Este artículo de opinión lo publicamos por cortesía de su autor, Oleksandr Pronkevych, decano de la Facultad de Filología en la Universidad Petr Mogilo del Mar Negro, en la ciudad de Mykolaiv y presidente de la Asociación de Hispanistas de Ucrania. La columna del profesor Pronkevych fue publicada originalmente en el diario La Voz de Galicia.
«Los hombres se diferencian de los animales porque se sienten empatía», escribe Masyanya. Masyanya es la heroína de una serie de dibujos aminados creada por Oleg Kuvaev con la ayuda de animación flash. Esta mujer extraña con algunos pelos en su gran cabeza hace comentarios cínicos, sarcásticos e indecentes por todo.
Nacida en el 2001, se ha convertido en un fenómeno artístico reconocido en los países de la tardía URSS. Hace algunos días, en la red apareció el episodio 162: "San Mariuburgo". El título hace referencia a la decisión escandalosa de las autoridades rusas de declarar Mariúpol ciudad hermana de San Petersburgo.
Para atravesar la armadura de la insensibilidad de sus compatriotas, Oleg Kuvaev inventa una historia en la que China ataca a Rusia. El bombardeo despierta al marido de Masyanya a las cuatro de la mañana. El hombre, asustado, grita a su esposa que los chinos han lanzado misiles a Moscú, Nóvgorod, San Petersburgo y otras ciudades para salvar Rusia de los fascistas rusos. Los dos se esconden en el baño y están leyendo las noticias en sus teléfonos sin poder creer en el absurdo y en la inverosimilitud de lo que está pasando.
Después Masyanya y su marido meten en el coche a su hijo y a su hija, que han tenido tiempo solo para recoger «dos juguetes, agua, bizcochos», y tratan de refugiarse, pero están bloqueados por atascos y bombardeos. La familia pasa la noche en un sótano y al regresar a casa ve cadáveres de vecinos en medio de la calle. El cohete cae en su piso y los personajes deben huir y refugiarse en el metro.
Esta nueva historia sobre Masyanya, como otros episodios, destaca por el humor negro. Las cabezas parlantes en el televisor explican que los rusos no existen y que su lengua es el ucraniano torcido.
De una conversación entre Masyanya y su marido los espectadores conocen que muchos rusos se han refugiado en los sitios seguros ucranianos: Bucha, Mariúpol y Kremenchúk.
El hijo, en el sótano, escribe en su diario: «Mi mamá murió en el día 8. Mi tío ha sido asesinado por un francotirador. La piel de mi espalda está rasgada. Chuchunya murió ayer, su cuerpo todavía está aquí. Abril 2022». Estas líneas son los fragmentos del diario que pertenecía al otro chico real en Mariúpol. Por fin, dos chinos tiran una bomba al sótano y matan a todos los que están allí.
Al final se revela que la guerra en Rusia es solamente la pesadilla que tiene Masyanya como resultado de las noticias sobre Ucrania. Sin embargo, para nosotros es una realidad exportada desde Rusia.
El mayor mérito del episodio es la representación de la experiencia inmediata de los sufrimientos de los ucranianos en la guerra: la película transmite el horror de nuestra vida. Por esto no podemos mirarla sin lágrimas y dolor en el corazón.
Por desgracia, Masyanya 162 no funciona con los rusos: a ellos no les molestan pesadillas ucranianas porque no conocen la palabra empatía.