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El Califato y la Globalización del Terror


Escena del video publicado por Estado Islámico antes de la decapitación del periodista James Foley.
Escena del video publicado por Estado Islámico antes de la decapitación del periodista James Foley.

Las organizaciones terroristas intercambian armas, experiencias, recursos y zonas de adiestramiento, como si fuesen estados constituidos cumpliendo obligaciones internacionales.

Las acciones terroristas que desarrolla el Estado Islámico en Siria e Irak, y la capacidad que tienen de extenderlas a otras regiones y países con el concurso de militantes de diferentes latitudes, demuestran que el proceso de globalización del terror se encuentra en su momento culminante.

En el siglo XX las ideologías totalitarias fueron las principales amenazas a los valores más trascendentes de nuestra civilización.

El nazismo, fascismo y comunismo trataron de imponer modelos políticos contrarios a la naturaleza humana y para hacerlo recurrieron a la violencia extrema, practicaron el terrorismo y la subversión llevando muerte y desolación.

El nazifacismo provocó la segunda guerra mundial con una secuela de sangre y dolor sin precedentes. El comunismo soviético-chino y los que siguieron sus huellas, según cálculos modestos, causaron a la humanidad al menos la muerte de cien millones de personas.

En la pasada centuria también hubo muestras de terrorismo político y religiosos. Grupos en diferentes países, arguyendo distintos argumentos, hicieron uso de la fuerza extrema causando la muerte de miles de personas.

En la historia están los crímenes de la Facción del Ejercito Rojo alemán, las Brigadas Rojas italianas, la violencia del IRA como también están los numerosos asesinatos de los Tupamaros uruguayos, los Montoneros argentinos, Sendero Luminoso peruano y los siempre presentes de las guerrillas colombianas de las FARC y el ELN.

En este periodo también se reactivaron organizaciones árabes que estaban inspiradas en un fiero nacionalismo aderezado con valoraciones ideológicas y religiosas. Estas agrupaciones realizaron decenas de actos de terror. El asesinato de deportistas israelíes en las Olimpiadas de Munich, 1972. La voladura del vuelo 103 de Pan Am en Lokerbie, Escocia en 1988, ejecutado por el gobierno libio de Muamar Khadafi.

En Argentina, inspirados en el terrorismo religioso se produjeron atentados contra la embajada de Israel en Buenos Aires, 1992, y la voladura de una mutual judía, AMIA, dos años después.

Ambos hechos debieron alertar que el terrorismo islámico había hecho acto de presencia en America Latina, algo que en cierta medida se reafirmaba con el primer atentado terrorista contra las Torres Gemelas de Nueva York, hechos que debieron ser apreciados como una muestra de la amenaza global del terrorismo islámico.

El 11 de septiembre del 2001 el mundo cambió. Los ataques de ese día auguraban el presente. La violencia extrema e indiscriminada, inspirada en el extremismo islámico, envolvía una nueva impronta.

El terrorismo islamita seguía con su carácter devoto pero se internacionalizaba. Sus ejecutores eran de diferentes países, porque la organización que gestó el crimen, Al Qaeda, había sido capaz de crear franquicias para cometes asesinatos en su nombre.

El terrorismo se globalizó, no solo el islámico, al extremo que las organizaciones terroristas intercambian armas, experiencias, recursos y zonas de adiestramiento, como si fuesen estados constituidos cumpliendo obligaciones internacionales.

Hasta el presente es el Medio Oriente el espacio donde con más frecuencia y fuerza se manifiesta el terrorismo musulmán, pero es de espera que se extienda al resto del mundo como ha manifestado el líder del estado islámico Abu Bakr al Baghdadi, quien se autonombra Califa y descendiente de Mahoma.

Baghadadi, iraquí por nacimiento, abandonó Al Qaeda por ser más extremista que el grupo que lo acogía, se ha propuesto crear un califato asentado en tres continentes, Asia, África y Europa. Sus tácticas brutales y despiadadas lo han convertido en el símbolo que inspira a muchos de los que creen que la violencia extrema es el camino más apropiado para llegar a cualquier parte, con la singularidad que ha ganado adeptos en muchos países no islámicos que pueden convertirse en máquinas de matar en cualquier momento.

La transnacionalizacion del terror es el principal reto que enfrentan las democracias en el siglo XXI. El enemigo tiene rostro pero lo cambia con frecuencia. El enemigo puede comerciar y hasta recibir una ayuda humanitaria de nuestra parte en el mismo momento que se está preparando para destruirnos. El enemigo no comparte nuestra moral ni sufre crisis ética. El enemigo está frente a nosotros y no lo vemos. Es capaz de mimetizarte, ser uno de nosotros hasta que logre nuestra extinción.

Los nazis intentaron destruir el judaísmo, y el comunismo se propuso acabar con las formas de vida de Occidente. El nazismo y el comunismo, este último una especie de religión, se extendieron por el mundo pero sus proyectos fracasaron.

Ejemplos de los muchos episodios en la historia de la humanidad en que grupos de iluminados han intentado imponer sus conceptos a través de la fuerza y el terror, lo que sucede en esta ocasión, es qué aunque no logren la victoria, el resultado puede ser devastador, por el posible acceso a las armas de destrucción masiva.

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    Pedro Corzo

    Pedro Corzo, Santa Clara, 1943. Trabajó en Radio Martí desde 1998 hasta el 2021. Conferencista y escritor. Residió en Venezuela durante doce años y colaboró allí en varios medios de información.

    Es presentador del programa Opiniones de WLRN, Canal 17 y columnista de El Nuevo Herald. Ha producido varios documentales históricos, entre ellos Zapata, Boitel y Los Sin Derechos.

    Entre sus libros se cuentan Cuba, Cronología, Perfiles del Poder, La Porfía de la Razón, Guevara Anatomía de un Mito,  Cuba, Desplazados y Pueblos Cautivos y El Espionaje Cubano en Estados Unidos. 

    En mayo del 2017 recibió la Medalla de la Libertad que otorga el gobernador del estado de la Florida.

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