Una armazón de palabras le han bastado a Armando De Armas (Santa Clara, 1958) para conformar el cuerpo de su nueva obra, que se pasea entre la novela y el testimonio, que sujeta sus argumentos entre el relato corto y esa especie de ‘diarismo’ con que nos muestra dos realidades: la de la vida novelada y la del sueño realizado.
Caballeros en el tiempo (Atmósfera literaria, 2013) trae consigo la memoria de uno y de varios viajes. Jorge, Amadís y los seguidores de una barca sin rumbo aparecen aquí para recordarnos que hay otro viaje por hacer, remar a contracorriente, virar el rostro y volver a ventilar los sueños. Esos sueños les son devueltos en la turbulencia de los conocidos escapes en balsa y cuanto artefacto hayan encontrado los cubanos para darle fin a un viaje que nunca termina.
De Armas vive un doble viaje, el de la escritura y la manera personal de afrontar su propia historia, para mezclar realidad y ficción en una sola pieza. La obra “fue escrita en Cuba hace más de 20 años y sacada clandestinamente de allá. Quizá esa mezcla de géneros se deba a que son los más apropiados para escribir de la experiencia”, comenta Armando.
El curso narrativo de esta novela es atravesado por la experiencia onírica y la sujeción a conceptos éticos religiosos que derivan en una riquísima amalgama.
“Soy en sí un autor autofágico”, -dice Armando de Armas- vida y vísceras en lo que narro, un realista en el sentido pleno, quiere decir, uno que tiene en cuenta una realidad otra que parece acechar en las cuatro esquinas de Eleggua o Elegbara, como le nombraban los antiguos griegos, y que es en definitiva más importante que la realidad ordinaria puesto que sobre ella determina y manda”, sentencia.
Dos países, dos novelas
La idea de volver a la Cuba contada por De Armas en las dicotomías: invasión-expedición, salvadores-salvados, no hacen más que confirmar que hay autores que no se dejan narrar, y sostiene “al toro por los cuernos”. Armando De Armas ha vertido aquí a la España castiza con el exilio cubano que nos han vendido o hemos querido comprar, una pléyade identificada en las furnias del tiempo.
De Armas utiliza el Tiempo para extender su territorio literario, para engrasar las herramientas con que nos ha de llevar de línea en línea, más allá de los recursos narratológicos que se esconden detrás de esta historia atípica, pero que por soñada, nos parece común.
Los personajes de Caballeros… se entrecruzan en dos viajes que a fin de cuentas buscan “una isla” pretendida por muchos. Se entrecruzan para devolvernos el sueño de una tierra perdida y prometida mil veces. Para que lo que él denomina “el Tiempo” se erija en personaje principal.
“Pero ahora solo se trataba de que Amadís viviese su aventura de la Guerra Civil española, por lo que Jorge lo condujo a una tienda y le compró un par de botines, un traje de Dril-100 (SIC) y un sombrero jipijapa. Después lo llevó a una joyería y le compró una cadena de oro 18 con la estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Jorge quiso comprarle una pistola pero Amadís se opuso y le dijo que prefería una sevillana, que se prestaba más para el tipo de lucha que pensaba desarrollar”, reza en un pasaje de Caballeros… Son los alcances de un narrador en sueños, la ventaja de mirar desde arriba y contar para los demás.
La prosa de Armando De Armas está transida por sus antecesores más efectivos al momento de contar un sueño, de atravesar el Tiempo, que acaso aquí es el protagonista principal: Alejo Carpentier, Lino Novás Calvo y José Lezama Lima se atrevieron con la utopía de trastocar todos los espacios para hacer de sus lectores una banda de cómplices que no creen en las alteraciones temporales, y lo lograron.
De Armas hace gala de esta herencia.
Armando es autor de varios libros de ensayo y ficción, su novela La tabla (Fundación Hispano-Cubana, 2008) y el libro de relatos Mala jugada (Miami, 1996) refuerzan su imagen como reconstructor de esa Cuba posible: mitad sueño, mitad verdad.
Sobre el alcance de la obra, remata Armando De Armas: “Esperar, no espero nada. Vivo el ahora que es vivir todos los tiempos, danzar en el Tiempo”.
Caballeros en el tiempo (Atmósfera literaria, 2013) trae consigo la memoria de uno y de varios viajes. Jorge, Amadís y los seguidores de una barca sin rumbo aparecen aquí para recordarnos que hay otro viaje por hacer, remar a contracorriente, virar el rostro y volver a ventilar los sueños. Esos sueños les son devueltos en la turbulencia de los conocidos escapes en balsa y cuanto artefacto hayan encontrado los cubanos para darle fin a un viaje que nunca termina.
De Armas vive un doble viaje, el de la escritura y la manera personal de afrontar su propia historia, para mezclar realidad y ficción en una sola pieza. La obra “fue escrita en Cuba hace más de 20 años y sacada clandestinamente de allá. Quizá esa mezcla de géneros se deba a que son los más apropiados para escribir de la experiencia”, comenta Armando.
El curso narrativo de esta novela es atravesado por la experiencia onírica y la sujeción a conceptos éticos religiosos que derivan en una riquísima amalgama.
“Soy en sí un autor autofágico”, -dice Armando de Armas- vida y vísceras en lo que narro, un realista en el sentido pleno, quiere decir, uno que tiene en cuenta una realidad otra que parece acechar en las cuatro esquinas de Eleggua o Elegbara, como le nombraban los antiguos griegos, y que es en definitiva más importante que la realidad ordinaria puesto que sobre ella determina y manda”, sentencia.
Dos países, dos novelas
La idea de volver a la Cuba contada por De Armas en las dicotomías: invasión-expedición, salvadores-salvados, no hacen más que confirmar que hay autores que no se dejan narrar, y sostiene “al toro por los cuernos”. Armando De Armas ha vertido aquí a la España castiza con el exilio cubano que nos han vendido o hemos querido comprar, una pléyade identificada en las furnias del tiempo.
De Armas utiliza el Tiempo para extender su territorio literario, para engrasar las herramientas con que nos ha de llevar de línea en línea, más allá de los recursos narratológicos que se esconden detrás de esta historia atípica, pero que por soñada, nos parece común.
Los personajes de Caballeros… se entrecruzan en dos viajes que a fin de cuentas buscan “una isla” pretendida por muchos. Se entrecruzan para devolvernos el sueño de una tierra perdida y prometida mil veces. Para que lo que él denomina “el Tiempo” se erija en personaje principal.
“Pero ahora solo se trataba de que Amadís viviese su aventura de la Guerra Civil española, por lo que Jorge lo condujo a una tienda y le compró un par de botines, un traje de Dril-100 (SIC) y un sombrero jipijapa. Después lo llevó a una joyería y le compró una cadena de oro 18 con la estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre.
Jorge quiso comprarle una pistola pero Amadís se opuso y le dijo que prefería una sevillana, que se prestaba más para el tipo de lucha que pensaba desarrollar”, reza en un pasaje de Caballeros… Son los alcances de un narrador en sueños, la ventaja de mirar desde arriba y contar para los demás.
La prosa de Armando De Armas está transida por sus antecesores más efectivos al momento de contar un sueño, de atravesar el Tiempo, que acaso aquí es el protagonista principal: Alejo Carpentier, Lino Novás Calvo y José Lezama Lima se atrevieron con la utopía de trastocar todos los espacios para hacer de sus lectores una banda de cómplices que no creen en las alteraciones temporales, y lo lograron.
De Armas hace gala de esta herencia.
Armando es autor de varios libros de ensayo y ficción, su novela La tabla (Fundación Hispano-Cubana, 2008) y el libro de relatos Mala jugada (Miami, 1996) refuerzan su imagen como reconstructor de esa Cuba posible: mitad sueño, mitad verdad.
Sobre el alcance de la obra, remata Armando De Armas: “Esperar, no espero nada. Vivo el ahora que es vivir todos los tiempos, danzar en el Tiempo”.