Es una manía. Por si fuera poco el manojo de abreviaturas que nos llegan desde las instancias políticas y económicas de América Latina (OEA, UNASUR, MERCOSUR, CEPAL, ALBA o CELAC), es en Cuba, donde las siglas han vivido una auténtica edad de oro.
Son pocos los cubanos que pueden alardear de conocer el extenso registro de abreviaturas que ha generado el colosal burocratismo verde olivo.
Quizás un estudioso, como Fernando Serrano, sepa el número más o menos exacto de siglas desperdigadas por las instituciones oficiales.
“Según mis datos, existen alrededor de dos mil abreviaturas, de organismos, planillas, procedimientos técnicos, financieros o policiales. Es un catálogo extenso”, señala Serrano.
La más conocida es la de los CDR (Comité de Defensa de la Revolución), organización colectiva con apoyo gubernamental que existe en cada cuadra y donde desde los 14 años los vecinos automáticamente se enrolan.
De corte paramilitar, los CDR lo mismo ofrecen voluntarios para donar sangre que sus miembros participen en actos de repudio a disidentes. Entre sus cláusulas se contempla acopiar materias primas y hacer guardias nocturnas para proteger de ladrones las bodegas, instituciones o casas de la zona. Aunque a decir la verdad, hace algún tiempo esas ordenanzas son letra muerta.
Luego está la OFICODA. Es la institución que regula la canasta básica. Una oficina que mediante la libreta de racionamiento controla la vida ciudadana. Todos los cubanos están asentados en el amplio registro de consumidores de la OFICODA. Cuando una persona se marcha definitivamente del país, es obligatorio darse baja de la OFICODA. Si usted no presenta la baja, Inmigración no le autoriza a viajar.
La OFICODA es la manera que ha encontrado el Estado para controlar que nadie compre más de un panecillo diario de 80 gramos o mensualmente pueda adquirir una libra de pollo en la carnicería.
Esa jerigonza ideológica y económica acuñada bajo el término de Revolución, ha montado un colosal aparato burocrático, social, político y policial. Cada uno con sus siglas.
Las instituciones represoras tienen un racimo de abreviaturas: MININT, DSE, CI, CIM, PNR... Los tipos duros de la Seguridad se conocen a la legua. Visten con jeans, pistola rusa Makarov en la cintura y andan en motos Suzuki. Los altos oficiales tienen autos Geely fabricados en China.
El Partido Comunista, que por decreto supervisa todos los aspectos políticos en el país, genera un barraje de siglas. Además del lenguaje típico.
Los funcionarios son 'cuadros'. El pueblo, 'las masas'. Los diferentes organismos, 'factores'. En cada capital de provincia hay dos alcaldes, pero oficialmente se les llama con otros nombres.
El presidente del Poder Popular en una ciudad es casi una figura decorativa. El poder real lo tiene lo que en occidente se conoce por Alcalde, pero en la isla pomposamente se le denomina Primer Secretario del Partido.
Dentro del partido existe una entidad que vela por la "pureza ideológica". Es el Departamento de Orientación Revolucionaria. DOR es su sigla.
Estos talibanes filosóficos son quienes autorizan y vigilan cada detalle de la vida nacional. Pueden prohibir una película o producción televisiva, si en la trama se intenta 'desacreditar la trayectoria impecable de la revolución', como ocurrió con el serial sobre la vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
Nada escapa a los controles del DOR. Inspeccionan o requisan cualquier obra, sea el lienzo de un artista plástico, un libro de poesía o un artículo periodístico.
A pesar de la cacareada apertura, siguen llenando la prensa oficial con textos optimistas y cifras de alimentos que jamás aterrizan en la mesa del cubano. Suelen ocultar informaciones consideradas 'baladíes’, como la visita de músicos cubanos residentes en Miami o de jugadores estadounidenses de Grandes Ligas.
Fernando Serrano desconoce si en otras partes del mundo existe tal cantidad de siglas y jergas.
“Creo que es imposible que en otras latitudes se generen tantas abreviaturas y aburridos discursos como en Cuba. Del mismo modo que el régimen presume de estar entre los primeros del mundo en baja mortalidad infantil, los libros Guinness debieran recoger la descomunal cantidad de siglas creadas por el Estado. Todo eso ha empobrecido el vocabulario del cubano actual”, apunta.
En las calles, la mediocridad se ha impuesto. 'Qué bolá’ o 'qué vuelta’, hace rato sustituyeron al tradicional Buenos días.
Son pocos los cubanos que pueden alardear de conocer el extenso registro de abreviaturas que ha generado el colosal burocratismo verde olivo.
Quizás un estudioso, como Fernando Serrano, sepa el número más o menos exacto de siglas desperdigadas por las instituciones oficiales.
“Según mis datos, existen alrededor de dos mil abreviaturas, de organismos, planillas, procedimientos técnicos, financieros o policiales. Es un catálogo extenso”, señala Serrano.
La más conocida es la de los CDR (Comité de Defensa de la Revolución), organización colectiva con apoyo gubernamental que existe en cada cuadra y donde desde los 14 años los vecinos automáticamente se enrolan.
De corte paramilitar, los CDR lo mismo ofrecen voluntarios para donar sangre que sus miembros participen en actos de repudio a disidentes. Entre sus cláusulas se contempla acopiar materias primas y hacer guardias nocturnas para proteger de ladrones las bodegas, instituciones o casas de la zona. Aunque a decir la verdad, hace algún tiempo esas ordenanzas son letra muerta.
Luego está la OFICODA. Es la institución que regula la canasta básica. Una oficina que mediante la libreta de racionamiento controla la vida ciudadana. Todos los cubanos están asentados en el amplio registro de consumidores de la OFICODA. Cuando una persona se marcha definitivamente del país, es obligatorio darse baja de la OFICODA. Si usted no presenta la baja, Inmigración no le autoriza a viajar.
La OFICODA es la manera que ha encontrado el Estado para controlar que nadie compre más de un panecillo diario de 80 gramos o mensualmente pueda adquirir una libra de pollo en la carnicería.
Esa jerigonza ideológica y económica acuñada bajo el término de Revolución, ha montado un colosal aparato burocrático, social, político y policial. Cada uno con sus siglas.
Las instituciones represoras tienen un racimo de abreviaturas: MININT, DSE, CI, CIM, PNR... Los tipos duros de la Seguridad se conocen a la legua. Visten con jeans, pistola rusa Makarov en la cintura y andan en motos Suzuki. Los altos oficiales tienen autos Geely fabricados en China.
El Partido Comunista, que por decreto supervisa todos los aspectos políticos en el país, genera un barraje de siglas. Además del lenguaje típico.
Los funcionarios son 'cuadros'. El pueblo, 'las masas'. Los diferentes organismos, 'factores'. En cada capital de provincia hay dos alcaldes, pero oficialmente se les llama con otros nombres.
El presidente del Poder Popular en una ciudad es casi una figura decorativa. El poder real lo tiene lo que en occidente se conoce por Alcalde, pero en la isla pomposamente se le denomina Primer Secretario del Partido.
Dentro del partido existe una entidad que vela por la "pureza ideológica". Es el Departamento de Orientación Revolucionaria. DOR es su sigla.
Estos talibanes filosóficos son quienes autorizan y vigilan cada detalle de la vida nacional. Pueden prohibir una película o producción televisiva, si en la trama se intenta 'desacreditar la trayectoria impecable de la revolución', como ocurrió con el serial sobre la vida del narcotraficante colombiano Pablo Escobar.
Nada escapa a los controles del DOR. Inspeccionan o requisan cualquier obra, sea el lienzo de un artista plástico, un libro de poesía o un artículo periodístico.
A pesar de la cacareada apertura, siguen llenando la prensa oficial con textos optimistas y cifras de alimentos que jamás aterrizan en la mesa del cubano. Suelen ocultar informaciones consideradas 'baladíes’, como la visita de músicos cubanos residentes en Miami o de jugadores estadounidenses de Grandes Ligas.
Fernando Serrano desconoce si en otras partes del mundo existe tal cantidad de siglas y jergas.
“Creo que es imposible que en otras latitudes se generen tantas abreviaturas y aburridos discursos como en Cuba. Del mismo modo que el régimen presume de estar entre los primeros del mundo en baja mortalidad infantil, los libros Guinness debieran recoger la descomunal cantidad de siglas creadas por el Estado. Todo eso ha empobrecido el vocabulario del cubano actual”, apunta.
En las calles, la mediocridad se ha impuesto. 'Qué bolá’ o 'qué vuelta’, hace rato sustituyeron al tradicional Buenos días.