Diarios neoyorquinos pusieron de relieve el fin de semana la filiación izquierdista y los escarceos con los sandinistas nicaragüenses y con Cuba del candidato demócrata a la alcaldía de Nueva York, Bill de Blasio, quien el 5 de noviembre próximo se medirá en las urnas con el republicano Joe Lhota.
Un comentario publicado en The New York Times dice que “de Blasio, el defensor público de la ciudad, ha mencionado solo ocasionalmente el tiempo que fue un joven idealista que se opuso a las guerras en el extranjero (…) a fines de 1980 y principios de 1990” y su activismo ha sido “omitido en el sitio web de la campaña”.
Pero una revisión de cientos de páginas de archivos y “más de una docena de entrevistas sugieren—señalan—que su época de joven activista fue más influyente en dar forma a su ideología de lo que se conocía, y con mucho fue más política que un trabajo típicamente humanitario”.
El Times destaca que De Blasio se convirtió en un ardiente simpatizante de los revolucionarios nicaragüenses. “Ayudó a recaudar fondos para los sandinistas en Nueva York y se suscribió al periódico del partido, Barricada”, y cuando se le preguntó en 1990 sobre sus metas sociales dijo que “era un defensor del socialismo democrático”.
Tras apuntar que el político demócrata se declara ahora “progresista” y que en su época de activista hasta dio publicidad a fiestas parta celebrar la revolución cubana, destaca que incluso pasó su luna de miel en la isla en 1991 “en violación de la prohibición de viajes establecida por EE.UU.” y hasta hoy habla “con admiración” de los sandinistas.
Un artículo difundido por el periódico New York Post, apunta que de acuerdo con la visión que tiene De Blasio de “combatir la desigualdad y la injusticia económica” podría mirarse a lo que sucede en Cuba, donde las cifras “reflejan el paraíso” que describe el político.
El Post subraya que luego de 54 años en los que Fidel y Raúl Castro han sacado adelante el sueño socialista “todo el mundo es igualmente pobre, con salarios promedios al mes de $19 dólares, mientras un par de zapatos de niño cuesta casi esa cantidad”.
Según el periódico, el alboroto armado con el sistema de salud cubano es “un chiste”, porque cada cual debe llevar sus propias sábanas, orinales y comida a los hospitales, y “rezar para no morir de una infección o por negligencia”.
El autor del artículo narra sus propias experiencias de un viaje a Cuba y dice haberse quedado pasmado por la “total ruina” de todo excepto de la policía. “La una vez gloriosa arquitectura de La Habana se derrumba, y hay pollos y puercos en una buena parte del centro de la ciudad, pero no agua corriente”, añade.
Dice que la mitad de los carros son propiedad del gobierno, que las pequeñas ciudades dan la impresión de haberse quedado detenidas “en el Siglo XIX”, y que el transporte público “consiste en un hombre conduciendo una carreta halada por un caballo”.
También destaca que la TV e Internet son escasas y “fuertemente controladas” y que cualquiera que se queje de eso “puede terminar en una celda”.
Un comentario publicado en The New York Times dice que “de Blasio, el defensor público de la ciudad, ha mencionado solo ocasionalmente el tiempo que fue un joven idealista que se opuso a las guerras en el extranjero (…) a fines de 1980 y principios de 1990” y su activismo ha sido “omitido en el sitio web de la campaña”.
Pero una revisión de cientos de páginas de archivos y “más de una docena de entrevistas sugieren—señalan—que su época de joven activista fue más influyente en dar forma a su ideología de lo que se conocía, y con mucho fue más política que un trabajo típicamente humanitario”.
El Times destaca que De Blasio se convirtió en un ardiente simpatizante de los revolucionarios nicaragüenses. “Ayudó a recaudar fondos para los sandinistas en Nueva York y se suscribió al periódico del partido, Barricada”, y cuando se le preguntó en 1990 sobre sus metas sociales dijo que “era un defensor del socialismo democrático”.
Tras apuntar que el político demócrata se declara ahora “progresista” y que en su época de activista hasta dio publicidad a fiestas parta celebrar la revolución cubana, destaca que incluso pasó su luna de miel en la isla en 1991 “en violación de la prohibición de viajes establecida por EE.UU.” y hasta hoy habla “con admiración” de los sandinistas.
Un artículo difundido por el periódico New York Post, apunta que de acuerdo con la visión que tiene De Blasio de “combatir la desigualdad y la injusticia económica” podría mirarse a lo que sucede en Cuba, donde las cifras “reflejan el paraíso” que describe el político.
El Post subraya que luego de 54 años en los que Fidel y Raúl Castro han sacado adelante el sueño socialista “todo el mundo es igualmente pobre, con salarios promedios al mes de $19 dólares, mientras un par de zapatos de niño cuesta casi esa cantidad”.
Según el periódico, el alboroto armado con el sistema de salud cubano es “un chiste”, porque cada cual debe llevar sus propias sábanas, orinales y comida a los hospitales, y “rezar para no morir de una infección o por negligencia”.
El autor del artículo narra sus propias experiencias de un viaje a Cuba y dice haberse quedado pasmado por la “total ruina” de todo excepto de la policía. “La una vez gloriosa arquitectura de La Habana se derrumba, y hay pollos y puercos en una buena parte del centro de la ciudad, pero no agua corriente”, añade.
Dice que la mitad de los carros son propiedad del gobierno, que las pequeñas ciudades dan la impresión de haberse quedado detenidas “en el Siglo XIX”, y que el transporte público “consiste en un hombre conduciendo una carreta halada por un caballo”.
También destaca que la TV e Internet son escasas y “fuertemente controladas” y que cualquiera que se queje de eso “puede terminar en una celda”.