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Cuba dividida en la Cumbre de Panamá


Opositor cubano Manuel Cuesta Morúa.
Opositor cubano Manuel Cuesta Morúa.

Hay dos visiones de la isla cubana que se harán presentes en la Cumbre de las Américas a realizarse en Panamá, a partir del 10 de abril: La gubernamental, dominante y todopoderosa y, en la contrapartida, la visión opositora, discriminada y oprimida.

La Cumbre de las Américas presenta el marco novedoso de la nueva política entre Cuba y Estados Unidos, que intenta superar las tensiones de más de medio siglo de Guerra Fría entre uno y otro país.

La delegación oficial cubana, presidida por el gobernante Raúl Castro, se prepara con sus herramientas de control social, a ir acompañada de sus 170 organizaciones "no gubernamentales" que subsisten porque no contravienen los fines de la sociedad socialista.

La delegación de opositores, ignorados y maltratados por la maquinaria gubernamental, acude ansiosa a Panamá por dar a conocer y denunciar las carencias de libertades y de respeto a los Derechos Humanos que padece toda la sociedad cubana.

No deja de ser cierto que la Constitución cubana reconoce, protege y estimula a las organizaciones de masas del Estado socialista, como los Comités de Defensa, la Federación de Mujeres Cubanas, la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños, la Red de Defensa de la Humanidad, la Unión Nacional de Juristas, la Asociación Cubana de Comunicadores Sociales, la Unión de Pioneros de Cuba, entre otras.

El Gobierno intenta mostrar con esta profusión de ONG, una amplia representación de la sociedad civil cubana, aunque sea evidente que son organizaciones dependientes de la estructura vertical del Estado cubano.

Pero hay que añadir que las organizaciones disidentes u opositoras –que tienen una visión discrepante con el Estado socialista– como las Damas de Blanco, la Unión Patriótica Cubana (UNPACU), el Movimiento Cristiano Liberación y Arco Progresista, entre otras, no solamente no son autorizadas por el Estado, sino en ocasiones frecuentes son objeto de persecución, encarcelación y maltratos.

El propio Artículo 52 de la Constitución cubana plasma en su espíritu de ley esta definición discriminatoria y contradictoria, pues reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa, pero para ello hay que aceptar disciplinada y calladamente los fines de la sociedad socialista.

En la Cumbre de Panamá vamos a ser testigos del nuevo marco Barack Obama-Raúl Castro, con sus deseos de restablecer relaciones diplomáticas y comerciales, además del esperado estrechón de manos entre ambos dirigentes políticos en la apertura del evento. Eso, por supuesto, no borra las dos perspectivas encontradas entre el Gobierno y la oposición disidente.

La Cuba oficial, lleva el plan de que sus 170 ONG, con Abel Prieto como vocero cultural, puedan demostrar que no es cierto el estereotipo crítico de que en Cuba el Estado lo controla todo.

Eso explica que el Gobierno haya organizado el Foro de la Sociedad Civil Cubana Pensando América, donde sólo participaron las organizaciones subordinadas a la estructura del socialismo oficial.

En la otra cara de la moneda, la Cuba opositora tiene que ser más discreta y cauta a la hora de anunciar planes y rutas de vuelo, pues las manos largas del Gobierno socialista cubano, podrían abortar sus planes de hacerse presentes en Panamá para denunciar lo que es para ellos la cruda realidad cubana.

De todas formas, la Cumbre de Panamá no deja de ser un atractivo para el propio cónclave regional, la prensa y los interesados en la temática cubana, al margen de que la República de Cuba –como nación en una abstracción de cuerpo y alma– mostrará dos visiones que, durante más de medio siglo, no han sido capaces de encontrar una zona neutral ni un punto intermedio de reconciliación.

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