El lunes pasado, en un diligente y articulado artículo publicado en esta web, escribí, y cito: “La pregunta es, ¿Hacia dónde vamos?. La respuesta, el próximo 2 de diciembre cuando se den a conocer los ascensos militares y con ello la escalada o no a General del hoy Coronel Alejandro Castro Espín. Promoción que, por un lado podría crear descontento y división en la jerarquía militar; y, por otro, develarnos si las denominadas “medidas para la actualización del modelo” es el camino hacia las postrimerías de la llamada era de los Castro, si son aperturas que conducen hacia una socialdemocracia (militarizada) donde se vayan imponiendo poco a poco las libertades de cada individuo, o si solo han sido sutiles maniobras dirigidas al reacomodo de una estructura estatal que garantice únicamente una sucesión donde el poder cubano transite de mano en mano, y de Castro a Castro.”
Eso fue lo escrito, y repito; entender que sostengo la hipótesis de ubicar el ascenso de Castro Espín a brigadier como “la clave” del futuro de Cuba, o como próximo presidente insular, se me hace malinterpretar lo escrito.
Si las cosas continuan como van, para saber quién será el próximo inquilino en el asiento presidencial de Cuba, no es necesario ser sútil, ni tener mucha información, ni manejar con precisión el arte de la adivinación; basta con echarle un vistazo al artículo 94 de la constitución que, mala o buena, está vigente y aunque hasta el propio cabecilla con frecuencia desestima, tiene bien establecido que en caso de ausencia, enfermedad o muerte del Presidente del Consejo de Estado, será sustituido por el Primer Vicepresidente. O sea, ayer José Ramón Machado Ventura, hoy Miguel Díaz-Canel, y mañana puede que un Pérez cualquiera. La súper estructura estatal está muy bien cimentada (o mejor dicho, maniatada) para que nadie pueda competir con el fantasma de Fidel.
El poder real es otra cosa. No es el visible trono de tapiz raído, sino el reluciente cetro, que ya está fijado para que después de Raúl, si no hay cambios sustanciales o inesperadas sorpresas, caiga en manos de Alejandro. Negarlo sería algo así como ignorar la cubanía de la palma real o la majestuosidad de un amanecer cubano. Cuba no es sólamente una sociedad gobernada por un único partido, también por una dictadura familiar. ¿Será necesario recordar el parentesco entre Fidel, Raúl, Vilma, Mariela,…..?
El Consejo de Ministros es el máximo órgano ejecutivo, administrativo y, según la ley, constituye el Gobierno de la República de Cuba. ¿Por qué entonces Alejandro, sin ser miembro, participa y tiene voz decisiva en las reuniones del Comité Ejecutivo y las juntas del Consejo de Defensa Nacional?
El ascenso o no a General del Coronel Castro Espín, sólo nos permitirá ver con suficiente claridad lo que el gobierno cubano nos ha ido dosificando y diseñando como futuro, eso que llaman “reformas o medidas para la actualización del modelo cubano”. El poder ya lo tiene, y no depende de un simple ascenso.
Muchos militares lo detestan, algunos lo critican, y otros se burlan, el resto simplemente lo tolera; pero todos le obedecen y él lo sabe, porque si bien es cierto que debido a un accidente en Angola perdió la visión de un ojo, también es muy cierto que la agudeza visual del ojo sano es 20/20.
Eso fue lo escrito, y repito; entender que sostengo la hipótesis de ubicar el ascenso de Castro Espín a brigadier como “la clave” del futuro de Cuba, o como próximo presidente insular, se me hace malinterpretar lo escrito.
Si las cosas continuan como van, para saber quién será el próximo inquilino en el asiento presidencial de Cuba, no es necesario ser sútil, ni tener mucha información, ni manejar con precisión el arte de la adivinación; basta con echarle un vistazo al artículo 94 de la constitución que, mala o buena, está vigente y aunque hasta el propio cabecilla con frecuencia desestima, tiene bien establecido que en caso de ausencia, enfermedad o muerte del Presidente del Consejo de Estado, será sustituido por el Primer Vicepresidente. O sea, ayer José Ramón Machado Ventura, hoy Miguel Díaz-Canel, y mañana puede que un Pérez cualquiera. La súper estructura estatal está muy bien cimentada (o mejor dicho, maniatada) para que nadie pueda competir con el fantasma de Fidel.
El poder real es otra cosa. No es el visible trono de tapiz raído, sino el reluciente cetro, que ya está fijado para que después de Raúl, si no hay cambios sustanciales o inesperadas sorpresas, caiga en manos de Alejandro. Negarlo sería algo así como ignorar la cubanía de la palma real o la majestuosidad de un amanecer cubano. Cuba no es sólamente una sociedad gobernada por un único partido, también por una dictadura familiar. ¿Será necesario recordar el parentesco entre Fidel, Raúl, Vilma, Mariela,…..?
El Consejo de Ministros es el máximo órgano ejecutivo, administrativo y, según la ley, constituye el Gobierno de la República de Cuba. ¿Por qué entonces Alejandro, sin ser miembro, participa y tiene voz decisiva en las reuniones del Comité Ejecutivo y las juntas del Consejo de Defensa Nacional?
El ascenso o no a General del Coronel Castro Espín, sólo nos permitirá ver con suficiente claridad lo que el gobierno cubano nos ha ido dosificando y diseñando como futuro, eso que llaman “reformas o medidas para la actualización del modelo cubano”. El poder ya lo tiene, y no depende de un simple ascenso.
Muchos militares lo detestan, algunos lo critican, y otros se burlan, el resto simplemente lo tolera; pero todos le obedecen y él lo sabe, porque si bien es cierto que debido a un accidente en Angola perdió la visión de un ojo, también es muy cierto que la agudeza visual del ojo sano es 20/20.