El denominado Índice del Planeta Feliz (Happy Planet Index) elaborado por la influyente Fundación Nueva Economía nos muestra una forma diferente de apreciar el éxito de un país dándole al bienestar una categoría de mera medida, lamenta un artículo publicado en The Wall Street Journal.
El diario cuestiona que el influyente índice haya situado a Cuba en el duodécimo puesto mundial entre los países más felices y pone en tela de juicio la lógica y los métodos empleados para arribar a tal conclusión.
La valoración aparenta “medir lo que importa: en qué medida los países generan una larga, feliz y sostenible existencia para sus habitantes”, dice.
Pero las naciones con un alto estándar de vida, agrega, tienden a usar más recursos naturales, y es por eso que el lugar de ser elogiado por tener una economía dinámica y ser el país menos corrupto de África, Botswana figura en el fondo de la lista del Índice, por el daño que infringe a la ecología.
La felicidad económica, agrega, afronta problemas similares, aunque la miden preguntándole a la gente cuán satisfechos se sienten con sus vidas.
El problema es que los horizontes pueden verse un poco limitados cuando uno nace en un poblado asolado por la guerra en Afganistán en vez de haber venido al mundo en una próspera y estable Dinamarca, explica.
Tras precisar que la fundación encargada de elaborar el índice de felicidad es a todas luces una entidad influyente, señala que a contrapelo del lugar conferido a Cuba en la escala de sus mediciones hay hechos que se le escapan.
Existe una razón para que los cubanos regularmente arriesgen (y pierdan) sus vidas, dice, tratando de escapar de su país para llegar a Estados Unidos, y para que no exista un flujo de personas en la dirección opuesta.
“El hecho de que el Índice del Planeta Feliz no pueda captar esas realidades, o elija ignorarlas, bien sugiere –concluye—que sus autores están viviendo en otro planeta”.
El diario cuestiona que el influyente índice haya situado a Cuba en el duodécimo puesto mundial entre los países más felices y pone en tela de juicio la lógica y los métodos empleados para arribar a tal conclusión.
La valoración aparenta “medir lo que importa: en qué medida los países generan una larga, feliz y sostenible existencia para sus habitantes”, dice.
Pero las naciones con un alto estándar de vida, agrega, tienden a usar más recursos naturales, y es por eso que el lugar de ser elogiado por tener una economía dinámica y ser el país menos corrupto de África, Botswana figura en el fondo de la lista del Índice, por el daño que infringe a la ecología.
La felicidad económica, agrega, afronta problemas similares, aunque la miden preguntándole a la gente cuán satisfechos se sienten con sus vidas.
El problema es que los horizontes pueden verse un poco limitados cuando uno nace en un poblado asolado por la guerra en Afganistán en vez de haber venido al mundo en una próspera y estable Dinamarca, explica.
Tras precisar que la fundación encargada de elaborar el índice de felicidad es a todas luces una entidad influyente, señala que a contrapelo del lugar conferido a Cuba en la escala de sus mediciones hay hechos que se le escapan.
Existe una razón para que los cubanos regularmente arriesgen (y pierdan) sus vidas, dice, tratando de escapar de su país para llegar a Estados Unidos, y para que no exista un flujo de personas en la dirección opuesta.
“El hecho de que el Índice del Planeta Feliz no pueda captar esas realidades, o elija ignorarlas, bien sugiere –concluye—que sus autores están viviendo en otro planeta”.