Dilma Rousseff enfrenta a partir de este martes el veredicto del Senado sobre su destitución, al final de un juicio político que, según los últimos cálculos, despedirá a la izquierda en el poder de Brasil y de buena parte de América Latina.
Combativa y por momentos sonriente, quedará para la historia la imagen de la presidenta defendiéndose del lodo de la corrupción en una sesión maratónica y continúa.
"No acepten un golpe que en vez de solucionar, agravará la crisis brasileña", pidió Rousseff, ahora compungida, al pleno de 81 senadores, convertidos en una especie de Gran Jurado.
Para que Rousseff sea retirada definitivamente del cargo, cuando menos 54 de los 81 senadores tienen que votar a favor. Conteos efectuados por medios de comunicación locales encuentran que 52 senadores han dicho que planean votar para retirarla del puesto, mientras que 18 se oponen y 11 no han definido su posición al respecto. En mayo, la misma cámara votó 55-22 para suspenderla y hacerle un juicio político.
La votación final ocurre tras nueve meses traumáticos luego de que se lanzara este proceso de "impeachment". En la jornada de este martes los senadores iniciaran sus deliberaciones para dar paso posteriormente a la decisión final.
El lunes, aunque algunos diálogos fueron acalorados, la sesión fue en su mayoría civilizada. Las preguntas abarcaron diversos temas que han afectado al país desde que el proceso de impugnación se inició a finales del año pasado en la cámara baja, polarizando al país.
Los senadores de oposición acusaron a Rousseff de saltarse las leyes de disciplina fiscal para ocultar agujeros en el presupuesto federal, afirmando que eso exacerbó una recesión que ha provocado una inflación del 10% y noticias diarias sobre despidos.
Rousseff rechazó de plano el argumento, afirmó que no había violado ninguna ley y señaló que presidentes anteriores emplearon técnicas contables similares. La mandataria dijo que se había visto obligada a tomar duras decisiones presupuestarias ante los menguantes ingresos y a la negativa de sus rivales en el Congreso a trabajar ocn ella.
En todo caso, añadió, el proceso de juicio político ha exacerbado la recesión en la economía más grande de Latinoamérica, y culpó de ello a la oposición, la cual ha argumentado que la mandataria debe ser destituida a fin de mejorar el ambiente financiero.
"Sé que seré juzgada, pero mi conciencia está limpia. No he cometido delito alguno", declaró Rousseff a los senadores que la escuchaban atentamente, en contraste con la estridencia habitual de esa cámara.
Rousseff había tenido antes duras palabras para su vicepresidente, Michel Temer, que asumió el cargo cuando ella fue apartada y terminará su legislatura si el Senado la impugna definitivamente.
Lo llamó "usurpador" y afirmó que los brasileños jamás habrían elegido a un hombre que nombró un gabinete exclusivamente de hombres blancos en un país en el que más de 50% de la población no es de esa raza. El gabinete instalado por Temer en mayo ha recibido fuertes críticas por su falta de diversidad, y tres de sus ministros tuvieron que renunciar menos de un mes después de haber asumido el puesto al ser acusados de corrupción.
"No estoy segura de cuándo, pero en algún momento empezó a cambiar", dijo Rousseff, que ha acusado varias veces a Temer de ser el ideólogo de su impugnación.
Temer, que no se mostró el lunes, emitió un comunicado describiendo como "mentiras" muchas de las acusaciones en su contra de los últimos meses. El presidente interino no subirá la edad de la jubilación de 70 a 75 años, no eliminará la baja por enfermedad pagada ni recortará las leyes laborales, afirmó el comunicado.
Rousseff es una ex guerrillera que fue encarcelada y torturada durante la dictadura del país, y que se convirtió en la primera mujer en ocupar la presidencia de Brasil, hizo una correlación entre su pasado y la situación actual.
"No puedo sino sentir la amargura de la injusticia", afirmó.
Rousseff recordó a los senadores que fue reelegida en 2014 por más de 54 millones de votantes, que según dijo no deben verse silenciados.
Rousseff dijo que había pagado el precio de rehusarse a suprimir una investigación policial sobre sobornos millonarios en la compañía petrolera estatal Petrobras, y dijo que legisladores corruptos se confabularon para destituirla y descarrillar dicha pesquisa.
Debido a la investigación han ido a parar a la cárcel prominentes empresarios y políticos, algunos de ellos del Partido de los Trabajadores, al que pertenece la mandataria. Sin embargo, el asunto no para ahí: grupos independientes calculan que 60% de los 594 legisladores en ambas cámaras son investigados por irregularidades y muchos por corrupción relacionada con la pesquisa en Petrobras.
Rousseff dijo que era una "ironía de la historia" que gente acusada de crímenes graves la juzgara por delitos que no cometió.
"Les pido que sean justos con una presidenta honesta", dijo con voz alterada por la emoción.
Si todo sale tal como pronosticaron los sondeos, Dilma será destituida y Temer será oficialmente el próximo presidente de Brasil hasta 2018, cuando se celebran nuevas elecciones. Para ello se requiere que 54 senadores condenen a Rousseff.
Un final trágico para esta exguerrillera de 68 años, pero no raro entre las huestes de la izquierda latinoamericana, que gobierna Brasil desde 2010 y que heredó un país en pleno boom económico, motor de crecimiento en la región.
En esos años dorados, el país fue elegido para celebrar los Juegos Olímpicos de 2016 y la Copa Mundial de Fútbol (2014).
Pero su imagen ha sufrido un fuerte desgaste a la par del deterioro de la economía, el crecimiento brutal del desempleo y la inflación.
Las revelaciones de una trama delictiva en torno a Petrobras, con ramificaciones hasta el puerto del Mariel en Cuba, que le costaron a la petrolera más de 2.000 millones de dólares, fueron la gota que derramó el vaso.
"No esperen de mí el silencio de los cobardes", aseguró Dilma y convocó a "resistir y resistir".
Pero su partido ya no tiene la misma convocatoria ante el escándalo no sólo de Dilma sino del ex presidenteLula da Silva, también una figura emblemática de la izquierda latinoamericana, aliado ideológico del régimen comunista de La Habana.
La policía de Sao Paulo dispersó con bombas de gas lacrimógeno a varios miles de manifestantes que protestaban en la neurálgica avenida Paulista, mientras que unas 2.000 personas se convocaron en Brasilia al grito de "Fora Temer!" y "Volta Dilma!". Al presente Dilma tiene un apoyo de apenas un 13%.
La presidenta acudió al hemiciclo acompañada del expresidente Lula, considerado su padrino político, quien también se encuentra inculpado e investigado por varios casos de corrupción y obstrucción de la justicia.
Fue un discurso dirigido a una nación entera, más que a los senadores que, en su mayoría, tienen una opinión formada. Le siguió un maratónico interrogatorio por detractores y aliados.
El "impeachment" cierra cuatro ciclos de izquierda del emblemático Partido de Trabajadores (PT) en el poder.
Rousseff fue acusada de autorizar gastos a espaldas del Congreso y postergar pagos a la banca pública para mejorar las cuentas y seguir financiando programas sociales para beneficio de su agenda ideológica el año de su reelección y a inicios de 2015.