Sin mucho rollo, y con el consabido ardid de una aparente democracia, este domingo 16, se realizó en Cuba la nominación de candidatos a diputados al Parlamento, así como a delegados a las asambleas provinciales del Poder Popular. Como fácilmente se podía pronosticar, fue un proceso soso, aburrido y monótono, durante el cual los 14 mil 537 concejales electos recientemente, tuvieron la oportunidad, honor del que pocos escapan, de “elegir”, o mejor dicho, sufragar.
Justo, o injusto; legalmente las candidaturas aprobadas se componen en un 50 por ciento de los delegados municipales elegidos en los comicios acontecidos entre octubre y noviembre; el otro cincuenta por ciento son propuestas realizadas por comisiones de candidatura que, como todos conocemos, son entes paragubernamentales.
Como en años anteriores, para variar, y sin sorpresas el arrogante e impenitente General Raúl Castro, fue aprobado como candidato al parlamento cubano por el municipio Segundo Frente Oriental, y que su nominación – pese a ser impopular - estuviese apoyada por los 79 delegados que integran la Asamblea Municipal del Poder Popular en ese territorio, es más de lo mismo.
Es normal, el sistema electoral cubano es como la hoja de un árbol atrapada en un tornado, desgraciadamente, muy a mi pesar, en mi país el hombre honesto es candidato a ser especie en extinción.
El poder es inmune a la crítica, y por estatuto se molesta cuando no entiende las metáforas; pero si todo está liado, no entiendo, y doy por seguro que en mis próximas reencarnaciones no comprenda, por qué el General Presidente se empeña en trasgredir la ley. Él vive en La Habana, reparto Siboney; vota por el municipio Plaza; y ya dije que es electo por un hermoso municipio de la acogedora y sufrida Santiago de Cuba.
En igual caso, pero muchísimo peor se encuentra el líder revolucionario, el hombre que se volvió insignificante, el ex comandante en jefe que también vive en Siboney (si vivir es la palabra correcta), ejerce el voto por telepatía o quizás con palomas mensajeras y fue elegido candidato durante una sesión extraordinaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular, también por Santiago de Cuba.
Más que una simple engañifa o una cruel imposición, es una vulgar violación que, de respetarse la reglamentación vigente, anularía la nominación.
Sí, por supuesto, Raúl continuará rumiando, y jugándole al tiempo; pero la ley electoral contempla que para ser elector, o elegido, cada ciudadano debe ser – y cito - residente permanente en el país por un período no menor de dos años antes de las elecciones, y estar inscripto en el Registro de Electores del Municipio y en la relación correspondiente a la circunscripción electoral del lugar donde tiene fijado su domicilio legal.
Es el gobierno cubano quien viola la ley que impone a su pueblo a fuerza de látigo y cepo, una práctica común; hace algún tiempo leí que “…Cuando un pueblo se acostumbra a violar leyes menores, no tardará en acostumbrarse a violar leyes mayores”.
Justo, o injusto; legalmente las candidaturas aprobadas se componen en un 50 por ciento de los delegados municipales elegidos en los comicios acontecidos entre octubre y noviembre; el otro cincuenta por ciento son propuestas realizadas por comisiones de candidatura que, como todos conocemos, son entes paragubernamentales.
Como en años anteriores, para variar, y sin sorpresas el arrogante e impenitente General Raúl Castro, fue aprobado como candidato al parlamento cubano por el municipio Segundo Frente Oriental, y que su nominación – pese a ser impopular - estuviese apoyada por los 79 delegados que integran la Asamblea Municipal del Poder Popular en ese territorio, es más de lo mismo.
Es normal, el sistema electoral cubano es como la hoja de un árbol atrapada en un tornado, desgraciadamente, muy a mi pesar, en mi país el hombre honesto es candidato a ser especie en extinción.
El poder es inmune a la crítica, y por estatuto se molesta cuando no entiende las metáforas; pero si todo está liado, no entiendo, y doy por seguro que en mis próximas reencarnaciones no comprenda, por qué el General Presidente se empeña en trasgredir la ley. Él vive en La Habana, reparto Siboney; vota por el municipio Plaza; y ya dije que es electo por un hermoso municipio de la acogedora y sufrida Santiago de Cuba.
En igual caso, pero muchísimo peor se encuentra el líder revolucionario, el hombre que se volvió insignificante, el ex comandante en jefe que también vive en Siboney (si vivir es la palabra correcta), ejerce el voto por telepatía o quizás con palomas mensajeras y fue elegido candidato durante una sesión extraordinaria de la Asamblea Municipal del Poder Popular, también por Santiago de Cuba.
Más que una simple engañifa o una cruel imposición, es una vulgar violación que, de respetarse la reglamentación vigente, anularía la nominación.
Sí, por supuesto, Raúl continuará rumiando, y jugándole al tiempo; pero la ley electoral contempla que para ser elector, o elegido, cada ciudadano debe ser – y cito - residente permanente en el país por un período no menor de dos años antes de las elecciones, y estar inscripto en el Registro de Electores del Municipio y en la relación correspondiente a la circunscripción electoral del lugar donde tiene fijado su domicilio legal.
Es el gobierno cubano quien viola la ley que impone a su pueblo a fuerza de látigo y cepo, una práctica común; hace algún tiempo leí que “…Cuando un pueblo se acostumbra a violar leyes menores, no tardará en acostumbrarse a violar leyes mayores”.