Más de un siglo después de que granjeros menonitas emigraron de Rusia a
Norteamérica en busca de campos y libertad religiosa, cientos de sus descendientes en México están pensando en volver a sus tierras ancestrales.
La escasez de tierras de labranza, la sequía y conflictos con rivales están haciendo que muchos menonitas del norte de México piensen si no será mejor volver a las planicies de Europa oriental, de las que emigraron en el siglo XIX, para proveer
mejor a sus familias.
Este año, un grupo de 11 menonitas de México viajó a Tatarstán, en el borde sur de la Rusia europea, para ver tierras que podrían ayudarles a conservar su espartano estilo de vida frente a los retos del crecimiento de la población y el cambio climático.
"Buscamos un futuro para nuestros hijos y nietos", dijo Peter Friesen, un granjero de 59 años que visitó la población de Aznakayevo en agosto. Friesen es descendiente de menonitas que nacieron en el antiguo Imperio Ruso.
Los menonitas son un grupo cristiano anabautista radical que se originó en el siglo XVI en zonas de Alemania, Holanda y Suiza y rechazan la jerarquía eclesiástica y el servicio militar, lo que los ha convertido en objeto de persecuciones a lo largo de los años e históricamente los hizo depender de líderes que quieren aprovechar su habilidad como granjeros. Entre sus preceptos está el que los miembros de la comunidad sólo deben bautizarse una vez que tienen edad suficiente para entender su fe.
Muchos, como Friesen, que viven en granjas en los alrededores de la ciudad de Cuauhtémoc en el norte de México son descendientes de colonos que se establecieron en partes de lo que hoy es Ucrania dentro del Imperio Ruso, durante el reinado de la zarina Catalina la Grande en el siglo XVIII.
Pero sus libertades -como la de no hacer el servicio militar- se vieron amenazadas durante el surgimiento de los nacionalismos europeos y muchos comenzaron a emigrar a Norteamérica en la década de 1870. Y más los siguieron tras el estallido de la Revolución Rusa y las guerras mundiales.
Los menonitas, que aún hablan Plautdietsch, una mezcla de bajo alemán, holandés y dialectos prusianos, comenzaron a llegar al norteño estado mexicano de Chihuahua desde Canadá en la década de 1920, y han colaborado a convertir algunos de los
paisajes más desolados del país en modelos de agricultura que generan toneladas de maíz, frijoles, leche y quesos.
Pero el éxito de las cosechas llevó a un crecimiento poblacional y ya las granjas no alcanzan.
Vestido con sencillos pantalones de algodón, una camisa oscura y una gorra, y bronceado por los años de cosechar bajo el ardiente sol de Chihuahua -que ocupa un territorio mayor que Gran Bretaña-, Friesen habla en castellano en breves y sencillas
frases.
Sólo cuando suena su teléfono celular cambia a su idioma natal, el Plautdietsch, que no sería inteligible para alguien que hable alemán moderno.
"Sabes que nosotros los menonitas siempre queremos crecer. Y eso es lo que no podemos hacer aquí. Ya está todo saturado" , dijo el padre de 13 hijos y abuelo de 25 nietos.
Enrique Voth, quien estuvo también en la delegación a Tatarstán, dijo que la tierra de sembradío puede comprarse allí por una décima parte de lo que cuesta en México. "Diez veces más es lo que nos falta que lo que tenemos", comentó. Friesen dijo que las cerca de "100 familias" que están interesadas en emigrar a Rusia aún no han tomado una decisión, en parte porque no han hallado un área contigua lo suficientemente grande para que quepan todos.
Pero sus ojos azules brillan cuando habla de la tierra oscura, el clima templado y los ricos suministros de agua que los menonitas encontraron en Tatarstán. Alguna vez parte de la Horda Dorada, imperio que se expandió desde Asia Central hasta Europa del Este, esta república abriga terrenos planos y fértiles, regados por los ríos Volga y Kama.
Originalmente con unos 7,000 concentrados en México, los menonitas cultivan unas tres cuartas partes de los campos de maíz de riego en Chihuahua, pero muchas de las tierras son rentadas y sus propiedades han crecido mucho más lento que su población.
Los menonitas de Chihuahua iniciaron su estancia con unas 100,000 hectáreas de tierra. Actualmente su tenencia no supera por mucho las 250,000 hectáreas, según datos del gobierno del estado.
Desde la sequía del año pasado, la escasez de tierra se ha hecho más evidente, y los menonitas han sido acusados por un grupo de agricultores rivales conocidos como "barzonistas", de excavar 200 pozos ilegales para irrigar los campos, afectando el suministro local de agua.
La riña ha tomado varios giros desagradables, animando el ímpetu de los menonitas para encontrar nuevas tierras de cultivo.
Durante el siglo XX, los menonitas se extendieron hacia Sudamérica, Africa e India. Muchos conservaron el estilo de vida ligado al trabajo de la tierra, adoptando nuevas tecnologías a menudo aún rechazada por sus "primos" los Amish Anabautistas en Estados Unidos.
A falta de pastura y campos para sembrar, algunos menonitas en Chihuahua han dejado la agricultura para elaborar artesanías u ofrecer servicios. Según pobladores locales, algunos se desviaron hacia el narcotráfico y la prostitución.
Muchos de los menonitas en el área están escépticos sobre que la respuesta a la falta de tierras se encuentra en Rusia. Algunos dicen que las familias que están considerando la mudanza al otro lado del mundo se han quedado rezagadas, otros temen que los menonitas están siendo absorbidos por el ritmo de cambio.
Pese a que los menonitas de Chihuahua ahora usan teléfonos móviles, muchos aún rechazan la televisión. Algunos se preocupan por el impacto de internet en sus hijos, que pueden ver más del mundo desde sus modestas y monocromáticas casas.
Norteamérica en busca de campos y libertad religiosa, cientos de sus descendientes en México están pensando en volver a sus tierras ancestrales.
La escasez de tierras de labranza, la sequía y conflictos con rivales están haciendo que muchos menonitas del norte de México piensen si no será mejor volver a las planicies de Europa oriental, de las que emigraron en el siglo XIX, para proveer
mejor a sus familias.
Este año, un grupo de 11 menonitas de México viajó a Tatarstán, en el borde sur de la Rusia europea, para ver tierras que podrían ayudarles a conservar su espartano estilo de vida frente a los retos del crecimiento de la población y el cambio climático.
"Buscamos un futuro para nuestros hijos y nietos", dijo Peter Friesen, un granjero de 59 años que visitó la población de Aznakayevo en agosto. Friesen es descendiente de menonitas que nacieron en el antiguo Imperio Ruso.
Los menonitas son un grupo cristiano anabautista radical que se originó en el siglo XVI en zonas de Alemania, Holanda y Suiza y rechazan la jerarquía eclesiástica y el servicio militar, lo que los ha convertido en objeto de persecuciones a lo largo de los años e históricamente los hizo depender de líderes que quieren aprovechar su habilidad como granjeros. Entre sus preceptos está el que los miembros de la comunidad sólo deben bautizarse una vez que tienen edad suficiente para entender su fe.
Muchos, como Friesen, que viven en granjas en los alrededores de la ciudad de Cuauhtémoc en el norte de México son descendientes de colonos que se establecieron en partes de lo que hoy es Ucrania dentro del Imperio Ruso, durante el reinado de la zarina Catalina la Grande en el siglo XVIII.
Pero sus libertades -como la de no hacer el servicio militar- se vieron amenazadas durante el surgimiento de los nacionalismos europeos y muchos comenzaron a emigrar a Norteamérica en la década de 1870. Y más los siguieron tras el estallido de la Revolución Rusa y las guerras mundiales.
Los menonitas, que aún hablan Plautdietsch, una mezcla de bajo alemán, holandés y dialectos prusianos, comenzaron a llegar al norteño estado mexicano de Chihuahua desde Canadá en la década de 1920, y han colaborado a convertir algunos de los
paisajes más desolados del país en modelos de agricultura que generan toneladas de maíz, frijoles, leche y quesos.
Pero el éxito de las cosechas llevó a un crecimiento poblacional y ya las granjas no alcanzan.
Vestido con sencillos pantalones de algodón, una camisa oscura y una gorra, y bronceado por los años de cosechar bajo el ardiente sol de Chihuahua -que ocupa un territorio mayor que Gran Bretaña-, Friesen habla en castellano en breves y sencillas
frases.
Sólo cuando suena su teléfono celular cambia a su idioma natal, el Plautdietsch, que no sería inteligible para alguien que hable alemán moderno.
"Sabes que nosotros los menonitas siempre queremos crecer. Y eso es lo que no podemos hacer aquí. Ya está todo saturado" , dijo el padre de 13 hijos y abuelo de 25 nietos.
Enrique Voth, quien estuvo también en la delegación a Tatarstán, dijo que la tierra de sembradío puede comprarse allí por una décima parte de lo que cuesta en México. "Diez veces más es lo que nos falta que lo que tenemos", comentó. Friesen dijo que las cerca de "100 familias" que están interesadas en emigrar a Rusia aún no han tomado una decisión, en parte porque no han hallado un área contigua lo suficientemente grande para que quepan todos.
Pero sus ojos azules brillan cuando habla de la tierra oscura, el clima templado y los ricos suministros de agua que los menonitas encontraron en Tatarstán. Alguna vez parte de la Horda Dorada, imperio que se expandió desde Asia Central hasta Europa del Este, esta república abriga terrenos planos y fértiles, regados por los ríos Volga y Kama.
Originalmente con unos 7,000 concentrados en México, los menonitas cultivan unas tres cuartas partes de los campos de maíz de riego en Chihuahua, pero muchas de las tierras son rentadas y sus propiedades han crecido mucho más lento que su población.
Los menonitas de Chihuahua iniciaron su estancia con unas 100,000 hectáreas de tierra. Actualmente su tenencia no supera por mucho las 250,000 hectáreas, según datos del gobierno del estado.
Desde la sequía del año pasado, la escasez de tierra se ha hecho más evidente, y los menonitas han sido acusados por un grupo de agricultores rivales conocidos como "barzonistas", de excavar 200 pozos ilegales para irrigar los campos, afectando el suministro local de agua.
La riña ha tomado varios giros desagradables, animando el ímpetu de los menonitas para encontrar nuevas tierras de cultivo.
Durante el siglo XX, los menonitas se extendieron hacia Sudamérica, Africa e India. Muchos conservaron el estilo de vida ligado al trabajo de la tierra, adoptando nuevas tecnologías a menudo aún rechazada por sus "primos" los Amish Anabautistas en Estados Unidos.
A falta de pastura y campos para sembrar, algunos menonitas en Chihuahua han dejado la agricultura para elaborar artesanías u ofrecer servicios. Según pobladores locales, algunos se desviaron hacia el narcotráfico y la prostitución.
Muchos de los menonitas en el área están escépticos sobre que la respuesta a la falta de tierras se encuentra en Rusia. Algunos dicen que las familias que están considerando la mudanza al otro lado del mundo se han quedado rezagadas, otros temen que los menonitas están siendo absorbidos por el ritmo de cambio.
Pese a que los menonitas de Chihuahua ahora usan teléfonos móviles, muchos aún rechazan la televisión. Algunos se preocupan por el impacto de internet en sus hijos, que pueden ver más del mundo desde sus modestas y monocromáticas casas.