El pasado viernes, después de casi 4 años de haber asumido la presidencia de Paraguay, Fernando Lugo fue destituido por el Congreso por lo que algunos llamaron "mal desempeño de sus funciones". En realidad se le acusa de ser el máximo responsable de una matanza causada en la ciudad distrito de Curuguaty, donde hubo un enfrentamiento entre policías y campesinos.
En sesión extraordinaria, el senado paraguayo, por mayoría, votó a favor de la deposición; en la cámara baja la decisión fue aún más abrumadora. Según la Constitución, quedó destituido de su cargo; y el propio ex mandatario Lugo aceptó públicamente el dictamen del Congreso.
Es el Senado quien tiene la responsabilidad de destituir a un presidente, y así lo hizo. La Constitución de Paraguay contempla la remoción del gobernante. El sistema democrático funciona, en un estado de derecho.
Paraguay nos dio un ejemplo. Sin dudas, es una augusta lección de reconocimiento al orden jurídico.
Pero el poder, como sabemos, es un objeto libidinal al que es difícil renunciar, atrapó a este buen señor de amplia sonrisa y sobrio andar, el mismo que recibió una dispensa Papal en el año 2008, para ejercer la presidencia del Paraguay.
Sería bueno saber, cómo un ex obispo católico, reducido al estado laical, luego de acatar su propia destitución para – según dijo - “evitar un derramamiento de sangre"; duerme la siesta, se despoja del sentido común, se disfraza de caudillo y convoca al pueblo, a tomar las calles, para “que retorne el orden constitucional". Y por si esto fuera poco, anuncia que viajará en representación del país a la cumbre de Mercosur, prevista para los próximos días 28 y 29 en Mendoza (Argentina), y a una reunión de Unasur.
¿Qué bicho le picó, con quién habló? Ni idea. Lo cierto es que sus vecinos, los archiconocidos dictadores totalitarios, al ver las barbas del vecino arder, decidieron encasquetarse un mejor disfraz, para – como dicen los economistas - llevar tranquilidad a los mercados, dar confianza a los inversores, y evitar la especulación.
No debemos olvidar que en la pasada cumbre del ALBA, los firmantes coincidieron en apoyar la integración regional como propuesta irreversible, y apostaron por dar pasos firmes hacia una unión bancaria, económica, política y militar. Fue por eso que tras el dictamen de Augusto Chávez, o Hugo Cesar, de anunciar públicamente el retiro de su embajador y el cese del suministro petrolero a ese país; el Dr. Rafael Correa, presidente de Ecuador, olvidó su trillado concepto de “Intromisión en asuntos internos” y amenazó con que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) está obligada a intervenir en este caso usando instrumentos que incluyen, entre otros, la expulsión de ese país de la entidad, y el cierre de sus fronteras.
El más insólito argumento, creo que bajo los efectos de algún alucinógeno por lo poco serio, lo puso el gobierno de Cuba; condenando lo que calificó de "golpe de estado parlamentario” y aseguró que la isla “no reconocerá autoridad alguna que no emane del sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía".
Otros mandatarios, presionados por el constante chantaje del circundante paisaje, articularon el discurso del mesías venezolano, y como muñecos de ventrílocuo desestimaron la destitución del gobernante paraguayo malinterpretando los ya raídos conceptos de legalidad y legitimidad.
En sesión extraordinaria, el senado paraguayo, por mayoría, votó a favor de la deposición; en la cámara baja la decisión fue aún más abrumadora. Según la Constitución, quedó destituido de su cargo; y el propio ex mandatario Lugo aceptó públicamente el dictamen del Congreso.
Es el Senado quien tiene la responsabilidad de destituir a un presidente, y así lo hizo. La Constitución de Paraguay contempla la remoción del gobernante. El sistema democrático funciona, en un estado de derecho.
Paraguay nos dio un ejemplo. Sin dudas, es una augusta lección de reconocimiento al orden jurídico.
Pero el poder, como sabemos, es un objeto libidinal al que es difícil renunciar, atrapó a este buen señor de amplia sonrisa y sobrio andar, el mismo que recibió una dispensa Papal en el año 2008, para ejercer la presidencia del Paraguay.
Sería bueno saber, cómo un ex obispo católico, reducido al estado laical, luego de acatar su propia destitución para – según dijo - “evitar un derramamiento de sangre"; duerme la siesta, se despoja del sentido común, se disfraza de caudillo y convoca al pueblo, a tomar las calles, para “que retorne el orden constitucional". Y por si esto fuera poco, anuncia que viajará en representación del país a la cumbre de Mercosur, prevista para los próximos días 28 y 29 en Mendoza (Argentina), y a una reunión de Unasur.
¿Qué bicho le picó, con quién habló? Ni idea. Lo cierto es que sus vecinos, los archiconocidos dictadores totalitarios, al ver las barbas del vecino arder, decidieron encasquetarse un mejor disfraz, para – como dicen los economistas - llevar tranquilidad a los mercados, dar confianza a los inversores, y evitar la especulación.
No debemos olvidar que en la pasada cumbre del ALBA, los firmantes coincidieron en apoyar la integración regional como propuesta irreversible, y apostaron por dar pasos firmes hacia una unión bancaria, económica, política y militar. Fue por eso que tras el dictamen de Augusto Chávez, o Hugo Cesar, de anunciar públicamente el retiro de su embajador y el cese del suministro petrolero a ese país; el Dr. Rafael Correa, presidente de Ecuador, olvidó su trillado concepto de “Intromisión en asuntos internos” y amenazó con que la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) está obligada a intervenir en este caso usando instrumentos que incluyen, entre otros, la expulsión de ese país de la entidad, y el cierre de sus fronteras.
El más insólito argumento, creo que bajo los efectos de algún alucinógeno por lo poco serio, lo puso el gobierno de Cuba; condenando lo que calificó de "golpe de estado parlamentario” y aseguró que la isla “no reconocerá autoridad alguna que no emane del sufragio legítimo y el ejercicio de la soberanía".
Otros mandatarios, presionados por el constante chantaje del circundante paisaje, articularon el discurso del mesías venezolano, y como muñecos de ventrílocuo desestimaron la destitución del gobernante paraguayo malinterpretando los ya raídos conceptos de legalidad y legitimidad.