Cuba es una Estado que ha fracasado y su economía e infraestructura están en franco deterioro, esa es la impresión que se llevó un miembro de la comunidad judía estadounidense que visitó la isla en virtud de la llamada política de intercambio “pueblo a pueblo”.
Douglas Bloomfield escribió un artículo en la publicación judía en Internet Jewish Journal, en el que entre otros asuntos se refiere a la política de EE.UU. con Cuba, al caso del contratista judío Alan Gross—preso en la Habana--, y se asombra de que después de más de medio siglo de revolución “los cubanos siguen teniendo la comida racionada”.
También se hace eco de haber excuchado en la isla que tres edificios se derrumban diariamente en La Habana,y constató que la población sufre de una amplia escasez de bienes esenciales, incluyendo medicinas.
“A los que participan en las misiones judías (que van a Cuba) se les pide que traigan consigo cosas básicas como medicinas, productos de aseo, pasta dental, jabones, artículos de primeros auxilios, y también equipos deportivos, instrumentos musicales, suministros artísticos, zapatos de danza y ropa para niños”, dice.
El artículo destaca que “mucha gente no puede disponer de electricidad en todo momento”, y que las cañerías están con frecuencia “en mal estado y son poco fiables”.
También subraya que en adición a estas miserias, “el gobierno controla la prensa” y que “sólo los hoteles para turistas extranjeros y los pocos cubanos con poder y dinero pueden tener acceso a las noticias por cable, como CNN y las transmisiones de la CCTV de China en canales en inglés y español, cuando funcionan”.
Bloomfield añade que “el servicio de Internet es raro, anticuado, caro, estrechamente controlado (por el gobierno)” y que es un tema en el centro de la controversia que involucra a los cubanoamericanos y las comunidades judías en EE.UU. y Cuba, después de la condena a 15 años de cárcel impuesta en la isla el judío estadounidense Alan Gross.
Douglas Bloomfield escribió un artículo en la publicación judía en Internet Jewish Journal, en el que entre otros asuntos se refiere a la política de EE.UU. con Cuba, al caso del contratista judío Alan Gross—preso en la Habana--, y se asombra de que después de más de medio siglo de revolución “los cubanos siguen teniendo la comida racionada”.
También se hace eco de haber excuchado en la isla que tres edificios se derrumban diariamente en La Habana,y constató que la población sufre de una amplia escasez de bienes esenciales, incluyendo medicinas.
“A los que participan en las misiones judías (que van a Cuba) se les pide que traigan consigo cosas básicas como medicinas, productos de aseo, pasta dental, jabones, artículos de primeros auxilios, y también equipos deportivos, instrumentos musicales, suministros artísticos, zapatos de danza y ropa para niños”, dice.
El artículo destaca que “mucha gente no puede disponer de electricidad en todo momento”, y que las cañerías están con frecuencia “en mal estado y son poco fiables”.
También subraya que en adición a estas miserias, “el gobierno controla la prensa” y que “sólo los hoteles para turistas extranjeros y los pocos cubanos con poder y dinero pueden tener acceso a las noticias por cable, como CNN y las transmisiones de la CCTV de China en canales en inglés y español, cuando funcionan”.
Bloomfield añade que “el servicio de Internet es raro, anticuado, caro, estrechamente controlado (por el gobierno)” y que es un tema en el centro de la controversia que involucra a los cubanoamericanos y las comunidades judías en EE.UU. y Cuba, después de la condena a 15 años de cárcel impuesta en la isla el judío estadounidense Alan Gross.