De los planes que Fidel Castro prometió a los cubanos cuando atacó el Cuartel Moncada en 1953 a las realidades de hoy la distancia es tan grande que es como comprar dos mundos totalmente opuestos, según se desprende de un comentario publicado en su página digital por Deutsche Welle, el servicio de radiodifusión internacional de Alemania.
“Luego de tomar el poder—dice— (Castro) quería distribuir la tierra más equitativamente, impulsar la industrialización, reducir el desempleo, mejorar el sector de la educación y crear un sistema que permitiera a los todos cubanos tener acceso a los servicios de salud, la armazón de una democracia”.
El comentario cita al historiador cubano Pedro Campos, un activista de la agrupación Socialismo Participativo y Democrático, para quien el proyecto de Castro era “más socialista que el del viejo Partido Comunista”.
Castro quería, explica, ver a los trabajadores participar directamente en empresas, cooperativas agrícolas autónomas, y recuperar la participación democrática de la ciudadanía, “nada de lo cual se ha conseguido”.
El exprofesor de estudios económicos y latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh, Camelo Mesa-Lago subrayó a Deutsche Welle que la soberanía cubana ha sido “condicional” porque el país siempre ha dependido económicamente de otros, primero de España, luego de EE.UU., después de la Unión Soviética y ahora de Venezuela.
Según estimados, dice el análisis, un millón de cubanos carece de apropiada vivienda y el déficit comercial y la deuda estatal del país ha subido a niveles récord.
Las disparidades salariales se incrementan, agrega, “el número de pobres y vulnerables ha crecido, mientras que las prestaciones sociales han sido recortadas y 70 por ciento menos de personas reciben beneficios del estado”.
En adición, el comentario destaca que “la producción agrícola sigue estancada debido a la planificación centralizada, y el estado es propietario de casi toda la tierra. Solo 10 por ciento de los campesinos del país son independientes. La manufactura sigue siendo objeto de pérdidas de capital y de falta de industrialización”.
Deutsche Welle apunta que encima de eso el gobierno cubano cuenta con menos asistencia extranjera puesto que Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Ecuador siguen reduciendo su apoyo financiero a la isla e internamente “también hay pérdida de apoyo ciudadano".
Después de todo, señala parafraseando al economista Mesa-Lago, es un problema de estancamiento político, "dado por un régimen autoritario, un solo partido con muy serios controles sobre la libertad de expresión, incluido que no hay derecho a las protestas públicas o las huelgas”.
El enfoque menciona también la opinión de Armando Chaguaceda, de la Universidad de Veracruz, en México, para quien “la ciudadanía está cansada y cívicamente despojada de sus derechos, con la opinión dividida, y falta de referentes para la protesta cívica y pacífica”, en contraposición a “una élite rica que controla la información y las herramientas del poder”.
“Luego de tomar el poder—dice— (Castro) quería distribuir la tierra más equitativamente, impulsar la industrialización, reducir el desempleo, mejorar el sector de la educación y crear un sistema que permitiera a los todos cubanos tener acceso a los servicios de salud, la armazón de una democracia”.
El comentario cita al historiador cubano Pedro Campos, un activista de la agrupación Socialismo Participativo y Democrático, para quien el proyecto de Castro era “más socialista que el del viejo Partido Comunista”.
Castro quería, explica, ver a los trabajadores participar directamente en empresas, cooperativas agrícolas autónomas, y recuperar la participación democrática de la ciudadanía, “nada de lo cual se ha conseguido”.
El exprofesor de estudios económicos y latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh, Camelo Mesa-Lago subrayó a Deutsche Welle que la soberanía cubana ha sido “condicional” porque el país siempre ha dependido económicamente de otros, primero de España, luego de EE.UU., después de la Unión Soviética y ahora de Venezuela.
Según estimados, dice el análisis, un millón de cubanos carece de apropiada vivienda y el déficit comercial y la deuda estatal del país ha subido a niveles récord.
Las disparidades salariales se incrementan, agrega, “el número de pobres y vulnerables ha crecido, mientras que las prestaciones sociales han sido recortadas y 70 por ciento menos de personas reciben beneficios del estado”.
En adición, el comentario destaca que “la producción agrícola sigue estancada debido a la planificación centralizada, y el estado es propietario de casi toda la tierra. Solo 10 por ciento de los campesinos del país son independientes. La manufactura sigue siendo objeto de pérdidas de capital y de falta de industrialización”.
Deutsche Welle apunta que encima de eso el gobierno cubano cuenta con menos asistencia extranjera puesto que Venezuela, Argentina, Bolivia, Nicaragua y Ecuador siguen reduciendo su apoyo financiero a la isla e internamente “también hay pérdida de apoyo ciudadano".
Después de todo, señala parafraseando al economista Mesa-Lago, es un problema de estancamiento político, "dado por un régimen autoritario, un solo partido con muy serios controles sobre la libertad de expresión, incluido que no hay derecho a las protestas públicas o las huelgas”.
El enfoque menciona también la opinión de Armando Chaguaceda, de la Universidad de Veracruz, en México, para quien “la ciudadanía está cansada y cívicamente despojada de sus derechos, con la opinión dividida, y falta de referentes para la protesta cívica y pacífica”, en contraposición a “una élite rica que controla la información y las herramientas del poder”.