El "boom" latinoamericano se acabó porque sus dos principales protagonistas, Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa, "dejaron de hablarse" y además el grupo dejó de convivir en Barcelona, explica el periodista Xavi Ayén, autor del ensayo más completo sobre aquel movimiento literario, según informa Efe.
Pero también por las envidias que ocasionó el éxito que comenzaron a tener algunos o por el devenir dictatorial de la revolución castrista que, dicho sea de paso, pudo ser clave en la promoción de muchos de sus autores.
El libro "Aquellos años del boom" (RBA), premio Gaziel de Biografías y Memorias 2013, es el resultado de diez años de investigación que le llevó por más de trescientas fuentes bibliográficas, entrevistas con los grandes protagonistas, algunos de ellos ya fallecidos como Cabrera Infante o el propio Gabo, editores y familiares.
Ayén ha presentado hoy su obra en un recorrido por una imaginaria ruta del "boom" en Barcelona, que incluía sus domicilios o la mayoría de editoriales, casi todas concentradas en la parte alta de la ciudad, en Sarrià, pero también los bares y restaurantes que frecuentaban, y alguna discoteca como Bocaccio, a pesar de que "eran muy disciplinados y poco noctámbulos", aclara.
"Un mercado global para la literatura en español" es la mejor herencia que dejó el "boom", sostiene Ayén, para quien "todos formaron un grupo, porque vivían juntos, salían con sus familias, tenían proyectos comunes y llegaron a idear revistas, a pesar de que no tenían una estética común".
Llegaron incluso a pergeñar el proyecto de escribir un relato cada uno sobre un dictador de su país y Vargas Llosa y Gabo hablaron de hacer una novela a cuatro manos sobre la guerra de Perú y Colombia.
La superagente literaria Carmen Balcells se dibuja en el libro como la gran artífice de aquel "boom", amiga, pero a la vez veladora de sus propios intereses, anfitriona y conseguidora, unas veces de pisos de alquiler, otras de dinero en efectivo en una época en la que no existían cajeros automáticos.
García Márquez se instaló en el número 6 de la calle Caponata con vistas a un jardín que le recordaba su Colombia natal y a menos de 50 metros estaba su amigo Vargas Llosa, que alquiló por 16.500 pesetas mensuales el 3º 4ª del número 50 de la calle Ocio, aunque el bullicio le llevó a alquilar también el sobreático, que utilizaba de estudio.
En estos dos domicilios, donde vivieron entre 1967 y 1975 (García Márquez) y entre 1970 y 1974 (Vargas Llosa), escribieron sus respectivas novelas "El otoño del patriarca" y "Pantaleón y las visitadoras".
En "Aquellos años del boom" Ayén incluye "la vida privada indispensable para poder explicar la ruptura del 'boom'" y el puñetazo que Vargas Llosa asestó a Gabo en 1976 fue "la imagen de ese final" que llegó, a su juicio, "porque dejaron de vivir juntos, se fueron de Barcelona, por las envidias que ocasionó el éxito que comenzaron a tener algunos autores o por el devenir de la revolución cubana".
Ayén desmitifica algunos rumores o bromas aceptados como verdades y desvela algunos hechos poco conocidos como que en los inicios "Vargas Llosa es más activo a favor de la revolución cubana que Gabo y contra el franquismo, hasta el punto de que participa en el encierro de Montserrat y pronuncia uno de los discursos más brillantes. Se encuentra en su salsa junto a intelectuales como Castellet, Barral o artistas como Miró o Tàpies".
Vargas Llosa, como tantos otros intelectuales, rompió el idilio con el régimen castrista a raíz del encarcelamiento y exilio del poeta Padilla en 1971.
También desmiente el autor que el editor Carlos Barral rechazara el manuscrito de "Cien años de soledad" porque nunca lo leyó antes de su publicación, o que esta novela fuera entregada en dos partes.
Cuenta Ayén la intrahistoria del "boom" como cuando la editora Beatriz de Moura pidió como favor a Gabo que le diera un libro para publicar en su nuevo sello, Tusquets, y el colombiano le cedió los recortes de prensa de El Espectador, donde había publicado por entregas "Relato de un náufrago". La obra es todavía hoy la más vendida en la editorial.
Sobre esta obra cuenta Ayén que García Márquez decidió ceder los derechos de autor al auténtico náufrago, un tal Velasco, quien en 1982, cuando Gabo fue proclamado Nobel de Literatura, se vio enfrentado a un litigio al querer gestionar la versión cinematográfica, un proceso que acabó años después con la vuelta de los derechos al colombiano.
Escrito como si fuera un relato periodístico -"no quería hacer un manual de universidad"-, "Aquellos años del boom" da cabida a anécdotas como los goles que Vargas Llosa cantaba en el Camp Nou de su compatriota Hugo Cholo Sotil, la memoria de Carlos Fuentes con el perfume de las mujeres con las que bailaba, o que García Márquez fuera confundido con un mecánico cuando llevó su lujoso BMW azul plateado a una gasolinera.
Pero también por las envidias que ocasionó el éxito que comenzaron a tener algunos o por el devenir dictatorial de la revolución castrista que, dicho sea de paso, pudo ser clave en la promoción de muchos de sus autores.
El libro "Aquellos años del boom" (RBA), premio Gaziel de Biografías y Memorias 2013, es el resultado de diez años de investigación que le llevó por más de trescientas fuentes bibliográficas, entrevistas con los grandes protagonistas, algunos de ellos ya fallecidos como Cabrera Infante o el propio Gabo, editores y familiares.
Ayén ha presentado hoy su obra en un recorrido por una imaginaria ruta del "boom" en Barcelona, que incluía sus domicilios o la mayoría de editoriales, casi todas concentradas en la parte alta de la ciudad, en Sarrià, pero también los bares y restaurantes que frecuentaban, y alguna discoteca como Bocaccio, a pesar de que "eran muy disciplinados y poco noctámbulos", aclara.
"Un mercado global para la literatura en español" es la mejor herencia que dejó el "boom", sostiene Ayén, para quien "todos formaron un grupo, porque vivían juntos, salían con sus familias, tenían proyectos comunes y llegaron a idear revistas, a pesar de que no tenían una estética común".
Llegaron incluso a pergeñar el proyecto de escribir un relato cada uno sobre un dictador de su país y Vargas Llosa y Gabo hablaron de hacer una novela a cuatro manos sobre la guerra de Perú y Colombia.
La superagente literaria Carmen Balcells se dibuja en el libro como la gran artífice de aquel "boom", amiga, pero a la vez veladora de sus propios intereses, anfitriona y conseguidora, unas veces de pisos de alquiler, otras de dinero en efectivo en una época en la que no existían cajeros automáticos.
García Márquez se instaló en el número 6 de la calle Caponata con vistas a un jardín que le recordaba su Colombia natal y a menos de 50 metros estaba su amigo Vargas Llosa, que alquiló por 16.500 pesetas mensuales el 3º 4ª del número 50 de la calle Ocio, aunque el bullicio le llevó a alquilar también el sobreático, que utilizaba de estudio.
En estos dos domicilios, donde vivieron entre 1967 y 1975 (García Márquez) y entre 1970 y 1974 (Vargas Llosa), escribieron sus respectivas novelas "El otoño del patriarca" y "Pantaleón y las visitadoras".
En "Aquellos años del boom" Ayén incluye "la vida privada indispensable para poder explicar la ruptura del 'boom'" y el puñetazo que Vargas Llosa asestó a Gabo en 1976 fue "la imagen de ese final" que llegó, a su juicio, "porque dejaron de vivir juntos, se fueron de Barcelona, por las envidias que ocasionó el éxito que comenzaron a tener algunos autores o por el devenir de la revolución cubana".
Ayén desmitifica algunos rumores o bromas aceptados como verdades y desvela algunos hechos poco conocidos como que en los inicios "Vargas Llosa es más activo a favor de la revolución cubana que Gabo y contra el franquismo, hasta el punto de que participa en el encierro de Montserrat y pronuncia uno de los discursos más brillantes. Se encuentra en su salsa junto a intelectuales como Castellet, Barral o artistas como Miró o Tàpies".
Vargas Llosa, como tantos otros intelectuales, rompió el idilio con el régimen castrista a raíz del encarcelamiento y exilio del poeta Padilla en 1971.
También desmiente el autor que el editor Carlos Barral rechazara el manuscrito de "Cien años de soledad" porque nunca lo leyó antes de su publicación, o que esta novela fuera entregada en dos partes.
Cuenta Ayén la intrahistoria del "boom" como cuando la editora Beatriz de Moura pidió como favor a Gabo que le diera un libro para publicar en su nuevo sello, Tusquets, y el colombiano le cedió los recortes de prensa de El Espectador, donde había publicado por entregas "Relato de un náufrago". La obra es todavía hoy la más vendida en la editorial.
Sobre esta obra cuenta Ayén que García Márquez decidió ceder los derechos de autor al auténtico náufrago, un tal Velasco, quien en 1982, cuando Gabo fue proclamado Nobel de Literatura, se vio enfrentado a un litigio al querer gestionar la versión cinematográfica, un proceso que acabó años después con la vuelta de los derechos al colombiano.
Escrito como si fuera un relato periodístico -"no quería hacer un manual de universidad"-, "Aquellos años del boom" da cabida a anécdotas como los goles que Vargas Llosa cantaba en el Camp Nou de su compatriota Hugo Cholo Sotil, la memoria de Carlos Fuentes con el perfume de las mujeres con las que bailaba, o que García Márquez fuera confundido con un mecánico cuando llevó su lujoso BMW azul plateado a una gasolinera.