Algunos medios oficiales, extraoficiales y extranjeros se hacen eco de una cierta manipulación gubernamental, prestando especial atención a la lucha que contra la corrupción parece haberse convertido en el desafío principal del presidente cubano, quien para tales efectos creó en el año 2009 la Contraloría General como el órgano encargado de ejecutar auditorías en empresas e instituciones estatales.
"La batalla contra el delito y la corrupción no admite más contemplaciones"; así dijo el General en su discurso pronunciado frente al III pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Desde entonces, y como le quedó bonito, la cantaleta se convirtió en leitmotiv.
Me pregunto hasta dónde realmente puede llegar el permiso, o radio de acción, de la espada de la contralora. Sospecho que la intención de esta palabrería ilusoria es más mítica que real, tiene matiz de purga y menos transparencia que la pantalla de un tamagotchi.
Sabemos, que el concepto de corrupto va un poquito más allá del corroído funcionario que, sin gozar de la “nueva anuencia real”, estimula los gastos superfluos e innecesarios en el presupuesto estatal. Prefiero omitir “robar”, es una palabra horrenda.
La verborrea anti corruptela del presidente-general, es simplemente una manera stanislavskica, enérgica y atractiva de hacerse escuchar. Debería canalizar tanto talento en algo más constructivo, o más digno, como por ejemplo, dejar de ordenar a esas turbas paramilitares que salen cada domingo a las calles con ánimo de golpear mujeres indefensas. Vergüenza debía darle; pero parece que el actual mandatario de
Cuba no sabe que esa es otra infecta manera de carcomer la sociedad.
¿Habrá olvidado el General que bajo su mandato como ministro de las FAR, los jefes de tropas cubanas, más que en campañas militares, participaban en concursos de popularidad y libertinaje?
No acepto que Raúl Castro, símbolo del puritanismo victoriano, y obcecado en escudriñar vidas ajenas, no haya leído un solo informe de los muchos que se guardan sobre víctimas de acoso o abuso sexual por parte de militares cubanos.
El señor presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, conoce perfectamente que es interminable la lista de altos dirigentes e importantes oficiales que con apetito pantagruélico, y animados como payasos de feria, se han visto y se ven envueltos en algún que otro “escandalillo” por prácticas de conductas sexuales inapropiadas, bajo presión de posición, cargo, puesto, engaño, sometimiento o desvergüenza.
¿Combatir la degeneración?, aquí les voy dejando un dato significativo. Según cifras del MINFAR, bastantes conservadoras por cierto, más de un 40% de las mujeres que enviaron desde Cuba a Angola, en época de guerra y luego postguerra, fueron víctimas de acoso sexual, o violadas. Eso es sin contar las que callaron por temor.
La cúpula gobernante en la isla es una comparsa de perversión, muy a tono con todas las acepciones de la palabra corrupción.
"La batalla contra el delito y la corrupción no admite más contemplaciones"; así dijo el General en su discurso pronunciado frente al III pleno del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Desde entonces, y como le quedó bonito, la cantaleta se convirtió en leitmotiv.
Me pregunto hasta dónde realmente puede llegar el permiso, o radio de acción, de la espada de la contralora. Sospecho que la intención de esta palabrería ilusoria es más mítica que real, tiene matiz de purga y menos transparencia que la pantalla de un tamagotchi.
Sabemos, que el concepto de corrupto va un poquito más allá del corroído funcionario que, sin gozar de la “nueva anuencia real”, estimula los gastos superfluos e innecesarios en el presupuesto estatal. Prefiero omitir “robar”, es una palabra horrenda.
La verborrea anti corruptela del presidente-general, es simplemente una manera stanislavskica, enérgica y atractiva de hacerse escuchar. Debería canalizar tanto talento en algo más constructivo, o más digno, como por ejemplo, dejar de ordenar a esas turbas paramilitares que salen cada domingo a las calles con ánimo de golpear mujeres indefensas. Vergüenza debía darle; pero parece que el actual mandatario de
Cuba no sabe que esa es otra infecta manera de carcomer la sociedad.
¿Habrá olvidado el General que bajo su mandato como ministro de las FAR, los jefes de tropas cubanas, más que en campañas militares, participaban en concursos de popularidad y libertinaje?
No acepto que Raúl Castro, símbolo del puritanismo victoriano, y obcecado en escudriñar vidas ajenas, no haya leído un solo informe de los muchos que se guardan sobre víctimas de acoso o abuso sexual por parte de militares cubanos.
El señor presidente de los Consejos de Estado y de Ministros de la República de Cuba, conoce perfectamente que es interminable la lista de altos dirigentes e importantes oficiales que con apetito pantagruélico, y animados como payasos de feria, se han visto y se ven envueltos en algún que otro “escandalillo” por prácticas de conductas sexuales inapropiadas, bajo presión de posición, cargo, puesto, engaño, sometimiento o desvergüenza.
¿Combatir la degeneración?, aquí les voy dejando un dato significativo. Según cifras del MINFAR, bastantes conservadoras por cierto, más de un 40% de las mujeres que enviaron desde Cuba a Angola, en época de guerra y luego postguerra, fueron víctimas de acoso sexual, o violadas. Eso es sin contar las que callaron por temor.
La cúpula gobernante en la isla es una comparsa de perversión, muy a tono con todas las acepciones de la palabra corrupción.