El periodista independiente Luis Felipe Rojas autor del blog cruzarlasalambradas analiza la situación de la mujer cubana víctima de la violencia familiar.
La violencia contra la mujer en diferentes estratos de la sociedad ha tomado un cariz inusitado. En medio de campañas y promociones para terminar con este flagelo, siguen los hechos de violencia física, contenidos entre el acendrado machismo y un vulgar desprecio por la dignidad femenina. Aún sin contar con las cifras oficiales de mujeres mutiladas o golpeadas, todos los días se escuchan de manera oral las anécdotas sobre sucesos tan lamentables de la Cuba contemporánea.
No hay una prensa realista y objetiva que recepciones y devuelva estos eventos de manera crítica, el sondeo social al asunto queda sin pies ni manos. De todos modos, quedan en la memoria colectiva y el imaginario social aquellos testimonios más deleznables. En los últimos tres meses, un pequeño pueblo de provincia como San Germán, se ha visto envuelto en cuatro hechos de sangre contra mujeres (que no cito
con nombres por respeto a las víctimas), todos por motivos pasionales. Golpes en la cara y los senos, puñaladas, machetazos, heridas sicológicas que nunca sanarán del todo.
En la actualidad, las agresiones físicas contra la mujer van desde el empujón o el puñetazo en la soledad del hogar o la vía pública, armas de fuego u objetos cortantes o punzantes como cuchillos y punzones. Los motivos son pasionales casi siempre, supuestas traiciones, reclamación de más acompañamiento y, sólo en contados casos, se ha visto una respuesta a la inversa. Cada vez menos féminas atacan a sus
castigadores, como era común en décadas pasadas, a saber: envenenamiento, muerte por fuego y heridas con objetos cortantes.
Detrás de las palabras bonitas en la radio y la TV tiene que venir una acción urgente, pero que sea portadora de una verdadera intención de sanar. La mujer cubana ha sido expuesta a un ambiente verbal de violencia como nunca antes. Su condicionado protagonismo en las más recientes contiendas bélicas, así como su participación en las encarnizadas batallas de improperios contra los diferentes, la han hecho diferente: pero también excluida. Años de coexistencia en campamentos agrícolas o de la construcción, conviviendo con hombres bajo el supuesto de que tienen los mismos deberes y derechos, lejos de hacerla “igual” la han hecho diferente, pero de forma negativa. Cuando las palabras no bastan, hay que saber que una campaña tampoco. De la frialdad de los discursos debiéramos pasar a la ardentía de los hechos. Auroras del más dulce amor, su delicadeza pudiera estar en extinción muy pronto, y seremos nosotros, los impasibles, los únicos culpables.
Sobre el tema el bloguero cubano Luis Felipe Rojas accedió a conversar en el programa Con voz propia.
La violencia contra la mujer en diferentes estratos de la sociedad ha tomado un cariz inusitado. En medio de campañas y promociones para terminar con este flagelo, siguen los hechos de violencia física, contenidos entre el acendrado machismo y un vulgar desprecio por la dignidad femenina. Aún sin contar con las cifras oficiales de mujeres mutiladas o golpeadas, todos los días se escuchan de manera oral las anécdotas sobre sucesos tan lamentables de la Cuba contemporánea.
No hay una prensa realista y objetiva que recepciones y devuelva estos eventos de manera crítica, el sondeo social al asunto queda sin pies ni manos. De todos modos, quedan en la memoria colectiva y el imaginario social aquellos testimonios más deleznables. En los últimos tres meses, un pequeño pueblo de provincia como San Germán, se ha visto envuelto en cuatro hechos de sangre contra mujeres (que no cito
con nombres por respeto a las víctimas), todos por motivos pasionales. Golpes en la cara y los senos, puñaladas, machetazos, heridas sicológicas que nunca sanarán del todo.
En la actualidad, las agresiones físicas contra la mujer van desde el empujón o el puñetazo en la soledad del hogar o la vía pública, armas de fuego u objetos cortantes o punzantes como cuchillos y punzones. Los motivos son pasionales casi siempre, supuestas traiciones, reclamación de más acompañamiento y, sólo en contados casos, se ha visto una respuesta a la inversa. Cada vez menos féminas atacan a sus
castigadores, como era común en décadas pasadas, a saber: envenenamiento, muerte por fuego y heridas con objetos cortantes.
Detrás de las palabras bonitas en la radio y la TV tiene que venir una acción urgente, pero que sea portadora de una verdadera intención de sanar. La mujer cubana ha sido expuesta a un ambiente verbal de violencia como nunca antes. Su condicionado protagonismo en las más recientes contiendas bélicas, así como su participación en las encarnizadas batallas de improperios contra los diferentes, la han hecho diferente: pero también excluida. Años de coexistencia en campamentos agrícolas o de la construcción, conviviendo con hombres bajo el supuesto de que tienen los mismos deberes y derechos, lejos de hacerla “igual” la han hecho diferente, pero de forma negativa. Cuando las palabras no bastan, hay que saber que una campaña tampoco. De la frialdad de los discursos debiéramos pasar a la ardentía de los hechos. Auroras del más dulce amor, su delicadeza pudiera estar en extinción muy pronto, y seremos nosotros, los impasibles, los únicos culpables.
Sobre el tema el bloguero cubano Luis Felipe Rojas accedió a conversar en el programa Con voz propia.