La estatal Empresa Provincial de Alojamiento de La Habana se propone recuperar las “posadas”, como se conoce en Cuba a los moteles que alquilan habitaciones por horas, buscando “diversificar las opciones para el amor” con tarifas asequibles al bolsillo de los cubanos.
Un reportaje publicado el lunes en el semanario Trabajadores, órgano de la oficialista Central de Trabajadores de Cuba (CTC), explica que en la capital llegó a haber decenas de establecimientos de este tipo, pero en la década de los 90, “ante muy evidentes carencias económicas”, casi todos fueron convertidos en albergues para damnificados por huracanes.
“El resto, frente a la imposibilidad del más adecuado mantenimiento constructivo, sufrió un notable deterioro y poco a poco desaparecieron de la escena nacional las posadas”, recuerda la nota.
Ese vacío, que no significaba falta de demanda, lo aprovecharon particulares que comenzaron a alquilar habitaciones por horas, y que en la actualidad, según “Trabajadores”, cobran el equivalente a cinco dólares “por tres horas de privacidad amorosa”.
(La tarifa que cita el semanario, además de no incluir otros gastos, podría ser más bien la mínima. En un reportaje sobre el tema publicado por Diario Las Américas en 2015 nuestro colaborador en la isla Iván García entrevistó a personas afectadas por la desaparición de las posadas. Una de ellas, Osvaldo, mencionaba sus gastos en una noche de privacidad en una casa particular: "Además de 10 cuc como mínimo ... debes tener dinero para comprar comida y bebida".
“En un vacilón con la ‘jevita’ se te van bien 30 ó 40 'chavitos' (35 ó 45 dólares). No hay bolsillo que aguante. Se pasa bien. Agua fría y caliente, cama de película y televisor... Pero es un lujo”.)
Trabajadores reconoce que aún cinco dólares es “una alta cifra para el cubano promedio”, ya que el salario medio mensual en la isla ascendió en 2016 a 740 pesos cubanos (CUP), equivalentes a 29.6 dólares, según datos oficiales divulgados en junio.
“Ese es un servicio que ahora está en manos de particulares, quienes garantizan el espacio perdido por las famosas posadas. Creemos en la posibilidad real de retomarlo y desarrollarlo”, dijo el director de la Empresa Provincial de Alojamiento de La Habana, Alfonso Muñoz Chang.
Se relata también que la actual propuesta privada ofrece “aire acondicionado, refrigerador, agua fría y caliente y un confort adecuado”, pero no incluye la cerveza o “el trago o botella de ron a precios estratosféricos, el llamado saladito y algún que otro aderezo para hacer más placentero el momento”.
(Iván García también entrevistó en 2015 a Yusmila, dueña de una mansión convertida en lugar de citas: “Siempre la tengo llena. Cobro 7 cuc (unos $7) por tres horas y 20 por la noche completa. Ofrezco comidas y bebidas y los cuartos tienen jacuzzi”. En la antesala, un bar bien surtido y una mesa de billar.)
Por el momento, la Empresa Provincial de Alojamiento arrancará con una posada, el hotel Vento, un edificio de dos plantas con 16 habitaciones con baños y ubicado “a pocos metros de donde antaño existiera, precisamente, una conocida posada" (en Vento y Santa Catalina, municipio 10 de octubre), señaló Muñoz Chang.
El plan de la entidad es proseguir con otros alojamientos en La Habana, recuperando antiguas posadas como la de la (carretera) Monumental (20 habitaciones y parqueo para carros), Edén Arriba, Edén Abajo y el hotel Ocho Vías.
(La ubicación de algunas de estas en las afueras de la ciudad puede representar un gasto adicional. Gustavo, uno de los entrevistados por García en 2015, recuerda que las posadas que estaban en el centro de la ciudad: “estaban desbaratadas, con las paredes llenas de grafitis groseros y huecos que hacían las delicias de los mirones, pero cualquiera podía pagar la estancia de tres o cuatro horas. En las afueras de La Habana, existían posadas de calidad superior, pero había que tener auto propio o ir en taxi”).
“Pensar en diversificar las opciones para el amor no es algo traído por los pelos: es una realidad que atañe a todos y que no puede convertirse en un lujo”, sostiene el reportaje de Trabajadores. Pues ahora, lamenta el texto, si uno no tiene “cuarto privado, casa propia, o puede pagar una noche en un hotel, para el resto solo queda el hospedaje por horas, los parques, las escaleras oscuras, la playa y hasta el malecón”.
(Iván García en 2015: En la isla, el déficit de viviendas es el causante principal de que hasta cuatro generaciones diferentes convivan bajo el mismo techo. "Al compartir la habitación con otros familiares resulta complejo tener un espacio de intimidad”, apunta el sociólogo Carlos.
“Los sábados, cuando ando bien de dinero, le doy 50 pesos (dos dólares) a mi hermano para que me preste un par de horas su cuarto y poder tener privacidad con mi novia”, señala Jorge, obrero de la construcción.
Incluso matrimonios consolidados deben ser creativos si quieren tener un espacio sentimental. “En nuestra casa vivimos ocho personas: mis suegros, mi esposa y yo y cuatro hijos varones. Nuestra habitación hemos tenido que compartirla con los niños. Yo duermo en el sofá de la sala. Cuando mi mujer y yo queremos tener relaciones, debemos esperar a que los suegros se vayan a dormir, lo que suelen hacer pasada la una de la madrugada. Es una odisea”, cuenta Erasmo.)
“Nuestro ánimo es recuperar ese demandado servicio, de gran impacto social y, sin duda, muy rentable. Lo principal es demostrar que estatalmente podemos cumplir con ese propósito”, aseguró por su parte el ejecutivo al diario de la CTC.
La primera posada de Cuba, rememora “Trabajadores”, se llamó “Carabanchel” y abrió a finales del siglo XIX en el popular barrio de Centro Habana; después, los moteles proliferaron.
“A pesar de largas colas y las medidas de ‘camuflaje' que algunos desarrollaban para no ser sorprendidos por ojos indiscretos, siempre la gran mayoría quería -o queríamos- ir al lugar, pues allí se iba a amar”, refiere el reportaje, que asegura que todo cubano recuerda algo de las posadas, “ya sea aquel beso inolvidable, o el llamado del posadero indicando a los amantes que su tiempo había expirado”.
Y prosigue: “no solo garantizaban un final feliz para los 'entresijos' de las relaciones interpersonales, sino que constituían una opción para las parejas ante realidades que se iban acentuando en el país, especialmente la falta de vivienda”.
El reportaje de Trabajadores dice que la posada de Vento y Santa Catalina contará con aire acondicionado, televisor, refrigerador y teléfono, así como restaurante y servicio de alimentos ligeros.
La amplia información omite un dato clave: la tarifa por hora. Pero recuerda que “alguien precisó que no había negocio más seguro que el de las funerarias y las posadas; sus razones eran obvias: la muerte y el amor son sencillamente inevitables”.
(Redactado por Rolando Cartaya con información de Trabajadores, EFE y Diario las Américas)