Según amigos residentes en La Habana, entre los nombres que se barajaban para sustituir a Ricardo Alarcón al frente de la Asamblea Nacional del Poder Popular se encontraban los de Ana María Mari Machado, actual vicepresidenta; Gladys Bejarano, la Contralora general, conocida como la 'dama de hierro'; Bruno Rodríguez, canciller; Leonardo Andollo, general de las fuerzas armadas; Esteban Lazo y Miguel Díaz Canel, los dos miembros del buró político. Inclusive en las quinielas aparecía Mariela Castro, pero ella aún debe ser electa diputada para poder presidir el parlamento.
Aunque en broma Raúl Castro le dijo a periodistas extranjeros que a lo mejor se retiraba, nadie se lo creyó. Con aparente buena salud a sus 81 años -los 82 los cumple el próximo 3 de junio- el hermanísimo no iba a ceder el poder, si se siente con fuerzas suficientes para seguir cinco años más al frente de los destinos de Cuba y los cubanos.
Es una lástima, porque hoy Cuba necesita una renovación total. De rostros, edades y pensamientos. Gente joven, moderna, bien preparada, capaz de sacar adelante un país en ruinas. Al olmo no se le pueden pedir peras. Y una de esas excepciones parece ser Miguel Díaz Canel, 52 años, blanco, y con una trayectoria como dirigente, primero de la Unión de Jóvenes Comunistas y después del Partido Comunista. Tal vez lo más interesante se que su carrera política no la inició en La Habana, si no en Villa Clara.
Esteban Lazo, 68 años, negro, también comenzó su andadura política en el interior, en la provincia de Matanzas. Por su edad, su curriculum partidista es más amplio y hasta la fecha ha sido hombre de confianza de los Castro, según unos, más de Fidel que de Raúl. Cierto o no, al General le conviene Lazo al frente de la Asamblea, luego de que la imagen de Ricardo Alarcón quedara dañada por corrupción en su entorno.
Si la figura de Lazo es más representativa, sobre todo de cara al exterior, la de Díaz Canel, como segundo al mando de Castro II, ya se ve como número uno en la carrera sucesoria. Hasta 2018 y después, hasta 2023. Pero para entonces, en escena pudieran entrar su hija Mariela, un nieto o un yerno. O cualquier otro Castro, aunque quienes parecen llevar las voz cantante a la hora de acceder al poder son los Castro Espín y no los Castro Soto del Valle.
Lo que si no se vislumbra, ni a corto ni largo plazo, es el surgimiento de un líder dentro de la disidencia, capaz de destronar a ninguno de los previamente elegidos para eternizar el castrismo y poder celebrar el centenario de la revolución cubana.
La nominación de Díaz Canel está acaparando más titulares que la de Lazo. Desgraciadamente, el racismo no se ha erradicado entre los cubanos de las dos orillas. Esteban Lazo está siendo centro de todo tipo de comentarios y burlas en foros y sitios independientes cubanos. Por el contrario, Díaz Canel es bien valorado y algunos medios internacionales ya lo dan como el futuro presidente de Cuba.
Esos pronósticos son precipitados. A ciencia cierta, nadie sabe qué va a pasar en la isla a la vuelta de un par de años. O de cuatro o cinco. Menos en una década.
Por ley de la vida, Fidel debe morirse primero. Pero Raúl se puede morir antes. Un devastador huracán pudiera arrasar La Habana. Los cubanos un buen día pudieran perder el miedo que los ha mantenido paralizados durante 54 años y masivamente indignarse. Declarar una huelga general y tirarse a la calle. Entonces los militares podrían dar un golpe de estado y hacerse con el poder.
Cualquier cosa puede ocurrir en Cuba. Hace dos años, ¿quién iba a pensar que Túnez desataría una oleada de revoluciones en el hasta ese momento cerrado e inamovible mundo árabe?
Aunque en broma Raúl Castro le dijo a periodistas extranjeros que a lo mejor se retiraba, nadie se lo creyó. Con aparente buena salud a sus 81 años -los 82 los cumple el próximo 3 de junio- el hermanísimo no iba a ceder el poder, si se siente con fuerzas suficientes para seguir cinco años más al frente de los destinos de Cuba y los cubanos.
Es una lástima, porque hoy Cuba necesita una renovación total. De rostros, edades y pensamientos. Gente joven, moderna, bien preparada, capaz de sacar adelante un país en ruinas. Al olmo no se le pueden pedir peras. Y una de esas excepciones parece ser Miguel Díaz Canel, 52 años, blanco, y con una trayectoria como dirigente, primero de la Unión de Jóvenes Comunistas y después del Partido Comunista. Tal vez lo más interesante se que su carrera política no la inició en La Habana, si no en Villa Clara.
Esteban Lazo, 68 años, negro, también comenzó su andadura política en el interior, en la provincia de Matanzas. Por su edad, su curriculum partidista es más amplio y hasta la fecha ha sido hombre de confianza de los Castro, según unos, más de Fidel que de Raúl. Cierto o no, al General le conviene Lazo al frente de la Asamblea, luego de que la imagen de Ricardo Alarcón quedara dañada por corrupción en su entorno.
Si la figura de Lazo es más representativa, sobre todo de cara al exterior, la de Díaz Canel, como segundo al mando de Castro II, ya se ve como número uno en la carrera sucesoria. Hasta 2018 y después, hasta 2023. Pero para entonces, en escena pudieran entrar su hija Mariela, un nieto o un yerno. O cualquier otro Castro, aunque quienes parecen llevar las voz cantante a la hora de acceder al poder son los Castro Espín y no los Castro Soto del Valle.
Lo que si no se vislumbra, ni a corto ni largo plazo, es el surgimiento de un líder dentro de la disidencia, capaz de destronar a ninguno de los previamente elegidos para eternizar el castrismo y poder celebrar el centenario de la revolución cubana.
La nominación de Díaz Canel está acaparando más titulares que la de Lazo. Desgraciadamente, el racismo no se ha erradicado entre los cubanos de las dos orillas. Esteban Lazo está siendo centro de todo tipo de comentarios y burlas en foros y sitios independientes cubanos. Por el contrario, Díaz Canel es bien valorado y algunos medios internacionales ya lo dan como el futuro presidente de Cuba.
Esos pronósticos son precipitados. A ciencia cierta, nadie sabe qué va a pasar en la isla a la vuelta de un par de años. O de cuatro o cinco. Menos en una década.
Por ley de la vida, Fidel debe morirse primero. Pero Raúl se puede morir antes. Un devastador huracán pudiera arrasar La Habana. Los cubanos un buen día pudieran perder el miedo que los ha mantenido paralizados durante 54 años y masivamente indignarse. Declarar una huelga general y tirarse a la calle. Entonces los militares podrían dar un golpe de estado y hacerse con el poder.
Cualquier cosa puede ocurrir en Cuba. Hace dos años, ¿quién iba a pensar que Túnez desataría una oleada de revoluciones en el hasta ese momento cerrado e inamovible mundo árabe?