En octubre de 1983, la guerra fría entre Estados Unidos y la otrora URSS estaba en su apogeo.
Fue una etapa inédita en la historia de la humanidad. Las dos potencias tenían el suficiente arsenal nuclear para destruir cien veces el planeta. El poder disuasivo de los misiles atómicos frenaba la expansión comunista soviética y la respuesta estadounidense.
Una guerra donde no habrían ganadores. Por tanto, la batalla se traspoló a conflictos civiles, propaganda y oratorias encendidas entre los líderes comunistas y demócratas occidentales.
El capítulo más tenso durante la guerra fría aconteció en Cuba en octubre de 1962.
En un inesperado cambio de alianza, en abril de 1961, Fidel Castro se asoció ideológicamente con el comunismo soviético. Financiado por el Kremlin, Castro desató focos de subversión en África y el continente americano. Y dio luz verde a la instalación en suelo cubano de 42 misiles atómicos rusos de alcance medio.
El mundo estuvo al borde una hecatombe nuclear. Luego de negociaciones entre Kruschov y Kennedy, se llegó al compromiso de que Estados Unidos no agrediera a la isla a cambio de retirar los cohetes. Pero Castro siguió con sus proyectos injerencistas en conflictos civiles en África, Centroamérica y Sudamérica.
Así las cosas, en Granada, una pequeña isla del Caribe, Maurice Rupert Bishop, abogado y político perteneciente al Movimiento New Jewel, en 1979 encabezó un golpe de Estado para deponer al régimen de Eric Gairy.
Bishop fue designado primer ministro y su gobierno estrechó fuertes lazos con Cuba y la URSS. Entre los proyectos del mandatario granadino se incluía la construcción de un nuevo aeropuerto internacional que Castro financiaría.
El entonces presidente Ronald Reagan, acusó a Bishop de utilizar el nuevo aeropuerto como base militar soviética. Los tambores de guerra comenzaron a sonar. Días antes de la intervención estadounidense, una asonada liderada por Bernard Coard, compañero de partido de Bishop, depuso al premier granadino. Fue ejecutado junto a su esposa en circunstancias aún no esclarecidas.
Fuerzas de la 82 división de Estados Unidos marcharon a Granada, para proteger a 600 ciudadanos estadounidenses que estudiaban medicina en Saint George, la capital.
Al otro lado del campo de batalla, cerca de 700 constructores cubanos que laboraban en la edificación del aeropuerto. Además de sus herramientos de trabajo, disponían de fusiles AKM, morteros y lanza granadas, para defender el aeropuerto en caso de ataque.
En 200 años, Cuba y Estados Unidos nunca se habían enfrentado militarmente. Todo lo contrario. Durante la guerra de secesión contra Inglaterra, mujeres cubanas y liberales criollos recaudaron dinero y joyas para la lucha de emancipación.
Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramontés, Calixto García y José Martí, entre otros próceres, se habían inspirado en la revolución norteamericana, sus reglas democráticas y la abolición de la esclavitud impulsada por Abraham Lincoln.
Hubo períodos difíciles. El aberrante apéndice jurídico a la Enmienda Platt en la Constitución de 1901, por la cesión de una parte del territorio nacional para establecer bases navales y las intervenciones de la armada estadounidense en conflictos locales, exacerbó a un segmento de intelectuales y políticos cubanos en ciernes.
Hay que situarse en el contexto de la época. En el mapa mundial todavía destacaban extensas porciones de territorio, coloreadas bajo el rótulo de colonias. A pesar de ciertas apetencias coloniales de un sector estadounidense, Cuba fundó su República el 20 de Mayo de 1902. Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla fue aliada de Estados Unidos frente al fascismo alemán, japonés e italiano.
Incluso con Castro en el poder, jamás había ocurrido una acción armada directa con su vecino del Norte. Era una batalla de palabras, desde las plazas públicas y tribunas internacionales. Con exceso de consignas y ofensas hacia los mandatarios gringos. Pero hasta ahí.
Cuando se conoció que era inminente la intervención de Estados Unidos en Granada, Fidel Castro envió con urgencia a un experto asesor militar, quien a la carrera debía entrenar y preparar a los 700 constructores, para un combate desigual contra fuerzas aeronavales estadounidenses.
Un suicidio. Un golpe de efecto que enaltecería a la revolución. Pura propaganda. A Castro poco le importaba la vida de los trabajadores. Sacar réditos políticos de un combate que de antemano se sabía perdido era su plan. El coronel PedroTortoló también lo sabía. Y en plena refriega, huyó y se asiló en la embajada soviética.
Durante una guerra, la primera víctima es la información. En 1983, sin Internet, Twitter, Facebook o Radio Martí, y con el control del régimen sobre los medios, Castro logró crear en el país un clima de patrioterismo y nacionalismo a ultranza.
Estudiaba en el preuniversitario René O'Reiné de la Víbora y recuerdo que los alumnos lloraban, al escuchar por el megáfono de la escuela que abrazados a la bandera, los últimos cubanos se habían inmolado por la patria.
Días después, se supo que todo fue un montaje. Una vulgar mentira. Los obreros en Granada se rindieron después de una corta escaramuza frente a la bien preparada 82 división.
El Coronel Tortoló fue utilizado como cabeza de turco y degradado. Ese capítulo de la guerra fría le costó la vida a 24 compatriotas, muertes que se pudieron evitar. En nombre de una ideología, en Granada, Angola y Etiopía, Fidel Castro arrastró a medio millón de cubanos a la armas. Las bajas y mutilados se cuentan por miles.
La historiografía oficial silencia o maquilla las guerras del comandante. Como la de hace 30 años en Granada, cuando por vez primera se produjo un enfrentamiento militar entre Cuba y Estados Unidos y la primera ocasión en que tropas de la isla pelearon fuera de su territorio.
Fue una etapa inédita en la historia de la humanidad. Las dos potencias tenían el suficiente arsenal nuclear para destruir cien veces el planeta. El poder disuasivo de los misiles atómicos frenaba la expansión comunista soviética y la respuesta estadounidense.
Una guerra donde no habrían ganadores. Por tanto, la batalla se traspoló a conflictos civiles, propaganda y oratorias encendidas entre los líderes comunistas y demócratas occidentales.
El capítulo más tenso durante la guerra fría aconteció en Cuba en octubre de 1962.
En un inesperado cambio de alianza, en abril de 1961, Fidel Castro se asoció ideológicamente con el comunismo soviético. Financiado por el Kremlin, Castro desató focos de subversión en África y el continente americano. Y dio luz verde a la instalación en suelo cubano de 42 misiles atómicos rusos de alcance medio.
El mundo estuvo al borde una hecatombe nuclear. Luego de negociaciones entre Kruschov y Kennedy, se llegó al compromiso de que Estados Unidos no agrediera a la isla a cambio de retirar los cohetes. Pero Castro siguió con sus proyectos injerencistas en conflictos civiles en África, Centroamérica y Sudamérica.
Así las cosas, en Granada, una pequeña isla del Caribe, Maurice Rupert Bishop, abogado y político perteneciente al Movimiento New Jewel, en 1979 encabezó un golpe de Estado para deponer al régimen de Eric Gairy.
Bishop fue designado primer ministro y su gobierno estrechó fuertes lazos con Cuba y la URSS. Entre los proyectos del mandatario granadino se incluía la construcción de un nuevo aeropuerto internacional que Castro financiaría.
El entonces presidente Ronald Reagan, acusó a Bishop de utilizar el nuevo aeropuerto como base militar soviética. Los tambores de guerra comenzaron a sonar. Días antes de la intervención estadounidense, una asonada liderada por Bernard Coard, compañero de partido de Bishop, depuso al premier granadino. Fue ejecutado junto a su esposa en circunstancias aún no esclarecidas.
Fuerzas de la 82 división de Estados Unidos marcharon a Granada, para proteger a 600 ciudadanos estadounidenses que estudiaban medicina en Saint George, la capital.
Al otro lado del campo de batalla, cerca de 700 constructores cubanos que laboraban en la edificación del aeropuerto. Además de sus herramientos de trabajo, disponían de fusiles AKM, morteros y lanza granadas, para defender el aeropuerto en caso de ataque.
En 200 años, Cuba y Estados Unidos nunca se habían enfrentado militarmente. Todo lo contrario. Durante la guerra de secesión contra Inglaterra, mujeres cubanas y liberales criollos recaudaron dinero y joyas para la lucha de emancipación.
Carlos Manuel de Céspedes, Ignacio Agramontés, Calixto García y José Martí, entre otros próceres, se habían inspirado en la revolución norteamericana, sus reglas democráticas y la abolición de la esclavitud impulsada por Abraham Lincoln.
Hubo períodos difíciles. El aberrante apéndice jurídico a la Enmienda Platt en la Constitución de 1901, por la cesión de una parte del territorio nacional para establecer bases navales y las intervenciones de la armada estadounidense en conflictos locales, exacerbó a un segmento de intelectuales y políticos cubanos en ciernes.
Hay que situarse en el contexto de la época. En el mapa mundial todavía destacaban extensas porciones de territorio, coloreadas bajo el rótulo de colonias. A pesar de ciertas apetencias coloniales de un sector estadounidense, Cuba fundó su República el 20 de Mayo de 1902. Durante la Segunda Guerra Mundial, la isla fue aliada de Estados Unidos frente al fascismo alemán, japonés e italiano.
Incluso con Castro en el poder, jamás había ocurrido una acción armada directa con su vecino del Norte. Era una batalla de palabras, desde las plazas públicas y tribunas internacionales. Con exceso de consignas y ofensas hacia los mandatarios gringos. Pero hasta ahí.
Cuando se conoció que era inminente la intervención de Estados Unidos en Granada, Fidel Castro envió con urgencia a un experto asesor militar, quien a la carrera debía entrenar y preparar a los 700 constructores, para un combate desigual contra fuerzas aeronavales estadounidenses.
Un suicidio. Un golpe de efecto que enaltecería a la revolución. Pura propaganda. A Castro poco le importaba la vida de los trabajadores. Sacar réditos políticos de un combate que de antemano se sabía perdido era su plan. El coronel PedroTortoló también lo sabía. Y en plena refriega, huyó y se asiló en la embajada soviética.
Durante una guerra, la primera víctima es la información. En 1983, sin Internet, Twitter, Facebook o Radio Martí, y con el control del régimen sobre los medios, Castro logró crear en el país un clima de patrioterismo y nacionalismo a ultranza.
Estudiaba en el preuniversitario René O'Reiné de la Víbora y recuerdo que los alumnos lloraban, al escuchar por el megáfono de la escuela que abrazados a la bandera, los últimos cubanos se habían inmolado por la patria.
Días después, se supo que todo fue un montaje. Una vulgar mentira. Los obreros en Granada se rindieron después de una corta escaramuza frente a la bien preparada 82 división.
El Coronel Tortoló fue utilizado como cabeza de turco y degradado. Ese capítulo de la guerra fría le costó la vida a 24 compatriotas, muertes que se pudieron evitar. En nombre de una ideología, en Granada, Angola y Etiopía, Fidel Castro arrastró a medio millón de cubanos a la armas. Las bajas y mutilados se cuentan por miles.
La historiografía oficial silencia o maquilla las guerras del comandante. Como la de hace 30 años en Granada, cuando por vez primera se produjo un enfrentamiento militar entre Cuba y Estados Unidos y la primera ocasión en que tropas de la isla pelearon fuera de su territorio.