LA HABANA. Dos camiones con remolques, repletos de tierra rojiza, parquean en una estrecha callejuela contigua al agromercado del Mónaco, barrio a treinta minutos del centro de La Habana.
Cuatro hombres con camisetas y overoles sucios acarrean sacos de yucas, boniatos y cajas de tomates hacia un almacén cuya puerta es de cabillas. Un tipo de barriga inmensa, utiliza sus dos manos como altoparlante y vocea: “Coge tu yuca aquí, a peso la libra, y tomates a tres cañas, se acabó el abuso”.
En minutos, bajo un sol fulgurante, se arma una cola de veinte o treinta personas, cada uno con sus respectivas jabas. A pocos metros del agro, en un mercado estatal hay una fila más numerosa, para comprar carne de cerdo.
Rubén, jubilado, asegura que está en la cola desde la cinco de la mañana. Van a dar las doce del día "y aún no he comprado dos perniles de puerco, uno para el 24 y otro para el 31 de diciembre. Es que en los mercados del Estado sale más barata la carne de cerdo. La libra de lomo y pierna la venden a 21 pesos y los particulares a 25”.
Se escuchan murmullos y quejas. Los perniles tienen un color indefinido. “No parecen de puerco. Es que los guardan tantos meses en refrigeración que la carne coge un color extraño. Dicen que cuando la comes sabe a pescado de presa. Va y a lo mejor no es ni siquiera puerco. Con esta gente (el gobierno) uno nunca sabe. Te venden el café ligado con chícharos y los cigarros en pesos cubanos con trozos de madera adentro”, comenta una señora.
Pero es la opción menos cara que tienen los cubanos que desayunan café sin leche y pan sin mantequilla. Diana, ama de casa, es optimista: “Al menos este año el tomate está mucho más barato, a 3 pesos la libra. El año pasado por esta fecha andaba por los 25 baros”, recuerda y añade:
“Los cubanos nacimos para pasar trabajo. A dos días de la Nochebuena, muchas familias no han comprado la carne de cerdo. Y pocas son las que pueden comprar turrones. Mira esos precios”, apunta, mientras señala una variedad de turrones que se exhiben en el mostrador de una tienda por divisas
Los precios pueden que sean más baratos que en Miami. Un turrón de Jijona cuesta el equivalente a cuatro dólares. Los de frutas, nueces, almendras o chocolate, alrededor de cinco dólares. “Sí, pero en ‘Mayami’ ganan ocho dólares la hora y en Cuba el salario es de 20 fulas mensuales y la jubilación promedio es de 12 cuc. No compares”, responde un señor airado en la cola del mercado estatal.
Tomemos como botón de muestra a la familia Rodríguez. Residen seis personas en un apartamento de dos cuartos en la barriada de La Víbora. “Mi mujer, la niña y yo dormimos en un cuarto. En el otro duermen mis suegros con nuestro hijo varón”, cuenta Rodríguez. Él y su cónyuge son profesionales y devengan un salario conjunto de 2,500 pesos, si sumamos 25 pesos convertibles que le pagan a ella como estimulación salarial.
“La pensión de mi padres es de 570 pesos. En total en mi casa entran 3,070 pesos o 125 cuc al cambio”, apunta la señora Rodríguez y hace un recuento de los gastos. “El 90 por ciento del dinero se va en comida. El resto en pagar electricidad, teléfono y otros servicios. Para comprar ropa, pasear o celebrar las navidades tenemos que inventar”.
Todos los nacidos en Cuba saben lo que significa 'inventar': robar en sus centros de trabajo o tener un negocio por la izquierda que les propicie una entrada extra de dinero.
La cena de nochebuena de los Rodríguez consistirá en una pierna de cerdo asada, cuatro muslos de pavo en fricasé, arroz, frijoles negros, ensalada de lechuga, col y tomate, yuca con mojo y dos turrones de Jijona que cortarán en doce trozos, dos para cada uno de los seis integrantes del núcleo familiar.
Los niños tomarán refresco y los adultos, media docena de cerveza Cristal en latas y una botella de vino tinto. Además del turrón, de postre tendrán buñuelos que preparará la abuela. “Para el fin de año, comeremos y beberemos lo mismo, lo único que en vez de vino tinto, tomaremos ron. El costo de las cenas el 24 y el 31 de diciembre rondará los 120 o 130 cuc. En dos comidas se nos irá el equivalente a nuestros dos salarios mensuales. ¿Dime tú si Cuba no es un país de loco?”, se pregunta el señor Rodríguez.
Un segmento amplio de cubanos no festejará la Navidad. No por la muerte de Fidel Castro, si no porque sus economías domésticas no se lo permiten. . “Si llega el pollo por pescado a la carnicería, a lo mejor me embullo y compro dos cajitas de Planchao (ron) y celebro la Nochebuena. De momento no tengo planes de fiesta”, indica René, obrero de la construcción.
Pero una fracción minoritaria, entre el 7 y el 10 por ciento de la población, posee amplias billeteras. Augusto, músico, ya adquirió un pavo congelado por 60 cuc, seis turrones distintos, tres cajas de cerveza, seis botellas de ron añejo. Para el 31 tiene previsto comprar sidra El Gaitero y varios racimos de uvas. Y en la sala de su casa armó un enorme árbol navideño repleto de bolas y luces.
Mario, diseñador privado de muebles, piensa pagar 60 cuc el cubierto, para cenar él y su esposa el 24 de diciembre en el Meliá Habana, hotel de Miramar que también ofrecerá almuerzos el 25, a 27 cuc los adultos y 15 los menores de 12 años y cenas el 31, a 145 cuc los adultos y 55 los niños hasta 12 años.
Los generales, ministros o funcionarios del gobierno con suficientes galones, reciben una cesta con pavo, frutas, botellas de ron y vinos, turrones y otras exquisiteces. Incluso en los años duros, cuando por decreto Fidel Castro prohibió las fiestas navideñas y el Día de Reyes, la burguesía verde olivo jamás dejó de celebrar la Nochebuena.
“La primera vez que vi tanta comida fue en casa Enrique Lusson, entonces Ministro del Transporte. Eran mesas desbordadas de carnes, mariscos y bebidas”, recuerda un ex escolta del MININT.
El relato de sacrificio y de ahorro es para los otros, los de abajo. Ellos, los de arriba, son diferentes. Viven al margen de las ordenanzas. Aunque tal vez este 31 de diciembre recibirán el 2017 con moderación, pues deben guardar un luto discreto por el fallecimiento de su comandante en jefe.
Y un jefe siempre es un jefe. Y hay que rendirle tributo si se quiere seguir de cuerpo presente.