Para los observadores en el extranjero la muerte en julio del año pasado del disidente Oswaldo Payá es un intrigante misterio, pero para los directamente afectados incluso cuestionarse cómo ocurrió es “rendirse a la maligna influencia del control autoritario” del régimen cubano, según el diario The Washington Post.
Un comentario publicado en el periódico por su editor de páginas editoriales, Fred Hiatt, dice que “la violencia, la censura y el encarcelamiento son obvias armas de los dictadores, desde Cuba hasta China. Pero las herramientas de la represión también incluyen el capricho”.
Si nadie puede estar seguro de quién será la próxima víctima y quién no lo será cuando las reglas del antojo reemplazan a la ley, añade, entonces “todos deben vivir atemorizados”.
El diario compara el caso de Payá con el del opositor chino Wang Bingzhang, un activista demócrata que luego de vivir 11 años exiliado en EE.UU. viajó a Vietnam para reunirse con otros activistas de su país y fue secuestrado, llevado a China, incomunicado y luego sentenciado a cadena perpetua sin que su hija haya podido verlo en los últimos 4 años.
Oswaldo Payá , destaca, fue líder de un movimiento pacífico en defensa de elecciones libres y derechos humanos en Cuba, y murió en lo que el gobierno cubano ha descrito como un accidente automovilístico en el que el chofer, un español simpatizante del disidente, supuestamente chocó contra un árbol.
“Pero fotos del carro muestran que fue chocado por detrás –precisa—y el conductor, Ángel Carromero ha dicho que fue sacado de la carretera por un vehículo que él cree era manejado por agentes del gobierno”.
El comentario pone de relieve que dos meses antes, Payá había sobrevivido a otro sospechoso choque, y se pregunta si, furiosos por que haya escapado con vida en esa ocasión, los agentes del gobierno decidieron intentarlo otra vez sin importar cuáles fuesen las consecuencias.
“¿Tenía la operación la intención de tropezar con el auto de Payá y asustarlo, o los agentes se alegraron de la oportunidad de actuar aun en la presencia de europeos (el español y el sueco que lo acompañaban) --cuestiona el Post--, para mostrar a todos los cubanos que no hay protección, no importa qué amigos uno pueda tener?”
El periódico cita a la hija de Payá, Rosa María, quien visitó las oficinas del Post y dijo que podía “especular” sobre los motivos o sobre por qué la muerte de su padre no ocurrió antes o después, pero también dio por seguro algo:
“Las dictaduras no tienen colores políticos—dijo la joven de 24 años—: no son de derecha ni de izquierda, sólo son dictaduras. Los cubanos tienen derecho a sus derechos, y esto es más humano que político”.
Un comentario publicado en el periódico por su editor de páginas editoriales, Fred Hiatt, dice que “la violencia, la censura y el encarcelamiento son obvias armas de los dictadores, desde Cuba hasta China. Pero las herramientas de la represión también incluyen el capricho”.
Si nadie puede estar seguro de quién será la próxima víctima y quién no lo será cuando las reglas del antojo reemplazan a la ley, añade, entonces “todos deben vivir atemorizados”.
El diario compara el caso de Payá con el del opositor chino Wang Bingzhang, un activista demócrata que luego de vivir 11 años exiliado en EE.UU. viajó a Vietnam para reunirse con otros activistas de su país y fue secuestrado, llevado a China, incomunicado y luego sentenciado a cadena perpetua sin que su hija haya podido verlo en los últimos 4 años.
Oswaldo Payá , destaca, fue líder de un movimiento pacífico en defensa de elecciones libres y derechos humanos en Cuba, y murió en lo que el gobierno cubano ha descrito como un accidente automovilístico en el que el chofer, un español simpatizante del disidente, supuestamente chocó contra un árbol.
“Pero fotos del carro muestran que fue chocado por detrás –precisa—y el conductor, Ángel Carromero ha dicho que fue sacado de la carretera por un vehículo que él cree era manejado por agentes del gobierno”.
El comentario pone de relieve que dos meses antes, Payá había sobrevivido a otro sospechoso choque, y se pregunta si, furiosos por que haya escapado con vida en esa ocasión, los agentes del gobierno decidieron intentarlo otra vez sin importar cuáles fuesen las consecuencias.
“¿Tenía la operación la intención de tropezar con el auto de Payá y asustarlo, o los agentes se alegraron de la oportunidad de actuar aun en la presencia de europeos (el español y el sueco que lo acompañaban) --cuestiona el Post--, para mostrar a todos los cubanos que no hay protección, no importa qué amigos uno pueda tener?”
El periódico cita a la hija de Payá, Rosa María, quien visitó las oficinas del Post y dijo que podía “especular” sobre los motivos o sobre por qué la muerte de su padre no ocurrió antes o después, pero también dio por seguro algo:
“Las dictaduras no tienen colores políticos—dijo la joven de 24 años—: no son de derecha ni de izquierda, sólo son dictaduras. Los cubanos tienen derecho a sus derechos, y esto es más humano que político”.