Negar que en Cuba algunas cosas vienen cambiando lentamente, como se empeñan algunos en afirmar, es complicado porque la realidad apabulla y no se detiene por emociones ni por esquemas ideológicos. Lo mismo pasa con los que se obstinan en afirmar que la política de Raúl Castro es la misma que la de su hermano Fidel, porque no es así a la luz de los hechos y acontecimientos.
Claro, a todo lo anterior hay que decir que todavía hay aspectos de esa nueva realidad que no solamente no nos satisfacen, sino que estamos obligados a denunciar.
Vayamos por parte: Hoy el cubano tiene celulares, algunos tienen negocios por cuenta propia (cuentapropistas); otros tienen paladares (restaurantes privados); muchos viajan al exterior; unos cuantos compran y venden casas; en muchas iglesias cristianas (llámense protestantes o católicas) hay comedores populares para los pobres, hay dispensarios para los niños enfermos y atención especial para los mayores de la tercera edad; y hay catequesis en todos los rincones de la isla.
Todos los presos del grupo heroico de los 75 están en libertad y la mayoría, con sus familiares, en el exterior. Otros se quedaron en la isla.
Hoy se abre la posibilidad de Relaciones Diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos y de colaboración en las comunicaciones electrónicas; las categorías de viajes para que los estadounidenses puedan viajar a la isla, se han aumentado; la inteligencia cubana viene colaborando con la DEA en el contrabando de estupefacientes por el mar Caribe; las remesas que se envían desde Estados Unidos para empoderar a los cubanos se han quintuplicado; los viajes para la reunificación familiar se aumentan aceleradamente y van logrando su objetivo.
Muy pocos de estos cambios se hubieran logrado con Fidel Castro en el poder. Y la consigna del papa Juan Pablo II que Cuba se abra al mundo y el mundo se abra a Cuba, en algo comienza a moverse entre los entresijos de la historia que nos rodea.
No podemos negar que la sociedad civil cubana se ha beneficiado con una gran parte de esta nueva realidad, a partir de lo que acabamos de exponer.
Ahora, hay que decir que hay una asignatura pendiente para el régimen de Raúl Castro. No la vamos a pasar por alto. Hay que exigir que en Cuba se respeten de forma integral los Derechos Humanos, que el cubano tenga libertad de expresión, que termine el acoso contra las Damas de Blanco, contra las Ciudadanas por la Democracia y contra cualquier cubano que exprese una discrepancia con el Gobierno. Que se libere inmediatamente al grafitero El Sexto y que se permita a Tania Bruguera salir y entrar en Cuba sin amenazas ni chantajes. También que se liberen a todos los presos políticos, si es cierto que quedan algunos todavía tras las rejas.
Pero por algo hay que empezar. Algunos estigmas de la Guerra Fría van quedando atrás, aunque no todos.
Prefiero no meterme en presentimientos adversos y tenebrosos, como hacen algunos, porque la historia ni el periodismo trabajan con presentimientos, sino con realidades y hechos consumados.
Y concluyo, si Suráfrica y España lograron superar el espanto del racismo esclavista del Apartheid y los horrores de una Guerra Civil, con el compromiso, el diálogo, el perdón y la reconciliación, y hoy Suráfrica y España son dos países plenos en democracia y en libertad, ¿por qué no Cuba?
Prefiero este camino para Cuba que el enfrentamiento, la violencia o el aislamiento fracasado de más de medio siglo con un embargo norteamericano que al que más golpeó fue al pueblo cubano y le dio al Gobierno comunista su gran pretexto para justificar todo el desastre sistémico del comunismo.
Por todo lo anterior, me pareció estupendo que el papa Francisco haya servido de facilitador en los encuentros preliminares entre Cuba y Estados Unidos.
Lo demás está por ver o por venir. Y todos los cubanos, sin excepción, de uno u otro sector, coincidan o no, tienen que estar atentos y unidos en lo básico que sustenta la diversidad de ideas y de pensamientos para lograr que la libertad y la democracia regresen a Cuba.
El camino es lento, pero se hace camino al andar.