perdido la alegría del rostro, aun en la más larga de las colas bajo el sol que, aunque es invierno, es fuerte. Pero sigue creciendo también la inconformidad, la desconfianza, el no saber a ciencia cierta cómo será el otro año.
Han faltado los carteles oficiales de “vivas” por el "Triunfo de la Revolución", tan comunes en las tiendas estatales por esta fecha, y sustituidos ahora por bafles con música, lo que es aún peor. Ha aparecido un surtido de pollo norteamericano a pesar del bloqueo, mientras la carne de cerdo y los vegetales para ensaladas suben de precio. El estado anuncia la venta de perniles y cerdos enteros en algunos puntos del país, y ya se pueden imaginar las extensas colas de aquellos que no pueden costear los precios alzados, no obstante, el intento fallido de las autoridades por controlarlos.
Este año a punto de terminar habrá muchas más familias extrañando a los que están del otro lado de la orilla, como suele decirse. Para algunas, alegría y cerdo asado en púa, o a la parrilla, o al horno, mientras otras solo podrán compartir un arroz con pollo, o menos. Pero aun así se abrazarán y tal vez por ese solo instante, olvidarán las penurias.
Otros sacarán sus maletas y las arrastrarán por las calles pidiendo un viaje, arrojarán agua en señal de deshacerse de los males pasados, se quemará el muñeco que simboliza el año viejo, entre otras tradiciones. Lo cierto es que no habrá muchos turrones, muy poca cerveza cubana, ni otros tantos productos que a esta altura todavía no se encuentran en el mercado nacional. Se irá el 2019, un año “coyuntural” y llegará otro, el 2020, del que todavía no sabemos nada".
(Redacción y fotos de Freyser Martínez y Henry Constantin de La Hora de Cuba).