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Defraudar el servicio eléctrico: una rutina en Cuba


Los trabajadores de la empresa eléctrica.
Los trabajadores de la empresa eléctrica.

Para muchos cubanos, hurtar electricidad se ha convertido en un arte. Otros prefieren pagar por debajo de la mesa al cobrador.

Pasada la siete de la noche, Esteban, dueño de una pizzería particular, conecta un interruptor directo a la red eléctrica pública: así abarata el consumo energético de su negocio.

“Por las noches apenas hay inspectores de la compañía eléctrica en la calle. Entonces aprovecho y me enlazo al tendido público. Por 100 cuc (87 dólares) un electricista me hizo la conexión. Es que los dos hornos eléctricos que tengo consumen demasiada energía. De lo contrario, pagaría 4,500 pesos mensuales solo en electricidad. Demasiado dinero. Si le sumas los elevados impuestos, salarios a tres trabajadores y otros pagos que debemos hacerle al fisco, quebraríamos”, se justifica Esteban.

Leovigildo, campesino y dueño de una finca, también se queja del alto consumo energético. “Nosotros debemos pagar el combustible en moneda convertible. Un galón de cinco litros nos cuesta 5 dólares. Gasto mucha corriente para extraer agua de los pozos. En consumo eléctrico pago más de 3 mil pesos al mes. Eso encarece la producción lechera y agrícola. En 2009 el Estado comenzó a pagar 15 centavos de dólar por cada litro de leche, intentando estimular la menguada producción. Pero al poco tiempo todo se fue al garete cuando se elevó el precio del kilowatt. No da negocio producir leche. La opción es entregar la leche a Acopio, ellos elaboran quesos artesanales y obtenemos mejores dividendos”.

Después que Fidel Castro llegara al poder en enero de 1959, el consumo eléctrico fue subsidiado por el Estado. Hasta 2005, su costo no representaba un problema en el ámbito domestico.

Durante 30 años la extinta Unión Soviética a precio de saldo exportaba millones de barriles diarios. Toda la industria y equipos automotores eran rusos y de otros países del antiguo bloque comunista de Europa del Este.

Los camiones Zil, autos Moskovich, aviones Ilushin, tractores o los ómnibus Ikarus, fabricados en Hungría, eran altamente consumidores y nocivos al medio ambiente, igual que los electrodomésticos soviéticos.

Cuando en 1991 la URSS dijo adiós al comunismo, Cuba entró de lleno en una crisis económica estacionaria que aún perdura. La producción de electricidad fue uno de los rubros más afectados. Las ciudades sufrieron apagones de 12 horas diarias y los bueyes sustituyeron a los tractores.

Pero en 1998 llegó una racha de buena suerte para el apesadumbrado comandante. Su compadre ideológico Hugo Chávez ganó las elecciones en Venezuela. Cuando el bolivariano llegó a Miraflores, se rubricaron intercambios comerciales ostensiblemente ventajosos para Cuba.

Por decreto, PDVSA, se convirtió en la caja de caudales de los proyectos mesiánicos o populares del difunto Chávez y la isla comenzó a recibir más de 100 mil barriles de petróleos diarios, a cambio de médicos, asesores militares y profesionales civiles.

Pero había que modernizar las añejas redes de distribución y producción energética. También los electrodomésticos, bombillos y motores de vehículos con elevado consumo.

Castro, experto en gobernar teniendo de fondo alguna campaña publicitaria, inventó una nueva revolución dentro su inconclusa revolución. La denominó Revolución Energética.

Comenzó por cambiar los equipos anacrónicos utilizados por la mayoría de la gente para cocinar y conservar sus alimentos. Sustituyó millones de bombillos derrochadores por otros 'ahorradores'.

En sus casas, los cubanos tenían artilugios de mediados del siglo XX, no porque fueran coleccionistas, sino porque el Estado era el proveedor y dueño de la vida ciudadana. Detrás de la cruzada aparentemente populista y generosa de Fidel Castro, se encubrió un alza de las entonces asequibles tarifas eléctricas.

Con la llegada del Raúl Castro al poder en el verano de 2006, el precio del servicio eléctrico sufrió una nueva vuelta de tuerca. Ahora mismo, en Cuba se paga 0.09 centavos de peso por el consumo de cada kilowatt.

Pasado los 100 kilowatts y hasta 150, el consumo se eleva a 0.30 centavos. Los precios van subiendo gradualmente. Después de los 300 se paga 1.50 el kilowatt consumido.

Y los altos consumidores, dueños de paladares, fincas, hospedajes y pizzerías privadas, que consumen más de 5,000 kilowatts deben pagar a 5 pesos el kilowatt.

El promedio de gasto familiar por consumo eléctrico en Cuba es de 85 pesos mensuales, unos 4 dólares (el salario medio no sobrepasa los 25 dólares). Con el aumento de aires acondicionados y cocinas eléctricas, muchas familias cada mes pagan entre 400 y 500 pesos (20 o 25 dólares).

Gracias al dinero enviado por sus parientes en Miami, Susana, maestra, ha podido comprar un aire acondicionado y equipos de cocina. “El consumo eléctrico se ha disparado hasta los 511 pesos en verano y mi salario es de 415 pesos. La solución es pagarle 5 cuc (120 pesos) al cobrador de la luz para que nos manipule la factura”.

En La Habana son miles los clientes que defraudan el pago de electricidad. Según Norberto, es un negocio que deja beneficios a unos y otros. “Los núcleos familiares y negocios particulares se ahorran cientos o miles de pesos mensuales. Y los cobradores, que ganamos poco, hacemos un dinero extra por la izquierda”.

En las dos décadas que lleva trabajando, Norberto ha visto toda clase de trucos para defraudar o amortizar el pago del servicio eléctrico. “Desde un edifico de 11 apartamentos que tenía habilitado un sistema para engancharse a la red de una empresa estatal hasta dueños de talleres y cafeterías que manipulan los relojes contadores”.

Para muchos cubanos, hurtar electricidad se ha convertido en un arte. Otros prefieren pagar por debajo de la mesa al cobrador. Inclusive, algunos se marchan del país y tratan de ver cómo 'abaratan' las facturas eléctricas y telefónicas. "Lo que pasa que afuera la cosa no es tan fácil", dice Ramón, un habanero reconvertido en madrileño.

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    Iván García, desde La Habana

    Nació en La Habana, el 15 de agosto de 1965. En 1995 se inicia como periodista independiente en la agencia Cuba Press. Ha sido colaborador de Encuentro en la Red, la Revista Hispano Cubana y la web de la Sociedad Interamericana de Prensa. A partir del 28 de enero de 2009 empezó a escribir en Desde La Habana, su primer blog. Desde octubre de 2009 es colaborador del periódico El Mundo/América y desde febrero de 2011 también publica en Diario de Cuba.

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