En los alrededores de las Cadecas (casas de cambio) hay que andar alerta, porque los estafadores y los asaltantes están a la orden del día.
Lo más prudente, por mucha cola que haya y muy apurado que uno esté, es no escuchar las propuestas de los tipos que merodean las Cadecas, no importa que parezcan serios y decentes –esos son los más peligrosos- ni que el cambio que ofrezcan por los euros o dólares que vas a cambiar sea más que el oficial.
Estos timadores, como los pillos de las chapitas en las guaguas que tantos incautos atrapan, son maestros del ilusionismo y la prestidigitación… Apartados de la fila, cuentan y recuentan los billetes ante tu vista, una, dos y tres veces, siempre con la recomendación apremiante de que tengas cuidado que no venga un policía…Y ahí están los billetes, casi siempre flamantes, sin que falte uno…Ahora los ves, ahora no, aquí están… Hasta que no los veas más, porque el tipo se desprende a correr con el dinero y no hay Dios que lo ataje.
O puede suceder que te hayas despedido conforme, puede que hasta le hayas dado las gracias y él a ti, y luego que hayas caminado unos pasos descubras que te dio billetes falsos o que te falta dinero.
Dinero prestidigitado
Tengo un amigo a quien estafaron a solo unos metros de la Cadeca de La Palma, en Arroyo Naranjo.
Un gordo de acento cantarín, de unos cuarenta y tantos años, con gorra de los Yankees de New York, le preguntó qué iba a cambiar. Cuando mi amigo le dijo que cambiaría un billete de 100 euros, el hombre ofreció comprárselo, pagándole el euro a 1.35 cuc. Ese día, el cambio oficial estaba a 1.31 cuc. El cambista le explicó que necesitaba los euros con urgencia porque iba a viajar a España. Sacó un fajo de billetes y se lo contó dos veces. No había duda, eran 135 cuc: seis billetes de 20, uno de 10, y uno de a cinco. “¿Está bien? OK, guárdalos rápido, que el guardia nos está mirando”, le dijo.
Cuando caminó unos metros, mi amigo tuvo el presentimiento de que lo habían tumbado. Efectivamente: cuando se sacó el dinero del bolsillo, descubrió que el tipo le había dado seis o siete pesos estrujados y doblados dentro de un billete de 5 cuc. Eso fue todo lo que pudo recuperar de los 100 euros. Y jura que no vio en qué momento el estafador, del que ya no quedaba ni rastro por todo aquello, hizo el pase de manos decisivo que trocó el fajo real por el trucado.
Abracadabra, patas... que corren
Conozco otro hombre a quien lo atracaron, también en la Cadeca de La Palma, que parece ser una de las más peligrosas.
Se decidió a cambiar con el mulato de espejuelos oscuros que le hizo la propuesta, porque había mucha cola y él estaba muy apurado. Caminó solo unos pasos con el cambista. Este le contó el dinero dos veces, estaba completo, pero cuando alargó la mano para dar el billete de 50 euros y recoger lo suyo, un mastodonte en camiseta, que no vio aproximarse, lo embistió por un costado y lo lanzó contra el piso. Los dos tipos corrieron como galgos y se perdieron entre el tráfico y la multitud, sin que la víctima, que solo resultó con un golpe en el hombro y la mano lastimada, lograse alcanzarlos.
El hecho ocurrió poco antes de las nueve de la mañana, en la calzada de Diez de Octubre, a la vista de varias decenas de personas, entre ellas las que hacían la cola de la Cadeca, pero nadie intervino. Y mucho menos apareció un policía.
El hombre no logra ser consolado del robo por los que le dicen que salió bien que no le dieron una puñalada.
Ya sabe, si va a la Cadeca,¡cuidado! Agarre firme el bolso o la cartera, y no escuche proposiciones.
(Publicado originalmente en Cubanet el 09/03/2014)