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El delirio inseminador de Fidel Castro


 Fidel Castro en el Centro de Inseminación Artificial Rosafé Signet, en San José de las Lajas.
 Fidel Castro en el Centro de Inseminación Artificial Rosafé Signet, en San José de las Lajas.

A mediados de la década del 60 el semen animal corría por toda Cuba, convertida en un gran semillero nacional de esperma. La inseminación artificial era la nueva obsesión de Fidel Castro.

En una conversación entre vacas y terneras sobre modernas maneras de hacer la inseminación, dijo con indignación la vaquita Pijirigua:
“¡No salgo de esta manigua ni aunque me cubran de oro, a mí que me den el toro para seguir a la antigua!

(Inseminación Artificial, Cantautor: Pedro Luis Ferrer).

Nadie conoce la fecha exacta, pero ya a mediados de la década del 60 el semen animal corría por toda Cuba, convertida en un gran semillero nacional de esperma. La inseminación artificial era la nueva obsesión de Fidel.

Junto a la creación del hombre nuevo comunista, nació también la idea de crear una revolucionaria raza bovina capaz de reunir, en un solo ejemplar, excepcionales cualidades de leche y carne. Más leche que carne, porque Fidel alucinaba esta vez con ser el creador de ejemplares originales, de raigambre cubana, fruto del cruce genético de varias razas importadas con las modestas vaquitas aclimatadas en la isla.

Era la época en que Fidel Castro hablaba horas y horas, hipnotizando al auditorio con su elocuente oratoria. Abrumando a quienes lo escuchaban con especulaciones y cifras grandiosas.

"Porque se habla de animales de doble propósito, que dan leche y que dan carne. La realidad es que si ustedes tienen, por ejemplo, una vaca Holstein que da quince litros de leche, esa vaca siendo de leche le puede producir un animal de carne, simplemente cruzándola con una Santa Gertrudis, con un Aberdeen Angus, con cualquier otra raza de carne, entonces la vaca da leche, y cuando pare, produce un ternero que a los seis meses se puede mandar a cebar, cuando es un añojo se puede mandar a cebar.

Pero el propósito que tenemos -esto, desde luego, está todavía siendo discutido-, pero la idea que tenemos y lo que estamos estudiando es la de convertir toda la masa ganadera en masa que produzca leche, de ganado lechero. ¿Cómo? Mediante el cruce”.[1]

Y entonces fue el delirio...

Fidel comenzó a importar vacas y toros Holstein para sus experimentos genéticos. Costosos ejemplares comprados en Canadá llegaron a Cuba a bordo de las motonaves “Luis Arcos Bergnes” y “Camagüey”. En uno de esos viajes llegó Rosafé Signet, un robusto semental que costó 27.000 dólares -nacido el 9 de abril de 1954 según su ficha genética- y que fue sometido luego a tantas masturbaciones, que murió eyaculando, convertido en todo un mártir de la revolución inseminadora.

“Tenemos uno de los mejores toros actualmente. El año pasado produjo 22.000 dosis para inseminar, 22.000 pastillas de semen congelado. Eso quiere decir que se pueden inseminar más de 20.000 vacas con la producción de un solo toro. Desde luego, este toro también se puso en aire acondicionado”.[2]

El abogado Carey Linde (d) gastó $100.000 en esta estatua del semental vendido a Cuba en 1961 Rosafé Signet.
El abogado Carey Linde (d) gastó $100.000 en esta estatua del semental vendido a Cuba en 1961 Rosafé Signet.

Ese toro era Rosafé, que se adquirió al principio de la revolución. Costó 27.000 dólares. A decir verdad, creo que nos vendieron ese toro porque ya estaba un poco viejo, pero de todas maneras se logró extraerle algunos miles de ámpulas. Y Rosafé, que murió hace unos cuatro años, si mal no recuerdo, todavía está produciendo hijos, por las ámpulas de semen congelado que se conservan. Todavía quedan cerca de 200 ámpulas de ese toro.

Las nobles lecheras Holstein no se aclimataron con facilidad al calor subtropical cubano. El veinte por ciento de ellas murió en el intento, según reconoció Fidel en ese mismo discurso, hasta que se construyeron establos especiales con aire acondicionado para mitigar la nostalgia de los vacunos importados de las gélidas praderas canadienses.

A pesar de todas las comodidades, las Holstein canadienses no se comportaban en el medio ambiente cubano como se esperaba. Observador acucioso, Fidel dijo que después de mucho cavilar llegó a la conclusión de que el asunto estaba en el color de la piel. Las vacas rojas producían más leche que las de piel negra.

“Y decidimos ver qué pasaba con las vacas rojas porque nacían muy bonitas. Y un centro cerca de aquí se puso a observar la producción de leche de las negras con las rojas y ha observado un fenómeno muy interesante. La diferencia entre las rojas y las negras es a favor de las rojas. Es todavía mayor que la diferencia que hay entre con aire acondicionado y sin aire acondicionado. De manera que les han estado sacando más de cinco litros durante todo el tiempo, hijas del mismo padre y de madres de igual calidad. Se pusieron un grupo de negras con un grupo de rojas. Entonces, ¿qué parece indicar esto? Que en las condiciones del clima de Cuba el color rojo las hace más adaptadas a la resistencia al calor. Hasta ahora parece ser así. Entonces, ya estamos empezando a desarrollar, también reuniendo todas las rojas, el Holstein rojo. Progresivamente se les puede ir cambiando el color, manteniendo todas las demás características”.[3]

Así comenzó todo. Como es costumbre, cuando se trata de alabar un proyecto fantástico de Fidel, la prensa escrita, la radio y la televisión dedicaron amplios espacios informativos y enjundiosos análisis para avalar la brillante idea y los avances inseminadores que apuntaban al nacimiento de una gigantesca masa ganadera como nunca antes había soñado nadie. [4]

“En la ganadería, por ejemplo, ya en estos momentos hay 1.200.000 vacas en el plan de inseminación artificial. Hay que decir que nuestro país, en materia de inseminación artificial en la ganadería, en este momento está entre los primeros países del mundo. Para fines del año que viene alcanzaremos cerca de dos millones de vacas en inseminación. Y ya, posiblemente, con ese porcentaje, nuestro país ocupará el primer lugar del mundo en esa técnica”.[5]

Claro que para inseminar hacen falta inseminadores. Para formar técnicos inseminadores es necesario construir centros de enseñanza y entrenamiento. Se construyeron las escuelas y los laboratorios indispensables.

Más de 5.000 inseminadores salieron de aquellas aulas, probeta en mano, dispuestos a incursionar en las vaginas vacunas para depositar en las modestas vaquitas criollas el semen de los potentes toros importados.

“Se ha quintuplicado la productividad de los técnicos en inseminación desde el momento en que se han organizado los pastoreos, desde el momento en que se les ha dado una motocicleta con sidecar para realizar su trabajo. Es decir, hemos motorizado a los inseminadotes. Ustedes se los encontrarán por las carreteras constantemente yendo y viniendo”.[6]

Pero claro, para una imaginación tan fantástica eso no era suficiente.

“En el año 1970 tendremos cinco mil inseminadores. ¿Quieren saber cuántos tendremos en el 1975? Doce mil inseminadores, ¡doce mil inseminadores!

¿Saben cuántos habrá en el mes de enero próximo? Veinticinco mil. ¿Saben cuántos tendremos graduados, técnicos agropecuarios para 1970? Doce mil. Para 1975, cuarenta mil”.[7]

Inseminadores hubo hasta para exportar. En eso de cumplir misiones internacionalistas, el castrismo no ha escatimado recursos. Hasta Asia y África llegaron los inseminadores cubanos, listos para gestar a cuanta vaca se pusiera por delante.[8]

El frenesí espermático no se limitó a los vacunos. Puestos a inseminar, los delirios de Fidel contagiaron a los dirigentes y técnicos que buscaban ganar la aprobación y el favor del "jefe".

Primero fueron las modestas chivas criollas y las humildes ovejas. Luego el semen de la ilusión se extendió a los cerdos, hasta que en el éxtasis supremo del “espermazo” nacional, ni siquiera el manjuarí escapó del frenesí inseminador.[9]

El caso del manjuarí es en extremo intrigante. El manjuarí es una especie en extinción en Cuba. Atractosteus Tristoechus es su nombre científico. Los medios oficiales de prensa aseguran que, desde hace mucho tiempo, es raro encontrar un manjuarí en su habitat natural en la Ciénaga de Zapata, al sur de la isla.

Es un pez peculiar, su boca plana y alargada es similar a la de un cocodrilo con su hilera de dientes afilados en cada mandíbula. Aunque es comestible, sus huevos son venenosos. Los zoólogos cubanos afirman que es una especie de fósil viviente. Quién sabe, quizás por eso Fidel decidió conservar la especie.

Aquélla fue una iniciativa innecesaria. Hace algún tiempo un amigo pescador en Miami me reveló que en los canales de La Florida, que surcan los Everglades y desaguan en el lago Okeechobee, hay decenas de miles de manjuaríes. ¡Sorpresa!

En fin, con el paso del tiempo surgieron los híbridos del primer cruce genético vacuno diseñado por Fidel. Fueron bautizados como F-1, fiel a los patrones de la genética. Por la prensa oficial circularon los éxitos sucesivos de las F-2 y las F-3. Al final de tanto afán los resultados fueron menores que lo previsto por la fecunda imaginación de Fidel. Sólo el tiempo se encargó de disipar el sueño.

Años después de iniciada la aventura inseminadora, cuando la década del 60 llegaba a su final, un estudio del Instituto de Ciencia Animal de Cuba demostró el fracaso de los cruces de las razas Holstein con Cebú, las llamadas F1.

El rendimiento en leche en la lactancia era de 1.961 kilogramos para las Holstein y 370 para las F-1. La duración de la lactancia era de 250 días para las Holstein y de solo 72 días para las F1, y así sucesivamente en otros parámetros comparados.

El estudio fue presentado en el Primer Congreso de ese organismo, al que asistieron investigadores y científicos internacionales. Aquello fue demasiado para el ego de Fidel. Se presentó en el lugar y contra toda la evidencia científica defendió su proyecto genético.

“Eso fue presentado aquí, aunque se le llamara "interino". Porque yo no me atrevería a presentar algo “interino”, algo que no tenga un mínimo de convencimiento acerca de su validez. No se trata de presentar por presentar. Y, sin embargo, esta tesis fue presentada por un miembro del instituto y suscrita por el genetista principal de la institución y por su director.

Ahora bien: ¿puede esto sostenerse? No, esto no puede sostenerse. ¿Puede esto ser investigado y comprobado? Sí, esto puede ser investigado y comprobado: el carácter de esta ponencia, el error que entraña esta ponencia, la baja calidad y superficialidad de la investigación, la equivocación que entraña esta ponencia, la desorientación que entraña esta ponencia para los ganaderos en este país y para los que trabajan en la ganadería, para los que poseen ya medio millón de vacas F-1. Ahora, ¿se trata acaso de que nosotros nos disgustemos porque se haya hecho una investigación que arroje un resultado adverso? No”.[10]

Pero antes de que el sueño se perdiera en el tiempo, ya la fantasía genética de Fidel había parido otra alucinación: el pastoreo intensivo, la siembra de cientos de miles de hectáreas de pastos con técnicas revolucionarias. Un chispazo de esa visión se avizoraba en el discurso citado.

“Por eso les decía que no era la vaca la que producía leche, la vaca convierte el pasto que consume en leche, la res convierte el pasto que consume en carne. Y por eso, nosotros, dentro del socialismo, lo que tenemos que buscar no es la mayor producción de leche por vaca, sino la mayor producción de leche por caballería de tierra. (…) La ventaja que tiene Cuba es que puede contar con pasto verde todo el año y la cantidad de proteínas que da una caballería de pastos es varias veces superior a la que da una caballería de maíz aunque le sacaran dos cosechas. ¿Qué les parece? ¡Y el pasto se desprecia!”.[11]

De esta forma quedaba abierta la puerta para la próxima aventura. Se iniciaba la etapa de los pastizales.

Del festival del semen quedan algunas anécdotas que pertenecen al imaginario popular, aunque imposible de registrar con el debido rigor. Es el caso de más de un“guajiro-macho”, que tuvo que ser hospitalizado de urgencia con un priapismo severo, porque en su noche de bodas se había tomado más de una de aquellas famosas pastillas que excitaban a los sementales hasta el paroxismo.

Queda también el reclamo contestatario de la vaquita Pijirigua y lo más lamentable, una masa ganadera que en medio siglo de castrismo no ha superado todavía los seis millones de vacunos que había en Cuba cuando Fidel instaló su aventura en el país.

[1] Fidel Castro. Discurso pronunciado a los Alumnos de las Escuelas de Auxiliares de Administración, en el Teatro Chaplin, el 2 de octubre de 1963.

[2] Ibid.

[3] Ibid.

[4] Comienza a verse el fruto de la inseminación artificial. Justina Álvarez. Granma, 15 de julio de 1966. Pág. 4

[5] Fidel Castro. Discurso. Santa Clara, 9 de diciembre de 1966

[6] Ibid.

[7] Ibid.

[8] Partirá hacia Vietnam una brigada de técnicos en inseminación artificial. Ariel Rojas. Granma, 9 de mayo de 1972. Pág. 3

- Edificación contingente de constructores cubanos, en Tanzania, tres escuelas y un centro de inseminación artificial. Marta Jiménez Almira. Granma, 13 de mayo de 1976. Pág. 3

- Internacionalistas cubanos en Yemen Democrática. Sostenido desarrollo en la avicultura y la inseminación artificial. Rodolfo Casals. Granma, 11 de diciembre de 1980. Pág. 5

[9] Inseminación artificial de ovejas en Nuevitas. Lucas Cortada Fuentes. Granma, 25 de enero de 1960. Pág. 4

- Inseminación artificial en cerdos. Granma, 22 de febrero de 1989. Pág. 2

- Exitosa prueba de fecundación artificial para la preservación del manjuarí. Alexis Shelton. Granma, 9 de junio de 1971. Pág. 4

[10] Fidel Castro. Discurso clausura Primer Congreso Instituto de Ciencia Animal. La Habana, 13 de mayo de 1969.

[11] Ibid.

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