Cuba no está para estar apoyando nacionalizaciones de empresas en ninguna parte porque está desesperadamente necesitada de capital extranjero para desarrollar sus industrias, afirma un artículo publicado en la edición en Internet del periódico texano Odessa American.
La publicación se refiere al respaldo dado por La Habana a la expropiación de YPF, una filial en Argentina de la espoñola Repsol, que precisamente estuvo explorando un pozo petrolero profundo en aguas cubanas, se fue con las manos vacías y dejó hipotecada las esperanzas de Raúl Castro de hallar oro negro en la isla.
Según el periódico, la nacionalización de la afiliada de Repsol pospone las posiblidad de que la firma española asuma otro compromiso de exploración en Cuba hasta 2016, “lo que presgia un pobre futuro para la economía de la isla”.
Además, agrega, que la conducta de Cuba “podría desencadenar un efecto dominó entre otros inversionistas y no sólo en el sector energético, sino también en el turismo, bienes raíces, agricultura, y el azucarero, entre otros”.
Más allá de la suerte de hallar petróleo en grandes cantidades, sugiere, el gobernante Raúl Castro necesita implementar una apertura económica más profunda y rápida.
“Ningún país –dice– puede progresar si sólo depende de milagros inesperados o de la bondad de sus aliados (en alusión a Venezuela). Más bien los países se edifican sobre los derechos que sus ciudadanos tienen para forjar sus propios negocios capaces de producir, importar y exportar libremente con mínima interferencia del estado”.
Tal vez el fracaso de Repsol en descubrir petróleo en la isla, apunta, debería ser aprovechado por los octonegarios que gobienan el país para lanzar un plan real de desarrollo. “De lo contrario la situación podrìa deteriorarse rápidamente (...) y el tiempo se agota”, concluye.
La publicación se refiere al respaldo dado por La Habana a la expropiación de YPF, una filial en Argentina de la espoñola Repsol, que precisamente estuvo explorando un pozo petrolero profundo en aguas cubanas, se fue con las manos vacías y dejó hipotecada las esperanzas de Raúl Castro de hallar oro negro en la isla.
Según el periódico, la nacionalización de la afiliada de Repsol pospone las posiblidad de que la firma española asuma otro compromiso de exploración en Cuba hasta 2016, “lo que presgia un pobre futuro para la economía de la isla”.
Además, agrega, que la conducta de Cuba “podría desencadenar un efecto dominó entre otros inversionistas y no sólo en el sector energético, sino también en el turismo, bienes raíces, agricultura, y el azucarero, entre otros”.
Más allá de la suerte de hallar petróleo en grandes cantidades, sugiere, el gobernante Raúl Castro necesita implementar una apertura económica más profunda y rápida.
“Ningún país –dice– puede progresar si sólo depende de milagros inesperados o de la bondad de sus aliados (en alusión a Venezuela). Más bien los países se edifican sobre los derechos que sus ciudadanos tienen para forjar sus propios negocios capaces de producir, importar y exportar libremente con mínima interferencia del estado”.
Tal vez el fracaso de Repsol en descubrir petróleo en la isla, apunta, debería ser aprovechado por los octonegarios que gobienan el país para lanzar un plan real de desarrollo. “De lo contrario la situación podrìa deteriorarse rápidamente (...) y el tiempo se agota”, concluye.