El drama de los refugiados sirios que está de rabiosa actualidad estos días en Europa, que de por sí constituye un motivo de preocupación, me sumió además en una triste observación.
La tragedia que traen de sus tierras de origen los exiliados, se ve agravada cuando pasan por las manos de los criminales serbios, búlgaros y húngaros que no dudan ante la posibilidad de ganar unos pinches beneficios con el tráfico ilegal de personas.
Pero lo peor les espera al cabo de las mafias, los gobiernos y la sensibilidad general de la población de estos países ex satélites de la URSS con relación a la "solidaridad", a los derechos humanos, es casi inexistente, en tanto Austria muestra una sensibilidad y sobre todo una forma de actuar ejemplar.
La historia de la primera mitad del siglo XX nos demostró claramente que no es que los austríacos sean intrínsecamente bondadosos y que en cambio los húngaros, serbios o búlgaros sean cucos demoníacos por naturaleza.
Este es el resultado del perverso experimento muy inapropiadamente llamado “comunista” ya que no cumplía siquiera con los basamentos que tal ideología propugnaba por entonces, y que en el continente europeo tuvo lugar en los países de detrás del muro de Berlín, donde menor desarrollo capitalista existía.
Hoy en día, donde hay más cantidad de jóvenes neonazis provenientes del proletariado es precisamente en aquellos países del Este europeo; y dentro de la siempre sospechosa Alemania, claramente la mayoría de los nostálgicos del holocausto se encuentran en la parte que fuera la RDA.
Me gustaría poder decir que espero que en Cuba ocurra otra cosa, pero mucho me temo que las nuevas generaciones, compuestas ya, de ejércitos de jóvenes apolíticos hasta los tuétanos, defensores de la anti cultura, del peor pésimo gusto en las formas y de la anti estética más merca chifle imaginable, también portarán en sus genes, el rechazo a todo discurso relacionado con valores de solidaridad, genes que fueron torneados, moldeados y forjados en el más intenso y premeditado fiasco que acompañó a toda esa jerga, a toda esa terminología de obligado uso, que las presentes y futuras generaciones, no podrán evitar relacionar con la inenarrable estafa a que fue sometida el pueblo cubano durante medio siglo.
Prácticamente no existe reprobación a ninguna manera de agenciarse unos morlacos extras, la estafa, el engaño amoroso, el robo directo están no sólo tolerado sino que hasta festejados en el jerga popular. Desde tiempos remotos, el habanero, al refererise a alguien del interior de la isla, hacía uso de la palabra "guajiro" con un tono burlón pero que dejaba entrever afecto, respeto por su condición de campesino; en nuestros días se ha llegado a denominar a los orientales y demás personas procedentes de los sitios más carentes de la isla, como "palestinos", de un modo despectivo y xenófobo, y la actitud con dicho palestino es de total hostilidad, incluso en el exilio. Hay instalado una especie de hastío del cúmulo de inducción institucional a la hermandad, la solidaridad, la cultura de "masas".
Este nuevo fenómeno se comunica a través de un manojo de palabros, interjecciones, auxiliares que se caracterizan tanto por la dificultad para comprenderlo como por la procacidad y agresividad de su contenido.
Sincera y lamentablemente, hay que admitir que ya resulta mucho más diáfano y fácil compartir criterios culturales y éticos e incluso políticos aunque se encontrasen en las antípodas, con los cubanos que fueron deportados en los primeros años de la “Involucion”, que con estos voraces retoños en que se han convertido las últimas camadas de aquél utópico proyecto del "Hombre nuevo", más parecidos en cualquier caso a pichones que encarnan el renacimiento del mítico Tiranosaurio Rex.
Publicado en el blog de Martin Guevara el 28 de agosto del 2015