Ha pasado casi un siglo desde que el escritor norteamericano Upton Sinclair utilizara el término “cuello blanco” para describir a los trabajadores de oficinas de América y Europa que en su mayoría tenían que vestir con camisas de ese color.
El concepto se extendió y con el tiempo la gente empezó a hablar también de los “ladrones de cuello blanco” que se encuentran por todas partes, pero de una forma muy afianzada, en Cuba.
Según un estudio reciente el actual gobernante cubano Raúl Castro se ha referido al tema de la corrupción en 7 de cada 10 intervenciones públicas dirigidas a los asuntos nacionales, exceptuando las realizadas durante la visita del Papa a la isla y en los eventos internacionales.
En el 32 por ciento de las veces, Castro ha utilizado otros sustitutos para abordar a los ladrones de cuello blanco en Cuba como aquellos que “lucran a costa de las necesidades del pueblo” o los responsables de la “superficialidad y la improvisación que persisten en la mayoría de nuestras inversiones”.
Otros calificativos como “disciplina”, “orden”, “tolerancia” y “robos” o “desvíos de recursos” sugieren que tanto la corrupción como los ladrones de cuello blanco del socialismo cubano son un problema de gobernabilidad que mina las bases mismas del Estado.
El fenómeno visto desde dento
Sondeos recientes de opinión en la isla permiten explicar la tendencia social a que cada vez los ladrones de cuello blanco sean identificados como un grupo con características propias.
Para el ingeniero radioelectrónico en aviación de Santiago de Cuba, Hergues Frandín, cumplen un “patrón” caracterizado por un “modo y estilo de vida diferentes”, “un carro disponible las 24 horas para resolver sus problemas personales”, “amplias comodidades en sus casas, todos los años van a descansar en casas de visitas junto a sus familiares” y “pueden mantener a sus amantes”.
Frandín destaca que “su situación está por encima del cubano de a pie que no sabe qué hacer cuando llega a su casa, que no tiene las condiciones creadas para terminar un día tranquilo. Al verlos y compararlos con un ladrón cualquiera ellos tienen un dominio del lenguaje y conocen cómo funciona la sociedad y el sistema” para mantenerse al margen y seguir viviendo. Incluso, “su apariencia física, semblante y coloración de la piel son diferentes al del resto de la sociedad”, concluye.
La economista cubana Karina Gálvez Chiu, cree que el poder de los ladrones de cuello blanco en Cuba “no es medible sólo en dinero sino en relaciones a través del tráfico de influencias”.
La diferencia en la isla no se establece por los salarios sino por el acceso que se tenga a los recursos, insiste. A diferencia de otros países en Cuba, “el nivel de vida de los que ganan 800 (32 CUC) no es muy diferente de los que ganan 400 (16 CUC)”, agrega la especialista.
Karina distingue entre dos tipos de ladrones de cuello blanco: “los que se encuentran muy arriba y tienen un poder ilimitado” y “los intermedios quienes tienen que contar con más personas para acceder a los recursos y justificarlo todo en papeles”. En Cuba se vive o de las remesas o de lo que se “resuelve con el Estado; en muy pocos del salario”, finaliza.
Los cubanos se representan a los “ladrones de cuello blanco” como personas que se valen de otras, generalmente el chofer u otro intermediario para cometer el delito. En el caso de los más “honestos”, explica una ciudadana, los ladrones de cuello blanco se hacen los de la “vista gorda” con todas las cosas que “aparecen en su casa” y que evidentemente “no salieron de la bodega ni del mercado agropecuario”.
El “robo autorizado” de los cuellos blancos en la isla casi siempre cuenta con la complicidad de sus subordinados y en otros casos de quienes deben vigilarlos.
“Se van corrompiendo unos con otros, porque al final son un grupo; se conocen y saben lo que están haciendo y se perfeccionan cada día en cómo hacerlo mejor”, dijo otra fuente. Cuando los sancionan “les dan un puesto igualito o mejor que ese y la cosa sigue igual”, explica.
Juan José González de Sancti Spíritus afirma que hay impunidad con estas figuras y la justicia no es igual con todos los ciudadanos. Los cuadros que cometen errores son figuras “salvables” y entonces solo se producen movimientos horizontales. “Son movimientos verticales sólo cuando tocan a la política como tal. Los policías y el Ministerio de Justicia también tienen sus necesidades”, sugiere.
El abogado independiente de Las Tunas, Yuniesky San Martin, cita el refrán popular, “los dirigentes se caen para arriba”. La corrupción esta “institucionalizada”, refuerza.
San Martín opina que tienen implementadas las leyes para quedar “impunes” porque no existe una manera en la que él pueda denunciar al actual gobernante Raúl Castro.
“La corrupción parte de la cúpula del poder” y lo que “existe aquí es una tolerancia por conveniencia”. En la isla hay una persona velando a cada persona “y hay otra más velando a éste”.
El letrado recuerda los casos de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque que cuando les llegó su hora y no convinieron más, no tuvieron “derecho a la defensa y sencillamente son expulsados”.
Algunos encuestados refieren que los anónimos han quedado como la única alternativa para denunciar la corrupción de los “cuellos blancos” y que no tomen represalias directas en su contra. “En todos los lugares existen libros de quejas y sugerencias y son por gusto; no hay a quien denunciar el robo porque a veces la misma policía es la que dice que fulano te echó pa´lante”.
Para las diversas denominaciones religiosas que existen en la isla el tema de la corrupción y los cuellos blancos se torna en un tema polémico, sobre todo en los casos de las personas que necesitan “resolver” para poner un plato de comida en la casa.
Para la pastora protestante de Camagüey, Maday Gonzalez, tanto ella como sus feligreses “oran mucho para que nuestro país pueda avanzar económicamente. Aquí a nadie le alcanza para alimentar a sus familias pero lo correcto delante de Dios es lo correcto y no se puede robar lo ajeno para alimentar a nadie. Eso es pecado delante de Dios”, insiste.
Las causas de la corrupción y dentro de ella, los ladrones de cuello blanco, son para el director de la Revista Convivencias, Dagoberto Valdés, “la falta de ética y de moral de los ciudadanos, y por otro lado, la miseria y los bajos salarios aunque no lo justifica si hay que tenerlo en cuenta”.
Este ejemplo, dice Valdés, “va desmoralizando el resto de la sociedad y va perdiendo valor el trabajo honesto”. Los ladrones de cuello blanco ejercen la influencia de “una especie de plaga o de enfermedad contagiosa que va haciendo que la gente no se sacrifique ni quiera en vivir de su propio trabajo sino de la corrupción”.
Ahora con la “Contraloría General se ha intentado recuperar el tiempo perdido, pero es muy difícil. La corrupción es uno de los males que va a durar y de los que más peligros entraña cuando venga el cambio”, sentencia.
Aunque nadie sabe del tema con certeza los ladrones de cuello blanco que trabajan para el gobierno cubano en el exterior deben manifestar idénticas características.
Por ejemplo, el cable de fibra óptica de Venezuela a Cuba le costó 70 millones de dólares, tres veces y media más que la oferta que presentó una empresa estadounidense. Según las autoridades cubanas, hacerlo con Venezuela le permitiría autonomía.
Otras causas del desarrollo y afianzamiento de los ladrones de cuello blanco en Cuba son la amplia tolerancia social hacia el robo traducido en una “cultura de la ilegalidad generalizada”, la escasa delimitación entre lo público y lo privado y la inoperancia de las instituciones jurídicas ante las actuales condiciones.
Los costos internacionales de la corrupción en Cuba
Para el director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano Americanos de la Universidad de Miami, Doctor Jaime Suchlicki, Cuba paga un precio mundial por sus niveles de corrupción.
El hecho de que “le mantenga un expediente a cada uno de los líderes cubanos, que lo ha usado contra ministros del gobierno, les escuchan sus conversaciones y en el momento que ellos quieren las usan para botarlos” ejerce una influencia en el resto de los empresarios interesados en hacer negocios con Cuba. Suchlicki señala los casos de hombres de negocios del exterior vinculados a los ladrones de cuello blanco de La Habana.
“En Cuba la corrupción es un problema endémico y existía antes de la Revolución. Sin un cambio real en que las personas puedan mejorarse económicamente esto va a seguir igual”, dijo Suchlicki.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, Cuba registró en el 2012 una puntuación de 4.8 de 10 puntos posibles ocupando el puesto número 58.
Para Manfredo Manrique, Secretario Ejecutivo de la Red por la Transparencia en Centro América y República Dominicana, incluyendo a la isla, “la calificación de Cuba se comporta en el promedio de los países latinoamericanos , incluso un promedio alto, aunque creo que su caso es especial porque tiene un sistema político diferente y es posible que manifestaciones diferentes”, afirma el experto.
Las implicaciones de que La Habana haya firmado el 9 de diciembre del 2005 la Convención de la ONU contra la Corrupción son varias, especialmente en sus artículos 10 y 13. En el 10 se exhorta a cada uno de los 165 estados firmantes a “aumentar la transparencia en su administración pública” y a la “instauración de procedimientos que le permitan al público en general obtener información”. En el 13 se exige el respeto, la promoción y la libertad de buscar, recibir, publicar y difundir información relativa a la corrupción”.
Manrique dice que al Cuba firmar la Convención el Estado sabe y entiende que se está comprometiendo a tomar algunas medidas que hoy no existen en el país y que puedan llevar a que la gente tenga más acceso” a la información gubernamental.
“Un sistema solo se puede legitimar si la población entiende el razonamiento de la toma de decisiones de los que tienen el poder”, dijo el encargado regional de Transparencia Internacional.
El concepto se extendió y con el tiempo la gente empezó a hablar también de los “ladrones de cuello blanco” que se encuentran por todas partes, pero de una forma muy afianzada, en Cuba.
Según un estudio reciente el actual gobernante cubano Raúl Castro se ha referido al tema de la corrupción en 7 de cada 10 intervenciones públicas dirigidas a los asuntos nacionales, exceptuando las realizadas durante la visita del Papa a la isla y en los eventos internacionales.
En el 32 por ciento de las veces, Castro ha utilizado otros sustitutos para abordar a los ladrones de cuello blanco en Cuba como aquellos que “lucran a costa de las necesidades del pueblo” o los responsables de la “superficialidad y la improvisación que persisten en la mayoría de nuestras inversiones”.
Otros calificativos como “disciplina”, “orden”, “tolerancia” y “robos” o “desvíos de recursos” sugieren que tanto la corrupción como los ladrones de cuello blanco del socialismo cubano son un problema de gobernabilidad que mina las bases mismas del Estado.
El fenómeno visto desde dento
Sondeos recientes de opinión en la isla permiten explicar la tendencia social a que cada vez los ladrones de cuello blanco sean identificados como un grupo con características propias.
Para el ingeniero radioelectrónico en aviación de Santiago de Cuba, Hergues Frandín, cumplen un “patrón” caracterizado por un “modo y estilo de vida diferentes”, “un carro disponible las 24 horas para resolver sus problemas personales”, “amplias comodidades en sus casas, todos los años van a descansar en casas de visitas junto a sus familiares” y “pueden mantener a sus amantes”.
Frandín destaca que “su situación está por encima del cubano de a pie que no sabe qué hacer cuando llega a su casa, que no tiene las condiciones creadas para terminar un día tranquilo. Al verlos y compararlos con un ladrón cualquiera ellos tienen un dominio del lenguaje y conocen cómo funciona la sociedad y el sistema” para mantenerse al margen y seguir viviendo. Incluso, “su apariencia física, semblante y coloración de la piel son diferentes al del resto de la sociedad”, concluye.
La economista cubana Karina Gálvez Chiu, cree que el poder de los ladrones de cuello blanco en Cuba “no es medible sólo en dinero sino en relaciones a través del tráfico de influencias”.
La diferencia en la isla no se establece por los salarios sino por el acceso que se tenga a los recursos, insiste. A diferencia de otros países en Cuba, “el nivel de vida de los que ganan 800 (32 CUC) no es muy diferente de los que ganan 400 (16 CUC)”, agrega la especialista.
Karina distingue entre dos tipos de ladrones de cuello blanco: “los que se encuentran muy arriba y tienen un poder ilimitado” y “los intermedios quienes tienen que contar con más personas para acceder a los recursos y justificarlo todo en papeles”. En Cuba se vive o de las remesas o de lo que se “resuelve con el Estado; en muy pocos del salario”, finaliza.
Los cubanos se representan a los “ladrones de cuello blanco” como personas que se valen de otras, generalmente el chofer u otro intermediario para cometer el delito. En el caso de los más “honestos”, explica una ciudadana, los ladrones de cuello blanco se hacen los de la “vista gorda” con todas las cosas que “aparecen en su casa” y que evidentemente “no salieron de la bodega ni del mercado agropecuario”.
El “robo autorizado” de los cuellos blancos en la isla casi siempre cuenta con la complicidad de sus subordinados y en otros casos de quienes deben vigilarlos.
“Se van corrompiendo unos con otros, porque al final son un grupo; se conocen y saben lo que están haciendo y se perfeccionan cada día en cómo hacerlo mejor”, dijo otra fuente. Cuando los sancionan “les dan un puesto igualito o mejor que ese y la cosa sigue igual”, explica.
Juan José González de Sancti Spíritus afirma que hay impunidad con estas figuras y la justicia no es igual con todos los ciudadanos. Los cuadros que cometen errores son figuras “salvables” y entonces solo se producen movimientos horizontales. “Son movimientos verticales sólo cuando tocan a la política como tal. Los policías y el Ministerio de Justicia también tienen sus necesidades”, sugiere.
El abogado independiente de Las Tunas, Yuniesky San Martin, cita el refrán popular, “los dirigentes se caen para arriba”. La corrupción esta “institucionalizada”, refuerza.
San Martín opina que tienen implementadas las leyes para quedar “impunes” porque no existe una manera en la que él pueda denunciar al actual gobernante Raúl Castro.
“La corrupción parte de la cúpula del poder” y lo que “existe aquí es una tolerancia por conveniencia”. En la isla hay una persona velando a cada persona “y hay otra más velando a éste”.
El letrado recuerda los casos de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque que cuando les llegó su hora y no convinieron más, no tuvieron “derecho a la defensa y sencillamente son expulsados”.
Algunos encuestados refieren que los anónimos han quedado como la única alternativa para denunciar la corrupción de los “cuellos blancos” y que no tomen represalias directas en su contra. “En todos los lugares existen libros de quejas y sugerencias y son por gusto; no hay a quien denunciar el robo porque a veces la misma policía es la que dice que fulano te echó pa´lante”.
Para las diversas denominaciones religiosas que existen en la isla el tema de la corrupción y los cuellos blancos se torna en un tema polémico, sobre todo en los casos de las personas que necesitan “resolver” para poner un plato de comida en la casa.
Para la pastora protestante de Camagüey, Maday Gonzalez, tanto ella como sus feligreses “oran mucho para que nuestro país pueda avanzar económicamente. Aquí a nadie le alcanza para alimentar a sus familias pero lo correcto delante de Dios es lo correcto y no se puede robar lo ajeno para alimentar a nadie. Eso es pecado delante de Dios”, insiste.
Las causas de la corrupción y dentro de ella, los ladrones de cuello blanco, son para el director de la Revista Convivencias, Dagoberto Valdés, “la falta de ética y de moral de los ciudadanos, y por otro lado, la miseria y los bajos salarios aunque no lo justifica si hay que tenerlo en cuenta”.
Este ejemplo, dice Valdés, “va desmoralizando el resto de la sociedad y va perdiendo valor el trabajo honesto”. Los ladrones de cuello blanco ejercen la influencia de “una especie de plaga o de enfermedad contagiosa que va haciendo que la gente no se sacrifique ni quiera en vivir de su propio trabajo sino de la corrupción”.
Ahora con la “Contraloría General se ha intentado recuperar el tiempo perdido, pero es muy difícil. La corrupción es uno de los males que va a durar y de los que más peligros entraña cuando venga el cambio”, sentencia.
Aunque nadie sabe del tema con certeza los ladrones de cuello blanco que trabajan para el gobierno cubano en el exterior deben manifestar idénticas características.
Por ejemplo, el cable de fibra óptica de Venezuela a Cuba le costó 70 millones de dólares, tres veces y media más que la oferta que presentó una empresa estadounidense. Según las autoridades cubanas, hacerlo con Venezuela le permitiría autonomía.
Otras causas del desarrollo y afianzamiento de los ladrones de cuello blanco en Cuba son la amplia tolerancia social hacia el robo traducido en una “cultura de la ilegalidad generalizada”, la escasa delimitación entre lo público y lo privado y la inoperancia de las instituciones jurídicas ante las actuales condiciones.
Los costos internacionales de la corrupción en Cuba
Para el director del Instituto de Estudios Cubanos y Cubano Americanos de la Universidad de Miami, Doctor Jaime Suchlicki, Cuba paga un precio mundial por sus niveles de corrupción.
El hecho de que “le mantenga un expediente a cada uno de los líderes cubanos, que lo ha usado contra ministros del gobierno, les escuchan sus conversaciones y en el momento que ellos quieren las usan para botarlos” ejerce una influencia en el resto de los empresarios interesados en hacer negocios con Cuba. Suchlicki señala los casos de hombres de negocios del exterior vinculados a los ladrones de cuello blanco de La Habana.
“En Cuba la corrupción es un problema endémico y existía antes de la Revolución. Sin un cambio real en que las personas puedan mejorarse económicamente esto va a seguir igual”, dijo Suchlicki.
Según el Índice de Percepción de la Corrupción de Transparencia Internacional, Cuba registró en el 2012 una puntuación de 4.8 de 10 puntos posibles ocupando el puesto número 58.
Para Manfredo Manrique, Secretario Ejecutivo de la Red por la Transparencia en Centro América y República Dominicana, incluyendo a la isla, “la calificación de Cuba se comporta en el promedio de los países latinoamericanos , incluso un promedio alto, aunque creo que su caso es especial porque tiene un sistema político diferente y es posible que manifestaciones diferentes”, afirma el experto.
Las implicaciones de que La Habana haya firmado el 9 de diciembre del 2005 la Convención de la ONU contra la Corrupción son varias, especialmente en sus artículos 10 y 13. En el 10 se exhorta a cada uno de los 165 estados firmantes a “aumentar la transparencia en su administración pública” y a la “instauración de procedimientos que le permitan al público en general obtener información”. En el 13 se exige el respeto, la promoción y la libertad de buscar, recibir, publicar y difundir información relativa a la corrupción”.
Manrique dice que al Cuba firmar la Convención el Estado sabe y entiende que se está comprometiendo a tomar algunas medidas que hoy no existen en el país y que puedan llevar a que la gente tenga más acceso” a la información gubernamental.
“Un sistema solo se puede legitimar si la población entiende el razonamiento de la toma de decisiones de los que tienen el poder”, dijo el encargado regional de Transparencia Internacional.