Mi generación apenas le conoce. Nunca fuimos presentados. Para nosotros su nombre es una especie de asterisco marcado en el plano musical de la Isla, una saeta que distingue la relevancia de alguien de quien hemos escuchado hablar, y hablar muy bien, pero no más que eso.
Pedro Luis Ferrer, sabemos que se llama. Eso sí. Y que ante su nombre nuestros padres esbozan sonrisas, recuerdos nítidos de cuando su persistencia en los medios cubanos hacía pensar que este hijo de Yaguajay estaría por siempre con sus bachatas, sus changüisas, sus jugarretas verbales, en el concierto diario de nuestra Isla melódica.
Pero se equivocaban. Y su error nos alcanzaría a nosotros, hijos de los ochenta que metidos en una infancia inocente desconocíamos a Pedro Luis y no sabíamos que era preciso apurarse en conocerle: durante las décadas venideras se nos esfumaría de los alrededores más inmediatos. O mejor: lo esfumarían con toda intención, y tendríamos que lamentarlo. Porque este es de los imprescindibles.
Fue por eso que me bastó saberlo cerca, en el Bayamo que yo habitaba hasta hace poco y donde aún trabajaba como periodista cultural, para impulsarme a un diálogo que era un encuentro con la Cuba nuestra de casi nunca. Y por eso, también, me basta saberlo ahora a punto de ofrecer un concierto en el Miami Dade County Auditorium, el venidero 31 de marzo, para echar mano a esta entrevista que disfruté como pocas en toda mi carrera periodística.
Pedro Luis, usted ha declarado alguna vez que a partir de los años ´80, cuando fue apartado de los espacios oficiales cubanos, prácticamente perdió todo el interés por presentarse ante el público. Han pasado unos treinta años desde entonces. La enorme escasez de presentaciones de Pedro Luis Ferrer en la Cuba actual, ¿obedece a la misma causa?
Pedro Luis Ferrer: Más que eso podría atribuírselo a que, a raíz de aquel aislamiento, me concentré mucho en mi trabajo creativo, donde uno ve muy rápidamente sus cosas realizadas, sobre todo cuando está en trabajos de experimentación.
Como no encontraba los espacios para presentarme en vivo en mi país, ni había podido hacer aún giras por otras partes del mundo, decidí dedicarme más al plano de la creación.
Sin embargo nunca perdí del todo ese amor por las presentaciones, lo que sucede es que para lograrlas a veces es muy importante el apoyo de las instituciones. Tú puedes dar un concierto no oficial en casa de un amigo, pero no puedes ir haciéndolo por todo el país.
Lo mejor de todo es que se da un fenómeno interesante: he interpretado en los pocos conciertos públicos que he dado últimamente canciones que nunca se han radiado, y el público las canta conmigo. O sea, temas que nunca han sido promocionados por los medios oficiales, y que de todas maneras llegan hasta las personas, cosa que nos lleva inevitablemente a cuestionarnos entonces el papel o el protagonismo de los medios en la sociedad cubana.
Y nos demuestra, además, que la sociedad tiene cierta autonomía con respecto a ellos. La televisión y la radio son masivos, y esto es bueno que se sepa, no por el alcance que ellos tengan, no por hasta dónde puedan llegar, sino por la masividad con que sean atendidos por el público.
Entonces, ¿cuánto puede haberle afectado a Pedro Luis Ferrer esta censura de los medios y espacios oficiales con respecto a su obra?
Mira, yo no conozco mucho que está pasando con los medios cubanos en la actualidad, qué dicen de mí y qué no, cuáles cosas mías ponen y cuáles no. Pero a mí no me lastran en lo absoluto para mi trabajo.
Independientemente de que las canciones hayan sido o no escuchadas, para mí basta con que por primera vez alguien escuche una canción y le guste, y aplauda porque se siente identificado con ella. De qué manera la escucha, si por la radio, en un teatro, en un CD casero o cantada por un amigo, no es cosa que me preocupe.
Cuando los medios oficiales no transmiten alguna canción o un disco no solo de Pedro Luis Ferrer, sino de muchos otros artistas, siempre existe quien se encarga de procurárselo de alguna forma, de copiarlo para sí y para cierta cantidad de personas.
La radiodifusión cubana quizás tendría que hacerse unas cuantas preguntas sobre esto. Hay quienes piensan que la existencia de un artista está marcada por la radiodifusión oficial, como si ese fuera el medio natural de los artistas, y esto es un tremendo error.
Soy de los que piensan que la cultura no solo la hacen las instituciones, sino que es el hombre en la vida cotidiana, en el diarismo, quien tiene que propiciarla.
Por solo citar el caso de una gran orquesta, te digo que la Aragón fue fundada para bodas, bautizos y cumpleaños. Después que funcionó, que hizo una música válida, es que fue a la televisión y a la radio. Entonces, creo que no sería bueno dejar que todo el acontecer y toda la exposición de nuestra obra esté en manos de los medios y las instituciones.
Por otro lado, nuestras obras cobran otra dimensión cuando las instituciones no te dan espacios, cosa que hay que tener en cuenta también.
Hay criterios personales de Pedro Luis Ferrer que son igualmente polémicos e interesantes. Por ejemplo, usted declaró una vez en una entrevista para la revista Consenso: “Yo soy un artista cubano, pero no tengo un compromiso estético con el proceso de la cubanía. Yo soy sencillamente el cubano que quiero ser”. Me gustaría hablar de esto con una artista que tiene a los ritmos tradicionales como esencia de su obra…
Esto es muy relativo. Mi afirmación va a una arista en específico: existe un concepto de cubanía prejuiciado, un concepto de cubanía prefabricado, con el que no estoy en lo absoluto de acuerdo. Y te dicen que tú tienes que ser “este” cubano y no otro, y que para ser cubano desde la música tienes que tocar el changüí de esta forma, porque es “lo más importante”, y por eso siempre digo que soy el cubano que yo quiero ser. No el que nadie me imponga.
Quiero dar mi propia visión de la cubanía, para eso tengo la capacidad de seleccionar dentro de esta qué es lo que está acorde con mi sensibilidad.
Yo no puedo aceptar un concepto dictatorial de lo que es la cubanía, porque entre otros elementos, ella misma ha ido cambiando. Nosotros decimos que el danzón es el baile nacional, y yo me pregunto quién baila danzón hoy. Tenemos por ejemplo la obra de Sindo Garay como una de las obras emblemáticas de nuestra cubanía (que para mí efectivamente lo es), pero olvidamos que Sindo bebió mucho de las influencias que llegaban a la Isla, inclusive de la ópera italiana, y tomó de su tiempo lo que estaba acorde con su sensibilidad.
Entonces, hay que entrar a valorar qué cosas podemos definir como exclusivamente cubanas y qué cosas han pasado a formar parte de lo cubano a partir de una especie de absorción de otras culturas.
En todo esto existe una dialéctica. Somos un pueblo donde lo cubano es muy diverso, porque ni a todos los cubanos nos gusta la misma música ni somos iguales, tenemos desde Ñico Saquito hasta José Martí, unos en la guaracha y la burla y otros en el drama. Yo defiendo justamente esa diversidad.
Pedro Luis, históricamente han existido dos posiciones más o menos marcadas en cuanto a los artistas y la política: están aquellos que se han mantenido concientemente alejados de todo presupuesto político, y aquellos que se han definido como comprometidos, sea cual sea la causa que defienden. En su caso, cuando se consultan referencias, o se leen entrevistas, descubrimos que en ocasiones se le pregunta más por la realidad política de Cuba que por su propia obra como músico. ¿Esto le molesta a Pedro Luis Ferrer, o le parece bien?
Mira esto ni me molesta ni me parece bien. Yo lo acepto como un fenómeno que se da, lo que sí puedo es explicarte por qué ocurre ese fenómeno: en los lugares donde la prensa no juega su papel, y no se dicen las cosas que se tienen que decir sobre la política o la economía, las personas sustituyen valores, y se acercan al arte a buscar la noticia que no encuentran en el periodismo. Se crean consensos en terrenos artísticos, cuando debían haberse creado en otros terrenos.
Entonces, a falta de espacios de polémica y análisis, y discusión de hacia dónde vamos como país, las personas van a los conciertos (y los periodistas van a los artistas) en busca de lo que no proporciona la prensa.
Esto no es exclusivo de Cuba, ha sucedido también en muchos lugares, pero yo diría que en este país estamos todavía en el centro de ese problema, porque hay países donde esa realidad ha sido superada y las personas no van a los teatros en busca de reflexiones políticas ni nada parecido, sino en busca de arte.
¿Pero por qué sucede esto?, porque ven a sus conciudadanos en un Parlamento discutiendo sobre cuestiones políticas, valorando y criticando lo que está mal hecho en su país, por lo tanto esa sociedad sí necesita saciar su necesidad de arte allí donde este se propicia, y punto.
Ahora, lo que hace falta en Cuba es que los políticos hagan lo que tienen que hacer. Y que los periodistas y los economistas hagan lo que tienen que hacer. Y que no sea necesario que Pedro Luis Ferrer diga en sus conciertos o en sus entrevistas lo que les corresponde a ellos por definición.
Finalmente: el objetivo último de los cuestionamientos, de manifestar las inconformidades con algo que nos afecta, puede ser el anhelo por cambiar lo que no aprobamos, con lo que no estamos de acuerdo. ¿Habrá servido su música y sus enfrentamientos para transformar en algo la realidad que usted habita en Cuba?
Mira, yo planteo mis ideales en mis canciones. Y lo dejo claro: esto es lo que yo, Pedro Luis Ferrer, pienso al respecto. De esa manera estoy diciendo “para esto pueden contar conmigo, y para esto y esto otro, no”. Aquí estoy para trabajar en función de mejorar a mi país, pero no estoy para hacer chapucerías artísticas o sociales. Y sin críticas, sin valoraciones, sin que las personas puedan expresar sus ideales, es muy difícil entendernos.
Cuando a mí me preguntan si Dios existe o no, o cuando presencio una discusión al respecto, yo, que vengo de una familia marxista, materialista, siempre digo “de lo que sí no hay dudas es de que al menos Dios existe en la conciencia de los que creen en él, y ahí no hay discusión”. De igual manera, los ideales, los sueños, existen en la conciencia de la gente, aunque a veces no sepan cómo encauzarlos.
Es entonces cuando llegamos los artistas y hacemos por ejemplo una canción que cuando la escuchan, las personas logran una gran identificación con ella precisamente por eso, porque resume lo que ellos mismos han sentido aun cuando no hayan encontrado cómo expresarlo.
Yo no me pregunto qué pueda haber cambiado una canción mía, porque no la hago para eso, aunque en ella exprese mi inconformidad o mi desacuerdo. Yo hago mi canción para satisfacer mi propia necesidad como artista, y la necesidad de arte de la sociedad en la que vivo. Es con mi sensibilidad, y con la de mi público, con lo que en verdad siento un grandísimo compromiso.
Pedro Luis Ferrer, sabemos que se llama. Eso sí. Y que ante su nombre nuestros padres esbozan sonrisas, recuerdos nítidos de cuando su persistencia en los medios cubanos hacía pensar que este hijo de Yaguajay estaría por siempre con sus bachatas, sus changüisas, sus jugarretas verbales, en el concierto diario de nuestra Isla melódica.
Pero se equivocaban. Y su error nos alcanzaría a nosotros, hijos de los ochenta que metidos en una infancia inocente desconocíamos a Pedro Luis y no sabíamos que era preciso apurarse en conocerle: durante las décadas venideras se nos esfumaría de los alrededores más inmediatos. O mejor: lo esfumarían con toda intención, y tendríamos que lamentarlo. Porque este es de los imprescindibles.
Fue por eso que me bastó saberlo cerca, en el Bayamo que yo habitaba hasta hace poco y donde aún trabajaba como periodista cultural, para impulsarme a un diálogo que era un encuentro con la Cuba nuestra de casi nunca. Y por eso, también, me basta saberlo ahora a punto de ofrecer un concierto en el Miami Dade County Auditorium, el venidero 31 de marzo, para echar mano a esta entrevista que disfruté como pocas en toda mi carrera periodística.
Pedro Luis, usted ha declarado alguna vez que a partir de los años ´80, cuando fue apartado de los espacios oficiales cubanos, prácticamente perdió todo el interés por presentarse ante el público. Han pasado unos treinta años desde entonces. La enorme escasez de presentaciones de Pedro Luis Ferrer en la Cuba actual, ¿obedece a la misma causa?
Pedro Luis Ferrer: Más que eso podría atribuírselo a que, a raíz de aquel aislamiento, me concentré mucho en mi trabajo creativo, donde uno ve muy rápidamente sus cosas realizadas, sobre todo cuando está en trabajos de experimentación.
Como no encontraba los espacios para presentarme en vivo en mi país, ni había podido hacer aún giras por otras partes del mundo, decidí dedicarme más al plano de la creación.
Sin embargo nunca perdí del todo ese amor por las presentaciones, lo que sucede es que para lograrlas a veces es muy importante el apoyo de las instituciones. Tú puedes dar un concierto no oficial en casa de un amigo, pero no puedes ir haciéndolo por todo el país.
Lo mejor de todo es que se da un fenómeno interesante: he interpretado en los pocos conciertos públicos que he dado últimamente canciones que nunca se han radiado, y el público las canta conmigo. O sea, temas que nunca han sido promocionados por los medios oficiales, y que de todas maneras llegan hasta las personas, cosa que nos lleva inevitablemente a cuestionarnos entonces el papel o el protagonismo de los medios en la sociedad cubana.
Y nos demuestra, además, que la sociedad tiene cierta autonomía con respecto a ellos. La televisión y la radio son masivos, y esto es bueno que se sepa, no por el alcance que ellos tengan, no por hasta dónde puedan llegar, sino por la masividad con que sean atendidos por el público.
Entonces, ¿cuánto puede haberle afectado a Pedro Luis Ferrer esta censura de los medios y espacios oficiales con respecto a su obra?
Mira, yo no conozco mucho que está pasando con los medios cubanos en la actualidad, qué dicen de mí y qué no, cuáles cosas mías ponen y cuáles no. Pero a mí no me lastran en lo absoluto para mi trabajo.
Independientemente de que las canciones hayan sido o no escuchadas, para mí basta con que por primera vez alguien escuche una canción y le guste, y aplauda porque se siente identificado con ella. De qué manera la escucha, si por la radio, en un teatro, en un CD casero o cantada por un amigo, no es cosa que me preocupe.
Cuando los medios oficiales no transmiten alguna canción o un disco no solo de Pedro Luis Ferrer, sino de muchos otros artistas, siempre existe quien se encarga de procurárselo de alguna forma, de copiarlo para sí y para cierta cantidad de personas.
La radiodifusión cubana quizás tendría que hacerse unas cuantas preguntas sobre esto. Hay quienes piensan que la existencia de un artista está marcada por la radiodifusión oficial, como si ese fuera el medio natural de los artistas, y esto es un tremendo error.
Soy de los que piensan que la cultura no solo la hacen las instituciones, sino que es el hombre en la vida cotidiana, en el diarismo, quien tiene que propiciarla.
Por solo citar el caso de una gran orquesta, te digo que la Aragón fue fundada para bodas, bautizos y cumpleaños. Después que funcionó, que hizo una música válida, es que fue a la televisión y a la radio. Entonces, creo que no sería bueno dejar que todo el acontecer y toda la exposición de nuestra obra esté en manos de los medios y las instituciones.
Por otro lado, nuestras obras cobran otra dimensión cuando las instituciones no te dan espacios, cosa que hay que tener en cuenta también.
Hay criterios personales de Pedro Luis Ferrer que son igualmente polémicos e interesantes. Por ejemplo, usted declaró una vez en una entrevista para la revista Consenso: “Yo soy un artista cubano, pero no tengo un compromiso estético con el proceso de la cubanía. Yo soy sencillamente el cubano que quiero ser”. Me gustaría hablar de esto con una artista que tiene a los ritmos tradicionales como esencia de su obra…
Esto es muy relativo. Mi afirmación va a una arista en específico: existe un concepto de cubanía prejuiciado, un concepto de cubanía prefabricado, con el que no estoy en lo absoluto de acuerdo. Y te dicen que tú tienes que ser “este” cubano y no otro, y que para ser cubano desde la música tienes que tocar el changüí de esta forma, porque es “lo más importante”, y por eso siempre digo que soy el cubano que yo quiero ser. No el que nadie me imponga.
Quiero dar mi propia visión de la cubanía, para eso tengo la capacidad de seleccionar dentro de esta qué es lo que está acorde con mi sensibilidad.
Yo no puedo aceptar un concepto dictatorial de lo que es la cubanía, porque entre otros elementos, ella misma ha ido cambiando. Nosotros decimos que el danzón es el baile nacional, y yo me pregunto quién baila danzón hoy. Tenemos por ejemplo la obra de Sindo Garay como una de las obras emblemáticas de nuestra cubanía (que para mí efectivamente lo es), pero olvidamos que Sindo bebió mucho de las influencias que llegaban a la Isla, inclusive de la ópera italiana, y tomó de su tiempo lo que estaba acorde con su sensibilidad.
Entonces, hay que entrar a valorar qué cosas podemos definir como exclusivamente cubanas y qué cosas han pasado a formar parte de lo cubano a partir de una especie de absorción de otras culturas.
En todo esto existe una dialéctica. Somos un pueblo donde lo cubano es muy diverso, porque ni a todos los cubanos nos gusta la misma música ni somos iguales, tenemos desde Ñico Saquito hasta José Martí, unos en la guaracha y la burla y otros en el drama. Yo defiendo justamente esa diversidad.
Pedro Luis, históricamente han existido dos posiciones más o menos marcadas en cuanto a los artistas y la política: están aquellos que se han mantenido concientemente alejados de todo presupuesto político, y aquellos que se han definido como comprometidos, sea cual sea la causa que defienden. En su caso, cuando se consultan referencias, o se leen entrevistas, descubrimos que en ocasiones se le pregunta más por la realidad política de Cuba que por su propia obra como músico. ¿Esto le molesta a Pedro Luis Ferrer, o le parece bien?
Mira esto ni me molesta ni me parece bien. Yo lo acepto como un fenómeno que se da, lo que sí puedo es explicarte por qué ocurre ese fenómeno: en los lugares donde la prensa no juega su papel, y no se dicen las cosas que se tienen que decir sobre la política o la economía, las personas sustituyen valores, y se acercan al arte a buscar la noticia que no encuentran en el periodismo. Se crean consensos en terrenos artísticos, cuando debían haberse creado en otros terrenos.
Entonces, a falta de espacios de polémica y análisis, y discusión de hacia dónde vamos como país, las personas van a los conciertos (y los periodistas van a los artistas) en busca de lo que no proporciona la prensa.
Esto no es exclusivo de Cuba, ha sucedido también en muchos lugares, pero yo diría que en este país estamos todavía en el centro de ese problema, porque hay países donde esa realidad ha sido superada y las personas no van a los teatros en busca de reflexiones políticas ni nada parecido, sino en busca de arte.
¿Pero por qué sucede esto?, porque ven a sus conciudadanos en un Parlamento discutiendo sobre cuestiones políticas, valorando y criticando lo que está mal hecho en su país, por lo tanto esa sociedad sí necesita saciar su necesidad de arte allí donde este se propicia, y punto.
Ahora, lo que hace falta en Cuba es que los políticos hagan lo que tienen que hacer. Y que los periodistas y los economistas hagan lo que tienen que hacer. Y que no sea necesario que Pedro Luis Ferrer diga en sus conciertos o en sus entrevistas lo que les corresponde a ellos por definición.
Finalmente: el objetivo último de los cuestionamientos, de manifestar las inconformidades con algo que nos afecta, puede ser el anhelo por cambiar lo que no aprobamos, con lo que no estamos de acuerdo. ¿Habrá servido su música y sus enfrentamientos para transformar en algo la realidad que usted habita en Cuba?
Mira, yo planteo mis ideales en mis canciones. Y lo dejo claro: esto es lo que yo, Pedro Luis Ferrer, pienso al respecto. De esa manera estoy diciendo “para esto pueden contar conmigo, y para esto y esto otro, no”. Aquí estoy para trabajar en función de mejorar a mi país, pero no estoy para hacer chapucerías artísticas o sociales. Y sin críticas, sin valoraciones, sin que las personas puedan expresar sus ideales, es muy difícil entendernos.
Cuando a mí me preguntan si Dios existe o no, o cuando presencio una discusión al respecto, yo, que vengo de una familia marxista, materialista, siempre digo “de lo que sí no hay dudas es de que al menos Dios existe en la conciencia de los que creen en él, y ahí no hay discusión”. De igual manera, los ideales, los sueños, existen en la conciencia de la gente, aunque a veces no sepan cómo encauzarlos.
Es entonces cuando llegamos los artistas y hacemos por ejemplo una canción que cuando la escuchan, las personas logran una gran identificación con ella precisamente por eso, porque resume lo que ellos mismos han sentido aun cuando no hayan encontrado cómo expresarlo.
Yo no me pregunto qué pueda haber cambiado una canción mía, porque no la hago para eso, aunque en ella exprese mi inconformidad o mi desacuerdo. Yo hago mi canción para satisfacer mi propia necesidad como artista, y la necesidad de arte de la sociedad en la que vivo. Es con mi sensibilidad, y con la de mi público, con lo que en verdad siento un grandísimo compromiso.