La Habana - "Cuba es una isla con dos países adentro: uno transcurre en las calles, el otro en la televisión”, afirma la ingeniera agrónoma Laura Beatriz Grangel, en referencia a un spot divulgado por el canal estatal Cubavisión. El spot recomienda al televidente incorporar, diariamente, el consumo de frutas y vegetales para mantener una dieta alimenticia saludable, en un país donde el salario promedio no sobrepasa los setecientos cincuenta pesos mensuales.
En el agromercado de la EJT [Ejército Juvenil del Trabajo], en Avenida Tulipán, la ingeniera Grangel realiza una compra variada entre verduras, viandas, frutas y frijoles, destinada a elaborar una alimentación balanceada para cuatro comensales:
Una libra de berenjena [5.00 cup], una libra de tomates [4.00 cup], una libra de apio [5.00 cup], un mazo de acelga [7.00 cup], una libra de calabaza [2.00 cup], una libra de melón [3.00 cup], una libra de guayaba [5.00 cup], una libra de frutabomba [7.00 cup], y una libra de frijoles colorados [11.00 cup].
“Toda esa compra totaliza 50 pesos, y aunque soy bastante economizadora y creativa a la hora de elaborar los alimentos, apenas te alcanza preparar recetas para dos comidas”, asegura Grangel, que percibe un salario de 700 cup mensual a razón de 25 cup diarios.
“Es decir, incorporar diariamente frutas, vegetales y viandas a la dieta alimenticia de mi familia cuesta el doble de lo que devengo en un día”.
Elidiorquis Perdomo tiene dos hijos, uno de ellos padece Síndrome de Down. La calidad de vida de este hijo depende, entre otras cosas, de una alimentación equilibrada. Aunque jamás estudió ninguna especialidad de ciencias médicas, se ha vuelto casi una experta en nutrición.
“Las hortalizas y verduras son alimentos que contribuyen a hidratar el organismo humano por su alto contenido de agua, además de ser nutritivas y ayudar a la fijación del hierro evitando la anemia”, advierte, y acto seguido se lamenta de que los precios de frutas y vegetales no se corresponden con los salarios obreros en la Isla.
“Los precios representan el primer obstáculo para que un cubano de a pie pueda sostener una alimentación sana”, añade Perdomo. Garantizar al menos dos vasos de jugo diarios para sus dos hijos es casi imposible con el salario mensual [315.00 cup] que percibe como secretaria.
“Con una piña o un mamey [10.00 cup pesos cada uno] solo me alcanza para hacer aproximadamente cuatro vasos de jugo. Lo mismo con una libra de guayaba, de melón o de frutabomba, en dependencia de la calidad del producto”.
Según los cálculos de Perdomo, solamente en jugo de frutas enfrenta un gasto mensual aproximado de 150.00 cup, la mitad de su salario.
Meysis y Angelito son un matrimonio de jóvenes habaneros que se rigen por los principios de la llamada ʻcomida permaculturalʼ. Ambos explican que los elementos de la permacultura ayudan a comprender la necesidad de una más clara correspondencia entre cómo se cocina y el origen de lo que se cocina, de forma tal que la autoproducción sea un componente importante de la dieta.
Sin embargo reconocen que tanto ser vegetariano, como plantearse una alimentación sana y equilibrada incorporando hortalizas, vegetales y frutas, está muy lejos del bolsillo obrero y la economía doméstica.
“La alimentación sana no puede plantearse como alternativa ocasional sino diaria, no se trata de consumir vegetales o frutas dos o tres veces a la semana”, comenta Meysis, especialista en Recursos Humanos.
“Una libra de remolacha y de zanahoria cuesta cuatro pesos cada una, mientras que una libra de rábano cuesta cinco y una de habichuela seis pesos. Una ensalada simple con estos cuatro productos resulta en un gasto de dieciocho pesos”, contabiliza Angelito, licenciado en Informática.
“Y supongamos que esa receta no se consuma diariamente sino en días alternos. Igual serían doscientos setenta pesos mensuales, la tercera parte de un salario promedio en Cuba”, agrega Meysis a la vez que comprende que la autoproducción de alimentos requiere de un tiempo y recursos mínimos que los cubanos en la Isla no tienen.
En la feria agropecuaria de Vía Blanca y Colón, en el Cerro, Aniceto del Valle saca cuentas. Necesita variar su dieta alimenticia por recomendación médica: padece de gastritis y su presión arterial es inestable.
“Cómo puedo sostener, todos los días, una alimentación más sana cuando una libra de pepino cuesta tres pesos, la de ají pimiento cuesta seis pesos y un mazo de lechuga siete pesos”, cuestiona del Valle, ex miembro de la FAR.
Su esposa, Clara Ferrán, lo interrumpe para señalar que esa cuenta es solo para la ensalada y muestra el resto de la factura:
Una libra de boniatos [2.00 cup], dos plátanos machos [2.50 cup cada uno], un paquete de ajo [10.00 cup], una libra de cebollas [10.00 cup] y una libra de garbanzos [20.00 cup].
“Sumando todo son 61 pesos sin contar, por supuesto, el gasto en las frutas”, aclara Ferrán mientras contempla a su esposo ensimismado en los cálculos.
Al preguntarles para cuántos días les alcanzaría todo lo que compraron, casi responden al unísono: dos días a lo sumo.
“Pero aquí solo estamos hablando de frutas y vegetales. Ahí se tiene que añadir las carnes, las especias, el arroz… porque no solamente de pan vive el hombre”, concluye del Valle.