Para romper el silencio que le impone su enfermedad, y como parte de su incansable y gigantesca campaña publicitaria, el presidente de Venezuela, Dr. Hugo Rafael Chávez Frías (seguramente es poseedor de algún honoris causa; por lo de Dr.), utiliza su cuenta @chavezcandanga para comunicarse con sus ministros, atacar a sus adversarios y anunciar sus decisiones. Puede decirse que la “candanga” del líder venezolano es una eficiente herramienta de gobierno. No hace tanto le regaló una casa a su seguidora número tres millones en Twitter.
Y no lo crítico por ello, a mí también me gustaría tener millones de seguidores en la afamada red social, y andar regalando viviendas. Más cuando la beneficiaria de tan caritativa obra fue una agraciada joven residente en Margarita, esa paradisíaca isla ubicada al noreste venezolano. El tema es cuando los obsequios van por cuenta del Estado, como es el caso.
Fidel Castro, cuando hablaba, lo decía: “A veces hay que romper un poco las reglas para mantener la estabilidad de una región, o de un país”. Claro está, las frases son como los trajes, hay una por cada ocasión.
La pomposa propaganda del líder bolivariano, de alguna manera inspirada en el caótico ejemplo de su maestro, cruzó el límite de toda lógica y se ha transformado en delirio, un asunto vergonzoso y desafiante. Injusticia legal, o legalidad injusta.
Para Chávez no hay imposibles, y nada está fuera de su alcance. Al parecer le tonifica ser visto como una piñata. Ya no sólo el hombre sueña con ser el Dios de sus partidarios connacionales; recientemente el extravagante caudillo se convirtió para algunos cubanos, en Santa Claus fuera de temporada o una especie de lotería no jugada. Todo el personal que lo asistió durante su enfermedad, estancia y recuperación, todos sin excepción fueron premiados con un auto chino Geely.
Las llaves fueron entregadas, en solemne actuación, por el ministro de salud pública cubano, Roberto Morales Ojeda, en presencia de altos mandos militares y miembros del PCC, bajo la atenta mirada del embajador de Venezuela en La Habana, Sr Edgardo Ramírez; que estuvo al tanto de todo, por fortuna, pues en el momento de la cesión intentaron desviar el automóvil destinado a un eminente médico, no confiable para el G2, que a fuerza de talento colabora ocasionalmente como consultante especial en el hospital CIMEQ.
Las historias se repiten, y también las excentricidades de aquellos que, con escenas parecidas y cómoda filosofía, pretenden comparar al mundo con una caja de zapatos viejos. Estos especímenes, son la ley y la justicia, alimentan el ego y compiten en poder. Por suerte, van quedando menos. Como muestra, Saddam Hussein le obsequió a su galeno cubano, una buena suma de dinero, capaz de sorprender la imaginación (le quitaron la mayor parte), Mengistu Haile Mariam le regaló a un general caribeño su propio SL 500, joya de la Mercedes Benz. En fin, la lista es larga, cargante y carente de parámetros, para ser original.
Y no lo crítico por ello, a mí también me gustaría tener millones de seguidores en la afamada red social, y andar regalando viviendas. Más cuando la beneficiaria de tan caritativa obra fue una agraciada joven residente en Margarita, esa paradisíaca isla ubicada al noreste venezolano. El tema es cuando los obsequios van por cuenta del Estado, como es el caso.
Fidel Castro, cuando hablaba, lo decía: “A veces hay que romper un poco las reglas para mantener la estabilidad de una región, o de un país”. Claro está, las frases son como los trajes, hay una por cada ocasión.
La pomposa propaganda del líder bolivariano, de alguna manera inspirada en el caótico ejemplo de su maestro, cruzó el límite de toda lógica y se ha transformado en delirio, un asunto vergonzoso y desafiante. Injusticia legal, o legalidad injusta.
Para Chávez no hay imposibles, y nada está fuera de su alcance. Al parecer le tonifica ser visto como una piñata. Ya no sólo el hombre sueña con ser el Dios de sus partidarios connacionales; recientemente el extravagante caudillo se convirtió para algunos cubanos, en Santa Claus fuera de temporada o una especie de lotería no jugada. Todo el personal que lo asistió durante su enfermedad, estancia y recuperación, todos sin excepción fueron premiados con un auto chino Geely.
Las llaves fueron entregadas, en solemne actuación, por el ministro de salud pública cubano, Roberto Morales Ojeda, en presencia de altos mandos militares y miembros del PCC, bajo la atenta mirada del embajador de Venezuela en La Habana, Sr Edgardo Ramírez; que estuvo al tanto de todo, por fortuna, pues en el momento de la cesión intentaron desviar el automóvil destinado a un eminente médico, no confiable para el G2, que a fuerza de talento colabora ocasionalmente como consultante especial en el hospital CIMEQ.
Las historias se repiten, y también las excentricidades de aquellos que, con escenas parecidas y cómoda filosofía, pretenden comparar al mundo con una caja de zapatos viejos. Estos especímenes, son la ley y la justicia, alimentan el ego y compiten en poder. Por suerte, van quedando menos. Como muestra, Saddam Hussein le obsequió a su galeno cubano, una buena suma de dinero, capaz de sorprender la imaginación (le quitaron la mayor parte), Mengistu Haile Mariam le regaló a un general caribeño su propio SL 500, joya de la Mercedes Benz. En fin, la lista es larga, cargante y carente de parámetros, para ser original.