Entre los factores que le confieren esa condición está la diversidad de orígenes políticos de sus integrantes; la estrecha relación de los exiliados con quienes luchan en el interior de la isla; el haber organizado durante décadas congresos, protestas y manifestaciones a favor de la libertad y la democracia; y, como colofón, por más de medio siglo, ser el principal acusador del castrismo en foros nacionales e internacionales.
Cierto que en principio un exiliado es un perseguido, un opositor, un individuo que pudo ser encarcelado y que se vio obligado a huir de su país, pero es justo decir que el exilio no es cuestión de veteranía, sino de la conducta que se asume cuando se llega a otra nación.
No importan los años de destierro. Hay que estar laborando por el regreso. Dejar de trabajar por retornar a la patria coloca la condición de exiliado en pasado y simplemente el individuo se ha convertido en un inmigrante.
Entre el exiliado y el inmigrante hay diferencias de causas. El exiliado ha sido perseguido por sus ideas o acciones de carácter político. Exiliarse nunca debe ser el objetivo de los que enfrentan una dictadura, sino una opción para continuar la lucha en otras latitudes.
Exilio es crisis de conciencia, no con la nación sino con el gobierno que la conduce. El exilio, voluntario o por destierro, es distancia, lejanía de la patria pero no del culto. Se sigue con la casa a cuestas. En la conciencia está la memoria y el compromiso.
Justo es recordar que en los tiempos más oscuros del castrismo, cientos de hombres partieron de playas ajenas con las armas en las manos, a reconquistar las propias. Muchos murieron en combate o fusilados y muchos desaparecieron.
Amplios sectores del exilio en todo momento han prestado asistencia a los que han luchado en Cuba. Primero con armas y explosivos, después con los materiales necesarios para la acción no violenta que los opositores continúan desarrollando en la isla.
El exiliado siempre será un militante de la causa que lo llevó al extrañamiento, nunca un individuo indiferente a lo que acontece en su país ni que eluda los riesgos que conlleve actuar para producir un cambio.
Hay que destacar que el exilio también ha sido el reservorio de muchas de las mejores tradiciones cubanas. Conserva costumbres y evoca lugares trascendentales de la historia de Cuba. El arte en todas sus manifestaciones y la cocina se conservan en cada hogar, al igual que la mayoría de los padres tratan que sus hijos conserven la lengua materna.
Cierto también que algunos exiliados pueden faltar al compromiso contraído con los ideales defendidos. La frustración, el desencanto y haber sembrado sin frutos, puede conducir a un punto de no retorno en el que el olvido es necesario para poder seguir viviendo, un sentir válido, pero ya no es exiliado.
El sentir del exiliado no tiene relación con la nostalgia dulce y quieta del emigrante que puede ser anulada con una nueva experiencia o con el retorno temporal al lugar de los recuerdos.
Exiliarse es una decisión política. Una resolución que se toma porque el espacio de la persona es anulado por la acción gubernamental. La condición de exiliado exige pensamiento y acción en contra del gobierno que destierra, que reprime.
El exilio ha durado tantos años que algunos lo califican de histórico, un término válido para representar a las decenas de miles de personas que abandonaron Cuba en su juventud y han envejecido trabajando por un retorno en libertad y democracia, pero no resta méritos a quienes, arribando a otras costas en tiempos más recientes, se suman a la digna tarea de trabajar por el bien del país en el que nacieron.
Sin embargo, es justo rendir tributo a los pioneros del exilio. A los que arribaron a cualquier país, a los que se asentaron en cualquier pueblo que sin importar el tiempo que transcurría ni los problemas que podían enfrentar en el país que les había acogido, lucharon incansablemente por destruir la dictadura.
Hay muchas personas que han pasado a ser paradigmas del exilio político cubano, pero también hay muchos héroes desconocidos que nunca deberían ser olvidados. Mujeres y hombres, abuelos, abuelas, desaparecidos en su mayoría, que hubieran deseado dejar sus huesos en la tierra en la que nacieron, que los que han sobrevivido deberían honrar.
El exilio y la oposición interna en el presente están enfrentando grandes retos. La colaboración debe ser cada día más estrecha, defender a ultranza la independencia de acción para evitar un nuevo Tratado de París.