No lo duda ni un segundo: "Guillermo se divertiría mucho viendo lo que está ocurriendo en Cuba", asegura la viuda del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, Miriam Gómez, a propósito del "fracaso más absoluto" que, a su juicio, supone para el régimen castrista el nuevo clima en sus relaciones con Estados Unidos.
"Que los cubanos, después de 60 años de adoctrinamiento en el odio a los estadounidenses, crean que su única salvación son los Estados Unidos es un auténtico fracaso para el régimen castrista", sostiene, en conversación telefónica con Efe desde Londres, quien fuera la compañera de vida y exilio de un cubano "que siempre añoró su isla", de la que salió para no volver a mediados de los años 60 del siglo pasado.
Desde el fallecimiento de Cabrera Infante en 2005, Miriam Gómez está volcada en la custodia y difusión de la obra de su marido. De ahí que viva estos días con "emoción y alegría" la publicación del segundo de los ocho volúmenes que abarcarán la obra completa de quien fue premio Cervantes en 1997 y una de las voces más brillantes y personales de la escritura en español.
Mea Cuba, antes y después, editado por Galaxia Gutenberg, reúne, en casi 1.300 páginas, los escritos políticos y literarios de Cabrera Infante, algunos de ellos no publicados hasta ahora en un libro.
Hace dos años se publicaba la primera entrega de las obras completas, El cronista de cine, con sus críticas cinematográficas, un oficio que desempeñó también con pasión y que firmó como G. Caín (acrónimo formado con las dos primeras sílabas de sus apellidos), y otros escritos sobre el séptimo arte. La tercera incluirá la narrativa que publicó en vida.
"Los textos que se recogen aquí –escribe en el prólogo del libro el crítico y escritor Antoni Munné, que se ha encargado también de su edición– son el relato de una gran decepción y, al mismo tiempo, una autobiografía camuflada".
Decepción por una revolución a cuyo éxito Guillermo Cabrera Infante, combatiente contra la dictadura de Fulgencio Batista, contribuyó en sus comienzos, la misma revolución que le condujo al exilio, primero en Madrid y después en Londres, durante cuatro décadas, hasta su muerte, y que se convirtió en una dictadura mucho peor que la de Batista. Un exilio que, según Munné, fue "una exigencia moral".
"Guillermo –dice su viuda– siempre quiso la felicidad para Cuba, un pueblo que nació para ser feliz. Siempre se sintió muy culpable por haber contribuido al éxito de Fidel", el "caimán barbudo", como le llegó a llamar el autor de Tres tristes tigres, una de sus grandes novelas.
En todas y cada una de las páginas de Mea Cuba, antes y después asoma, según Munné, la personalidad de alguien "que siempre actuó de acuerdo con sus ideas", un cubano que se sintió "engañado" y para quien "las revoluciones son el final de un proceso de las ideas, no el principio, y es siempre un proceso cultural, nunca político".
Esta reflexión, perteneciente a Cuerpos divinos, uno de sus textos, aparece impresa en la última página de este segundo volumen de las obras completas de quien se atrevió a criticar el castrismo "en tiempos en los que ningún intelectual de importancia se atrevía a hablar mal de la revolución cubana", advierte Munné en su prólogo.