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OPINIÓN. Caprichos que provocan vértigo


Imagen de la Torre K en La Rampa de La Habana. (Twitter de 14ymedio).
Imagen de la Torre K en La Rampa de La Habana. (Twitter de 14ymedio).

Este artículo del arquitecto cubano Edelberto Díaz fue publicado originalmente en la plataforma América Nuestra bajo el título "Periscopio La Habana: Caprichos que provocan vértigo…". Lo reproducimos en nuestra web por cortesía de su autor.

Nuevamente pasaré por alto el tema de las fastuosas inversiones en el sector hotelero cubano vs las crecientes necesidades del pueblo, situación antagónica al discurso oficialista que “presume” de un sistema social justo; quizás el significado de “justo” debe tener una interpretación muy parcializada, digo yo, pues a todos les debería asombrar el doble discurso que cada día es considerado tema escabroso, entre otros tantos, del acontecer en la isla.

Hace unos días anuncié en las redes que tenía pendiente un análisis desde mi experiencia profesional a la vociferada y controversial «Torre K» que se construye en el corazón de La Rampa Habanera, más exactamente en la nueva esquina de calle K con la calle 23.

Hoy, al encontrar en AD México un artículo sobre las Torres Forma de Toronto, obra anunciada por el estudio de Frank Gehry con más de 300 metros de altura, condominios de lujo donde intervino el interiorista Paolo Ferrari, y que se comenta que serán todo un espectáculo y después de leer minuciosamente la reseña antes mencionada sobre las torres proyectadas por el maestro canadiense-norteamericano, necesito expresar mi criterio al observar que guardan ciertas semejanzas volumétricas, repito, “ciertas semejanzas”, con la Torre K que se construye como Hotel en la capital cubana, y que cuenta a simple vista con un sin número de desaciertos que la diferencia sustancialmente de sus primas canadienses.

La motivación que me impulsó a expresar mis criterios sobre este particular tema, nace a raíz de leer en las redes un sano comentario del colega Rafael Muñoz sobre el aspecto del hormigón de la estructura en construcción de la Torre K, (probablemente debido al vibrado del hormigón en el momento de las fundiciones), quien sugirió le dedicaran tiempo a este asunto. Él, como yo, estamos ausentes “del barrio”, por tanto, solo podemos alimentarnos de las imágenes que se publican en redes sociales y nuestra experiencia profesional. Para variar no demoraron en salir las hordas leales al oficialismo a descalificar la preocupación expresada por el colega que solo deseaba compartir su impresión sobre algunos detalles observados en las fotos, con el ánimo de alertar sobre algo que podría ocasionar perjuicios a la edificación. Por lo visto no fue bien recibido su comentario de alerta y “para variar” se tomó como una acción de disentimiento, lo que hoy es pecado capital en la isla.

Como experto puedo acotar que “un mal vibrado de hormigón ocurre en las mejores familias”; realmente lo que deberíamos esperar es la cordialidad para poder llegar a aproximarnos y en esta practica profesional lograr hacer lo mas perfectible posible nuestro trabajo. Solo eso, una opinión que apoye nuestra labor debería ser ante nada agradecida. Vale la pena recordarles a aquellos que su incondicionalidad les limita promover cordialidad y así engrandecer una relación profesional que: “Entre bomberos no se pisan las mangueras”.

Enterado de las reacciones que recibieron los comentarios del colega Muñoz y apelando a la responsabilidad profesional que me caracteriza, ampliaré los señalamientos vertidos por el colega y esperaré a las hordas para que puedan rebatirme los mismos con argumentos y no justificaciones que respondan a caprichos que provoquen mas vértigo.

En plan sarcástico sean mis primeros elogios para los especialistas de Planificación Física; acaban de “parir” una nueva esquina, 23 y K, lugar donde se levanta “La Mole”. Trabajo menor será cotejar la calle de servicio de la heladería Coppelia para evitar que la calle K no se vea interrumpida y su extensión sea continua desde el Malecón Habanero hasta la calle 27 de noviembre, prolongación de la antológica calle Jovellar. Contagiado con la emoción de perfeccionar el plan hipodámico de la ciudad, esa capacidad de expansión y sentido de posicionamiento, ya de paso pueden declarar la existencia de 23 y Z, en definitiva después de todo lo que están gastando en la construcción de la Torre K, debemos esperar que los huéspedes de los últimos pisos, después de ver la factura que les corresponderá pagar y descubrir lo invertido por las autoridades de la isla en semejante inmueble, pedirán se les incluya unos binoculares que les permita ver desde su habitación la emblemática boya de Key West. Reconozco que disfruto al hacer una parodia de la anécdota cuando al Rey Carlos III le informaron lo que le había costado a la Corona la construcción de la fortaleza de la Real Cabaña y su expresión fue algo como: “con lo costoso de semejante construcción debería poder verse desde Asturias”.

Así que la idea de 23 y Z va de regalo para que se las ofrezcan a los turistas que alcancen ver el mar sobre el Habana Libre, da igual, en definitiva es una cortina física que impedirá poder mirar hacia el Norte, que es la mejor fachada para orientar las habitaciones ya que no sufrirán ese Sol caribeño que cuesta mucha energía y dinero enfriar. La fachada ideal para orientar las habitaciones queda con visuales exclusivas y directas al más moderno hotel de convenciones en su día, pero no importa, “apuesto que nunca vieron una luna más brillante como aquella”.

Ahora que veo el “chichón monolítico” de 23 y K no me resulta tan anacrónica la Embajada Rusa en la 5ta Avenida, así que puede ser un tema de tiempo la capacidad de adaptación visual. Si en algo sirve de consuelo a los burócratas que deberían preservar la ciudad, una ciudad que no fue concebida por ninguno de ellos y que lamentablemente ninguno ha podido demostrar que sería capaz de hacerlo mejor, solo tienen que entender y hacer respetar las normas, las cuales no se sustentan en caprichos, responden a criterios de movilidad, densidad poblacional, infraestructura, servicios y todo esos aspectos que una vez entre en funcionamiento la Torre K se verán afectados, no porque lo digo yo, sencillamente porque así fue diseñada, y cambiarlo implicaría realizar trabajos que solventen la existencia de semejante edificación, pero ese trabajo no lo han hecho, no lo hacen y no lo harán. Los renombrados especialistas, respetados y que van presumiendo conocimiento, debieron condicionar la realización de esa edificación con ampliaciones de servicios públicos que mañana no terminen por hacerle la vida aún mas difícil a la población capitalina, la cual ya va bastante golpeada, pero para eso no es necesario conocimiento, eso me queda claro.

Hace unos días vi una fachada donde se comenzaron a montar los muros cortina con vidrios insulados, no me queda claro que fueran anti reflectantes, lo que hace que el edificio encandile la vista de conductores y transeúntes, lo que podría ser un efecto preconcebido para lograr el deslumbramiento que se espera produzca esta obra que declara a todas luces un gigantismo pretencioso realizado en la mas autentica vanidad, por lo que sugiero comenzar a medir los riesgos que pudiera provocar semejante deslumbramiento.

Hasta el momento se desconoce el diseñador de la Torre, no sabemos si es nacional o extranjero, lo que si está claro es que obvió las tipologías arquitectónicas que fueron implementadas en su día en las torres que habitan la ciudad capital; claramente se ve la ausencia de aleros que puedan quebrar la luz solar, lo que no fue tomado en cuenta dentro de las premisas del diseño, que más bien parece un proyecto para Toronto, donde hace falta que entre el sol para proporcionar calor a su interior. Pero este engendro tropical contará de potentes sistemas de enfriamiento que seguramente consumirán mucha energía eléctrica, “todo muy sostenible”, muy a la altura de lo que nuestros profesores nos enseñaron que no debíamos hacer.

Pero lo que me resulta aún mas intrépido, por no decir cínico, es plantearse importar muros cortinas, potentes sistemas de aires acondicionados, materiales de última generación, “todo” en medio del sometimiento de un cruel bloqueo impuesto a la isla según el repetido discurso oficialista, lo que debería aumentar sus costos como bien argumentan, todo un reto revolucionario para apostar por una industria que no recibe turistas por encima del 30% de ocupación hace un quinquenio. Increíble, diría yo, tremenda hazaña del gobierno que ha logrado evadir el embargo enemigo, responsable de los problemas que aquejan al pueblo cubano, y priorizan la construcción de semejante edificación en la estrenada esquina de 23 y K.

Sobre los cimientos de este coloso nadie habla, según cuenta la memoria colectiva profesional, el incremento de precio que tuvo la construcción del vecino (Habana Libre) fue de padre y señor nuestro. Resulta que el suelo, dicen que es roca cavernosa, por lo que cuentan que a los vecinos les salía el concreto de los cimientos por los baños y los tragantes de piso. ¿Qué solución dieron a los cimientos en la Torre más alta de La Habana?, es una interrogante de la cual no escucho a nadie hablar. ¿Cómo se comportaron los costos de los mismos en relación a una construcción convencional?, este tipo de información sería de utilidad compartirla para la superación de los profesionales del gremio, alguien de los involucrados bien podría hacer una publicación y así ilustrarnos, igual de pronto al conocer esa información los cuentos de la construcción del Habana Libre serían solo un mito urbano contado con el exceso de colores que caracteriza a todo aquel que se reconozca cubano.

Queda mucho trabajo por desarrollar, aun está la etapa mas compleja para realizar la apertura de un nuevo Hotel, instalación de los materiales de acabados, amueblamientos y decoración de los diferentes ambientes, así como la implantación de todos los sistemas tecnológicos. Creo que Philip Starck no está muy ocupado, ahí se los dejo como una buena sugerencia, igual es francés y no creo que los americanos puedan coartarle ese tipo de colaboración como parte del “bloqueo”. Lo que si podemos asegurar es que los acabados de esa torre llegarán a ser más costosos que la estructura de obra gris que hoy se puede apreciar, incluyo todos los sistemas y sub-sistemas que requiere un hotel de esas características, esto sin contar con los tiempos de ejecución requeridos para la puesta en marcha, los que duraran (según mi experiencia) más de un año, –si no se les ocurre hacer un nuevo “récord revolucionario” y lo terminan antes-, algo que deben tomar muy en serio, no sea que les ocurra lo mismo que cuando inauguraron el Hotel Hilton en la Habana y días después llegó el Comandante y mando a parar.

Otro tema que se puede alegar es el desarrollo de los servicios de hotel en estructuras de gran esbeltez, los que terminan por duplicarse encareciendo la inversión inicial, así como también incide en los costos operativos, los cuales mínimo serán multiplicados por el simple hecho de lidiar con una verticalidad excesiva. Este punto que denota una condición perpetua, es ampliamente conocido para todos los que hemos desarrollado hoteles, tema al que le prestan especial atención los operadores hoteleros que luchan en controlar sus costos operativos. El punto de equilibrio en materia de esbeltez no solo es una imagen descompensada en la silueta urbana –que ya es un tema para poner el grito en el cielo-, sino que en parámetros funcionales produce un incremento en materia de mantenimiento, servicio de ama de llaves, alimentos y bebidas, flujos limpios y sucios, accesos de servicio en áreas de elaboración de alimentos y ubicación de las diferentes cocinas que un hotel de semejante dimensión requiere, todo un reto para quien lo diseña, lo que continuamente en el proceso termina por traspasar sus encrucijadas funcionales a novedosos sistemas tecnológicos y a su vez a la futura operación que incrementará sin dudas la empleomanía. Claro que al no existir referentes, todo el ambiente puede estar plagado de optimismo y novedad, algo lógico, ser autor de semejante obra y estar involucrado en ella es un reto sin duda interesante, mucho más en un país donde a los profesionales les engavetan proyectos que nunca logran ser construidos y por tanto están habidos de una realización personal, lo cual es perfectamente entendible, a tal punto que en mi yo interior dentro de todo lo negativo que tiene el proyecto, se que es un proyecto impuesto al que hay que dar soluciones estructurales, hidrosanitarias, eléctrica, climáticas, mecánicas, corrientes débiles (sistemas especiales), dirección de obra, organización de obra, protección e higiene del trabajo, arquitectura de interiores, etc. Con sinceridad me alegro por ellos, tienen trabajo, tienen un gran reto y están haciendo lo que saben, en su mayoría grandes profesionales muy competentes. Mis respetos para ellos, aún cuando lamento que la necesidad de desarrollo y realización los haga involucrarse en un proyecto que perdurará en la memoria colectiva como el monumento a la torpeza, pero dentro todo lo malo siempre hay cosas buenas y estoy convencido que contará de innovaciones en su realización, valoradas por un selecto grupo que podrá apreciarlo, personalmente reconozco que yo hubiera preferido estar de la acera del frente vendiendo helados antes de involucrarme en semejante sacrilegio, pero bueno, creo que todos tienen el derecho de elegir sus batallas.

El terreno que estaba reservado para hacer una obra –quizás– de esta magnitud, fue utilizado para desarrollar la heladería Coppelia, una obra de la cual su propio autor no podía creer que se emplearía para vender helados. Solo a modo de cultura general, en ese terreno existía el Hospital Reina Mercedes que era administrado por un claustro de monjas a las cuales un banquero les compró el terreno y como parte del trato, ¿adivinen?, les construyó un hospital con todos los avances de la época en el mismo Vedado, hoy conocido como el Hospital Fajardo, por ahí saquemos cuenta cuánto podría haber costado el terreno del Coppelia. Imaginen ahora, desde el punto de vista financiero, como negocio de bienes raíces, que alguien decidió construir una heladería sobre ese terreno, la pregunta que se impone es: ¿Cómo pretendían amortizar el valor del terreno vendiendo helados? La próxima pregunta que se hizo el diseñador fue: ¿Si diseño una heladería, que probabilidades tengo de terminar preso por malversación?, pues puedo dar fé que estas preguntas se las hizo mi apreciado profesor y amigo el maestro Mario Girona cuando le asignaron la tarea de lo que hoy es un ícono de la arquitectura habanera: Coppelia.

Como arquitecto no puedo acoger con beneplácito una inversión que atente contra la composición urbana de una ciudad que debería ser preservada, la cual hay que recuperar aceptando su naturaleza. Esto lograría controlar gastos excesivos e innecesarios, así como aliviará la sustitución de infraestructuras de servicios que deberán ser remplazados sin mayor dilación, a las que les vendría muy bien no producirles nuevas demandas que las originales, las cuales ya solucionar será un costo importante para la economía nacional. Esto en mi opinión sería lo más cauto para poder desarrollar simultáneamente otros rubros de la economía que requieren igualmente ser tratados para llevarlos a una operatividad y productividad correcta.

Venga de donde venga la inversión de esta Torre, promovida por quien la haya promovido, aprobada por quien la haya aprobado, sea el propósito del bando político que sea, personalmente, no tiene, ni tendrá jamás mi aprobación. Precisamente estos son los horrores que no deberían ocurrir, “vergüenza contra dinero” colegas, la historia de la nación cubana es mucho más que el accidente por el que transita.

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