Los ataques contra el personal diplomático estadounidense en La Habana afectaron al corazón de la red de espionaje de Washington en Cuba, según pudo saber The Associated Pres.
Efectivos de inteligencia de Estados Unidos estuvieron entre las primeras víctimas y las más afectadas.
Hasta que los espías estadounidenses que trabajaban bajo cobertura diplomática no reportaron oír extraños sonidos y sufrir efectos físicos aún más raros, Estados Unidos no detectó que algo iba mal, dijeron personas familiarizadas con la situación.
Los ataques comenzaron días después de la sorpresiva elección del republicano Donald Trump en las elecciones presidenciales de noviembre del año pasado, pero obviamente aún bajo el mandato del demócrata Barack Obama.
Pero el calendario exacto de los acontecimientos sigue sin estar claro, como tampoco lo está si los agentes de inteligencia fueron las primeras víctimas o simplemente los primeros en reportar lo sucedido.
Estados Unidos dice que la investigación “sigue en curso”.
Hasta la fecha, la administración Trump ha dicho de forma general que las 21 víctimas eran personal de la embajada de Estados Unidos o “miembros de la comunidad diplomática”. Esa descripción sugirió que sólo los diplomáticos de buena fe y sus miembros de la familia fueron afectados, sin ninguna motivación lógica más allá de interrumpir las relaciones entre ambos países.
Sin embargo, tras bambalinas los investigadores inmediatamente comenzaron a buscar explicaciones en el mundo más turbio del espionaje y el contraespionaje, dado que muchos de los primeros casos reportados involucraron trabajadores de inteligencia enviados a la embajada de Estados Unidos. Esa revelación, confirmada a la AP por media docena de funcionarios, añade otro elemento de misterio a una saga que ya lleva un año y que según el gobierno de Trump no ha terminado.
El Departamento de Estado y la CIA no quisieron comentar para esta historia.
Los primeros informes inquietantes de ruidos agudos y fuertes, así como padecimientos físicos inexplicables apuntaban a alguien que atacaba deliberadamente la red de inteligencia del gobierno estadounidense en la isla, en lo que parecía una escalofriante escalada de los juegos de espionaje que Washington y La Habana han librado entre sí en el último medio siglo.
Pero Estados Unidos pronto descubrió que los diplomáticos en la embajada también se vieron afectados por ataques similares, dijeron funcionarios, confundiendo aún más la búsqueda de un culpable y un motivo.
De los 21 casos confirmados, espías estadounidenses sufrieron algunos de los daños más agudos, incluyendo daño cerebral y pérdida auditiva, dijeron varios funcionarios estadounidenses que no estaban autorizados a hablar públicamente sobre la investigación y exigieron el anonimato. Los afectados escucharon un sonido inquietante dentro y en algunos casos fuera de sus casas en La Habana, descrito como similar al chirrido de los grillos. Entonces comenzaban a sentirse mal.
Con el tiempo, los ataques parecían evolucionar.
En muchos de los casos más recientes, las víctimas no oían ruidos y no sabían que se estaba produciendo un ataque, y sólo sentían los síntomas más tarde. Eso ha generado preocupación entre los investigadores de que los ataques podrían ser cada vez más sofisticados y difíciles de detectar, dijeron personas al tanto de la investigación.
Aunque el Departamento de Estado ha dicho que todos los casos están "confirmados médicamente", varios funcionarios estadounidenses dijeron que no está claro si todos los síntomas de las víctimas están vinculados de manera concluyente a los ataques. Considerando el profundo sentimiento de alarma entre los estadounidenses que trabajan en la embajada, es posible que algunos trabajadores atribuyan enfermedades no relacionadas a los ataques.
Casi nada de lo que ha ocurrido en La Habana es perfectamente claro. Pero así suelen ser las cosas en Cuba comunista.
Durante décadas, Washington y La Habana llevaron su rivalidad a niveles sin precedentes de acción encubierta. Los antiguos enemigos rastrearon el personal de cada uno, convirtieron agentes mutuamente y, en el caso de la CIA, incluso montó un intento fallido de derrocar al gobierno cubano en la invasión de Bahía de Cochinos en 1961.
Cuando los ataques se produjeron por primera vez, bajo Obama, ambos gobiernos se esforzaban por conseguir nuevos acuerdos comerciales y de inmigración. No se conocía públicamente ninguna nueva fricción entre los servicios de inteligencia.
Once meses después, Estados Unidos no puede garantizar que la amenaza haya terminado. La semana pasada, el Departamento de Estado advirtió a los estadounidenses que se mantuvieran alejados de Cuba y ordenó la salida indefinida de más de la mitad del personal de la embajada. Anteriormente, Washington había dado a todo el personal de la embajada la opción de volver a casa, pero incluso la mayoría de los afectados por los misteriosos ataques habían optado por quedarse, dijeron personas familiarizadas con la situación.
Para los que se quedan y los recién llegados, Estados Unidos está dando instrucciones sobre qué ver y escuchar para identificar un ataque en curso. También están aprendiendo pasos a seguir para mitigar el riesgo, dijeron funcionarios.
Pero Estados Unidos no ha identificado ningún dispositivo que sea responsable del daño. Las investigaciones del FBI no han arrojado resultados.
Para identificar mejor los patrones, los investigadores crearon un mapa detallando áreas específicas de la capital cubana donde se han producido ataques, dijeron varias personas familiarizadas con el asunto. Tres "zonas", o grupos geográficos de ataques, cubren las casas donde viven diplomáticos estadounidenses y varios hoteles donde ocurrieron los ataques, incluido el histórico Hotel Capri.
Desde la primera revelación de la situación en agosto, Estados Unidos había evitado la palabra "ataques" y los llamaba "incidentes", hasta el viernes pasado. Ahora, el Departamento de Estado los considera "ataques específicos" dirigidos contra los estadounidenses asignados en La Habana, sin decir qué nueva información, de haberla, dio lugar a la nueva confianza de que eran realmente deliberados.
La reducción de la embajada de la semana pasada aumentó la creciente fricción entre las naciones. Y una nueva advertencia de viaje amenaza con reducir el turismo, una columna vertebral de la economía cubana.
En La Habana, los diplomáticos estadounidenses están vendiendo frenéticamente sus cosas, desde colchones hasta artículos enlatados y juguetes para niños, y buscando empleo y lugares para vivir en Estados Unidos. Muchos han pasado años en el extranjero y no tienen un hogar en su propio país.
Para los cubanos, puede que no sea mejor. El gobierno estadounidense ha estado proporcionando 20.000 visas al año a los cubanos que se mudan a Estados Unidos. Ha emitido miles más a los cubanos que desean visitar a la familia en territorio estadounidense. La reducción en el personal estadounidense en La Habana significa que el trámite de visas queda suspendido indefinidamente.
(Reporte de Michael Weissenstein, Josh Lederman y Matthew Lee/Associated Press)