La historia de la diáspora cubana en los últimos 53 años está salpicada de gruesos linchamientos verbales; pintadas y artillería de piedras o huevos podridos en las fachadas de las casas de aquéllos que se marchaban; años de cárcel para las personas que intentaban abandonar el país, y un iracundo Fidel Castro en una tribuna pública llamándoles “gusanos, lumpen y escoria”.
Tomar el avión hacia la Florida, o largarse en una rústica embarcación con brújula norte era desatar la furia implacable de Castro. Sin contar las humillaciones. En los años 60, los futuros emigrados, se veían obligados a trabajar muchas horas en la agricultura antes que el gobierno le concediera el permiso de salida.
Recibir o enviar cartas a un pariente al otro lado del charco provocaba una reunión de urgencia en el sindicato o el partido y la persona era acusada de "debilidad ideológica". A los negros marginales se les atemorizaba con el discurso racista. Si abandonaban la patria, el Ku Klux Klan y sus perros amaestrados para ingerir negros, los despedazarían sin piedad.
Según los medios castristas, la primera ola de emigrados fueron burgueses, empresarios, inadaptados, y gente que había ganado su billete esquilmando a los humildes. Luego, los otros, eran lumpen, piltrafas humanas, presidarios, prostitutas y homosexuales negados a transformarse en hombres nuevos dentro de una 'sociedad insuperable, antesala del paraíso en la tierra'.
Después de la caída del Muro Berlín, profesionales y deportistas cubanos desertan a la primera de cambio. Ahora el discurso ofensivo se ha engavetado. Y los actos de repudio se han reciclado como un arma contra la disidencia.
Todavía los medios oficiales ningunean a los que se marchan de Cuba. Ningún reportaje o artículo de fondo resaltan los éxitos de los cubanos en el extranjero. En la isla no tuvieron repercusión los dos jonrones, a la derecha y a la izquierda en una misma entrada, del pelotero Kendry Morales. De los lauros y premios de escritores y poetas del exilio no se publican una nota.
Solo después de muertos, como dijo Rubén Martínez Villena, son útiles. Como Cabrera Infante o Celia Cruz. La prensa nacional no ha difundido el informe elaborado por prestigiosos académicos de la Universidad de la Florida donde con cifras y datos se demuestra la pujanza del exilio cubano.
Cuando se hojea Juventud Rebelde, por ninguna parte uno encuentra que en 2011 el país se recibió mas de dos mil millones dólares por concepto de remesas. Cifra parecida gastaron festinadamente los cubanos-americanos en sus viajes a Cuba y en las desaforadas compras de artículos a sus empobrecidos parientes.
Nada se dice en Radio Rebelde que, según un estudio del Pew Hispanic Center, la media de ingreso de los cubanos mayores de 16 años en Estados Unidos es de 26,478 dólares, superior a los 21,488 que se estima recibe el resto de la comunidad hispana.
Es cierto que la diáspora cubana, gracias a la Ley de Ajuste, goza de privilegios que no tienen el resto de los emigrantes latinos. Pero los logros alcanzados son innegables. Ahí están los empresarios al frente de negocios importantes. La vitalidad y crecimiento de Miami. Y la camada de políticos de origen cubano.
El perfil de la prensa oficial con respecto al exilio es bajo y ambiguo. Una retórica tonta quiere hacernos creer que la gente emigra solo por tener un coche y un piso climatizado y amueblado con gusto. Sí. La gente se marcha para tener un salario decoroso, antena satelital y navegar sin candados por Internet.
Pero también abandonan la tierra que los vio nacer para ser hombres libres. Haga un plebiscito con los más de dos millones de exiliados y el resultado, no me cabe duda, confirmará que una mayoría no desea a los hermanos Castro en el poder.
El régimen lo sabe. Conoce el peligro que encierra un acercamiento y mayores espacios a la emigración. Su poderío económico y sus conocimientos empresariales sepultarían la chapuza laboral y el ocio habitual en las factorías cubanas. Se convertirían en una amenaza latente el status quo de la casta gobernante, que amansa la totalidad de las reservas en moneda dura.
A los Castro lo único que le les interesa de la emigración es su dinero. Que vengan de visita a Cuba y gasten mucho. Que giren cada vez más dólares. Pero los quiere mar por medio. Nada de negocios en sectores estratégicos. Es mejor seguir ordeñándoles con brutales gabelas en sus viajes y envío de paquetes a la isla. Los hermanos Castro no desean un trato justo con los emigrados
Nunca van a permitir que los cubanos en el extranjero accedan a cargos políticos o voten en elecciones. Es muy difícil cambiar de mentalidad. Y estos autócratas ancianos siempre han visto a la diáspora como una bomba de tiempo. Una partida de ‘gusanos’. Y una legión de vende patrias.
Cuando el exilio sepa usar como arma su poderío económico, forzará al gobierno a cambiar el añejo discurso y las anacrónicas leyes. Mientras, solamente les necesita para llenar las alcancías.
Tomar el avión hacia la Florida, o largarse en una rústica embarcación con brújula norte era desatar la furia implacable de Castro. Sin contar las humillaciones. En los años 60, los futuros emigrados, se veían obligados a trabajar muchas horas en la agricultura antes que el gobierno le concediera el permiso de salida.
Recibir o enviar cartas a un pariente al otro lado del charco provocaba una reunión de urgencia en el sindicato o el partido y la persona era acusada de "debilidad ideológica". A los negros marginales se les atemorizaba con el discurso racista. Si abandonaban la patria, el Ku Klux Klan y sus perros amaestrados para ingerir negros, los despedazarían sin piedad.
Según los medios castristas, la primera ola de emigrados fueron burgueses, empresarios, inadaptados, y gente que había ganado su billete esquilmando a los humildes. Luego, los otros, eran lumpen, piltrafas humanas, presidarios, prostitutas y homosexuales negados a transformarse en hombres nuevos dentro de una 'sociedad insuperable, antesala del paraíso en la tierra'.
Después de la caída del Muro Berlín, profesionales y deportistas cubanos desertan a la primera de cambio. Ahora el discurso ofensivo se ha engavetado. Y los actos de repudio se han reciclado como un arma contra la disidencia.
Todavía los medios oficiales ningunean a los que se marchan de Cuba. Ningún reportaje o artículo de fondo resaltan los éxitos de los cubanos en el extranjero. En la isla no tuvieron repercusión los dos jonrones, a la derecha y a la izquierda en una misma entrada, del pelotero Kendry Morales. De los lauros y premios de escritores y poetas del exilio no se publican una nota.
Solo después de muertos, como dijo Rubén Martínez Villena, son útiles. Como Cabrera Infante o Celia Cruz. La prensa nacional no ha difundido el informe elaborado por prestigiosos académicos de la Universidad de la Florida donde con cifras y datos se demuestra la pujanza del exilio cubano.
Cuando se hojea Juventud Rebelde, por ninguna parte uno encuentra que en 2011 el país se recibió mas de dos mil millones dólares por concepto de remesas. Cifra parecida gastaron festinadamente los cubanos-americanos en sus viajes a Cuba y en las desaforadas compras de artículos a sus empobrecidos parientes.
Nada se dice en Radio Rebelde que, según un estudio del Pew Hispanic Center, la media de ingreso de los cubanos mayores de 16 años en Estados Unidos es de 26,478 dólares, superior a los 21,488 que se estima recibe el resto de la comunidad hispana.
Es cierto que la diáspora cubana, gracias a la Ley de Ajuste, goza de privilegios que no tienen el resto de los emigrantes latinos. Pero los logros alcanzados son innegables. Ahí están los empresarios al frente de negocios importantes. La vitalidad y crecimiento de Miami. Y la camada de políticos de origen cubano.
El perfil de la prensa oficial con respecto al exilio es bajo y ambiguo. Una retórica tonta quiere hacernos creer que la gente emigra solo por tener un coche y un piso climatizado y amueblado con gusto. Sí. La gente se marcha para tener un salario decoroso, antena satelital y navegar sin candados por Internet.
Pero también abandonan la tierra que los vio nacer para ser hombres libres. Haga un plebiscito con los más de dos millones de exiliados y el resultado, no me cabe duda, confirmará que una mayoría no desea a los hermanos Castro en el poder.
El régimen lo sabe. Conoce el peligro que encierra un acercamiento y mayores espacios a la emigración. Su poderío económico y sus conocimientos empresariales sepultarían la chapuza laboral y el ocio habitual en las factorías cubanas. Se convertirían en una amenaza latente el status quo de la casta gobernante, que amansa la totalidad de las reservas en moneda dura.
A los Castro lo único que le les interesa de la emigración es su dinero. Que vengan de visita a Cuba y gasten mucho. Que giren cada vez más dólares. Pero los quiere mar por medio. Nada de negocios en sectores estratégicos. Es mejor seguir ordeñándoles con brutales gabelas en sus viajes y envío de paquetes a la isla. Los hermanos Castro no desean un trato justo con los emigrados
Nunca van a permitir que los cubanos en el extranjero accedan a cargos políticos o voten en elecciones. Es muy difícil cambiar de mentalidad. Y estos autócratas ancianos siempre han visto a la diáspora como una bomba de tiempo. Una partida de ‘gusanos’. Y una legión de vende patrias.
Cuando el exilio sepa usar como arma su poderío económico, forzará al gobierno a cambiar el añejo discurso y las anacrónicas leyes. Mientras, solamente les necesita para llenar las alcancías.