La politóloga estadounidense Julia Sweig opina en el diario brasileño Folha de Sao Paulo que en Cuba están en marcha verdaderos cambios, un contexto en el que—dice— ya no son inconcebibles los partidos políticos.
Esta opinión y otras expresadas en el artículo “Cambios en Cuba”, forman parte de sus “impresiones aún no digeridas” resultantes de “decenas de conversaciones con cubanos del gobierno y de fuera de él sobre cómo están percibiendo ellos los cambios”, según explica la asociada principal para estudios latinoamericanos de la entidad privada Consejo sobre las Relaciones Exteriores.
La latinoamericanista advierte un reforzamiento, con la muerte de Hugo Chávez y la incertidumbre en Venezuela, de las motivaciones y el plazo que tiene La Habana para profundizar el comercio, las inversiones y los lazos diplomáticos con una diversidad de socios, desde aliados como Angola y China hasta “eventualmente la Unión Europea y Estados Unidos”.
Destaca por otra parte el papel creciente de las remesas y el apoyo material de la diáspora cubana a los micronegocios en la isla, aunque en su opinión, estos esperan para prosperar por un mayor acceso a créditos, apertura de mercados mayoristas y una “estabilización” de las tasas tributarias. Sweig deduce de la microeconomía autorizada y regulada por el gobierno de Raúl Castro que en Cuba “está en marcha un importante cambio social”.
Sweig considera que el paso macroeconómico cardinal sería eliminar la doble moneda. Menciona, no obstante, sus posibles efectos traumáticos, señalando que cortes sustanciales en los subsidios y una devaluación paralela del cambio entrañarían una terapia de choque mayor de la que puede soportar en este momento la sociedad de la isla.
La doctorada en Filosofía en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins celebra “la llegada de la era digital” a la isla, con la apertura de 118 cibercafés donde la hora de Internet cuesta 4.50 CUC. “Los cubanos –dice— ya están enloquecidos con las redes sociales”. Recomienda vigilar ese espacio, en el que anticipa un posible crecimiento.
Sweig es optimista asimismo respecto a una “adaptación” de la prensa oficial a partir del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba el mes próximo, del que resultaría más espacio para “los valores de transparencia y responsabilidad promovidos por el gobierno de Raúl Castro en otras áreas”.
Acerca de la campaña contra la corrupción que ha venido segando cabezas de funcionarios medios y empresarios extranjeros, la analista afirma que pronto se orientará hacia el examen legal de la clase de venalidades de las que depende el mercado negro. “Los cubanos parecen comprender que el respeto a la ley es esencial para una economía de mercado”, observa.
Julia Sweig concluye sus impresiones sobre cómo ven los cubanos la evolución de los cambios en la isla con dos tiros de larga distancia: para ella [a partir de lo que ha implementado hasta ahora la llamada “actualización del modelo] ya no serían inconcebibles la autorización de partidos políticos, ni la llegada de una mujer a la presidencia (la autora se reserva su candidata favorita).
Esta opinión y otras expresadas en el artículo “Cambios en Cuba”, forman parte de sus “impresiones aún no digeridas” resultantes de “decenas de conversaciones con cubanos del gobierno y de fuera de él sobre cómo están percibiendo ellos los cambios”, según explica la asociada principal para estudios latinoamericanos de la entidad privada Consejo sobre las Relaciones Exteriores.
La latinoamericanista advierte un reforzamiento, con la muerte de Hugo Chávez y la incertidumbre en Venezuela, de las motivaciones y el plazo que tiene La Habana para profundizar el comercio, las inversiones y los lazos diplomáticos con una diversidad de socios, desde aliados como Angola y China hasta “eventualmente la Unión Europea y Estados Unidos”.
Destaca por otra parte el papel creciente de las remesas y el apoyo material de la diáspora cubana a los micronegocios en la isla, aunque en su opinión, estos esperan para prosperar por un mayor acceso a créditos, apertura de mercados mayoristas y una “estabilización” de las tasas tributarias. Sweig deduce de la microeconomía autorizada y regulada por el gobierno de Raúl Castro que en Cuba “está en marcha un importante cambio social”.
Sweig considera que el paso macroeconómico cardinal sería eliminar la doble moneda. Menciona, no obstante, sus posibles efectos traumáticos, señalando que cortes sustanciales en los subsidios y una devaluación paralela del cambio entrañarían una terapia de choque mayor de la que puede soportar en este momento la sociedad de la isla.
La doctorada en Filosofía en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad Johns Hopkins celebra “la llegada de la era digital” a la isla, con la apertura de 118 cibercafés donde la hora de Internet cuesta 4.50 CUC. “Los cubanos –dice— ya están enloquecidos con las redes sociales”. Recomienda vigilar ese espacio, en el que anticipa un posible crecimiento.
Sweig es optimista asimismo respecto a una “adaptación” de la prensa oficial a partir del IX Congreso de la Unión de Periodistas de Cuba el mes próximo, del que resultaría más espacio para “los valores de transparencia y responsabilidad promovidos por el gobierno de Raúl Castro en otras áreas”.
Acerca de la campaña contra la corrupción que ha venido segando cabezas de funcionarios medios y empresarios extranjeros, la analista afirma que pronto se orientará hacia el examen legal de la clase de venalidades de las que depende el mercado negro. “Los cubanos parecen comprender que el respeto a la ley es esencial para una economía de mercado”, observa.
Julia Sweig concluye sus impresiones sobre cómo ven los cubanos la evolución de los cambios en la isla con dos tiros de larga distancia: para ella [a partir de lo que ha implementado hasta ahora la llamada “actualización del modelo] ya no serían inconcebibles la autorización de partidos políticos, ni la llegada de una mujer a la presidencia (la autora se reserva su candidata favorita).